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Eurovegas, sede popular

Se pueden decir muchas cosas del Partido Popular. Muchas, muchísimas cosas. Alguna hasta buena… Pero desde luego no se les puede echar en cara que sean unos vagos. En los pocos ratos que les dejan libres sus múltiples ocupaciones habituales (organizar la contabilidad del partido, poner al día las donaciones, destruir pruebas, mentir en el Congreso, enriquecer a familiares y amigos, cambiar leyes para favorecer la construcción de casinos, etc), han diseñado un paquete de medidas contra la corrupción. Sí, créame, contra la corrupción.  Que sí, coño, que no estoy de broma, un ambicioso programa de regeneración democrática diseñado y presentado en sociedad por el PP, el partido de Bárcenas, de Carlos Fabra, de la alcaldesa de Valencia, de Camps y de Costa, de Rodrigo Rato y del marido de Cospedal, de Jesús SepúlvedaEl Consejo de Ministros de hoy viernes aprobará el informe en cuestión, que consta de 40 puntos (medidas) y ha recibido un nombre impresionante, emocionante, acojonante: Plan de Lucha contra la Corrupción.

Que el Partido Popular proponga, diseñe y apruebe un Plan de Lucha contra la Corrupción nos invita a hacernos una idea de la solidez de nuestra democracia, de lo riguroso de nuestras instituciones, de la utilidad del parlamento, de la transparencia de los partidos, del arte y el salero de nuestros políticos.

El presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, dice que Madrid necesita Eurovegas, que no podemos permitir que Adelson se lleve el proyecto a otro país. Yo creo que quien realmente necesita este centro de envilecimiento es Ignacio González, en particular, y el Partido Popular, en general. ¿Recuerda usted el Bada Bing? Era el local de striptease de Tony Soprano. Y es que toda organización corrupta que se precie necesita un garito donde relajarse, donde poder tomarse unos Jack Daniel, echar una manos de poker y ver cuatro tetas. El reposo del guerrero, el cuartel general mafioso. ¿Se les habrá quedado pequeña la sede de Génova?

En Eurovegas el bueno de Luis Bárcenas podría seguir teniendo su despacho de ex contable, junto a los vestuarios de las stripers y las mesas de bacarrá, sin necesidad de simulaciones en diferido. En Eurovegas podrían recibir como se merecen a los empresarios generosos, invitarles a unos cubatas, quién sabe si a una felación, y recoger sus donativos con seguridad y comodidad. En Eurovegas Carlos Fabra podría ganar dinero blanco sin tener que jugar a la lotería. En Eurovegas el marido de Cospedal podría multiplicar sus ahorros en poco tiempo apostando a la ruleta. En Eurovegas Ana Mato podría organizar las fiestas de sus hijos con payasos y hasta con putas. En Eurovegas, por fin, Mariano Rajoy podría fumarse un puro sin tener que hacerlo a escondidas. Lo único que no podría hacer el PP en Eurovegas es dejar que Rato tocase esa campanilla que tanto le gusta: ya se sabe que en este tipo de casinos el horario para el bebercio, a diferencia de los pubs ingleses, no tiene final. ¡Barra libre 24 horas!

“Debemos hacer todos los esfuerzos para no dejar escapar Eurovegas”, insiste Ignacio González. Normal.

Un motivo para NO ver la televisión

El muñeco de nieve.

Autor: Jo Nesbo.

Editorial: RBA.

El muñeco de nieve es la firma de un asesino en serie. Y los asesinos en serie son la especialidad de Harry Hole, un comisario de policía alto, delgado y fuerte que viste vaqueros viejos, botas Doc Martens, vive en un pequeño apartamento, tiene un coche cochambroso y ha sido abandonado por el amor de su vida. Alcohólico, Hole es un poli arrogante, en ocasiones maleducado, a veces blandengue, que desde el año 2.000 ha protagonizado cinco novelas policiacas. Trabaja en Oslo, pero cambiando los nombres de los protagonistas de sus historias (donde pone Kvinesland o Niels Bohr ponga Douglas o Smith) muy bien podría hacerlo en Chicago, Seattle o Maine, cualquier zona de los USA donde en invierno caiga algo de nieve.

Quinta entrega de las aventuras de Hole, por tanto, con el comisario investigando diferentes desapariciones que acaban fatal. La originalidad de la historia reside en el asesino, que descuartiza a sus víctimas e incorpora las partes a muñecos de nieve, y en lo enrevesado del desarrollo de la investigación. Policías que quieren mantenerse limpios, policías que no dudan en ensuciarse, policías traidores que no lo son tanto… Policías y sospechosos, muchos sospechosos, enzarzados en una compleja y entretenida historia criminal.

Jo Nesbo (Oslo, 1960) es uno de los grandes de la llamada novela negra nórdica. “La idea del libro me llegó durante un brainstorming en el que estábamos buscando un título para una película que estaban filmando unos amigos”, cuenta Nesbo. “Yo sugerí El muñeco de nieve, pero fue rechazado, lo que me pareció razonable ya que en la película no salía ninguno. De todos modos, esto me hizo comenzar a pensar en un muñeco de nieve plantado en el jardín de un domicilio particular. A continuación llega la madre a la casa y elogia a su marido y a su hijo por lo bien que les ha quedado. Ambos se miran con expresión de sorpresa y le comentan que no saben de qué muñeco de nieve les está hablando”.

Quizá lo mejor de este libro, lo más sorprendente, sea su capacidad para realizar saltos mortales en su recta final. Cuando parece que todo ha terminado, que sabemos quién es el asesino, se produce una sucesión infinita de vueltas de tuerca que desafía a la lógica y pone la historia patas arriba. En la página 419 Harry habla con un colega:

– Hay dos respuestas a eso. Una es que tenemos al Muñeco de Nieve.

– ¿Y la otra?

– Que no sé lo que pasa.

Es decir, emoción garantizada hasta la última página.