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En nombre de la libertad

Intelectualmente, la convocatoria resulta tan desazonadora como peligrosa. Televisivamente, la imagen es simplemente espeluznante: a la derecha de la pantalla, Jiménez Losantos y Casimiro García-Abadillo. A la izquierda de la pantalla, Pedro J Ramírez y Luis Herrero. En el centro, a modo de coordinador del evento, Carlos Cuesta, el mamporrero perfecto. Estamos ante un nuevo producto ¿informativo?, un “híbrido entre el periódico y la televisión”, tal y como dijo Cuesta en la presentación del engendro. Y tenía razón: lo peor del periódico y lo peor de la televisión. ¿Su nombre? El mundo en libertad.

Hace unos días nos alegrábamos del anunciado cierre de varias cadenas de televisión, por innecesarias y casposas. Hoy debemos entristecernos por el nacimiento de este programa, una de esas tertulias ultras que se amparan en la libertad de expresión para hacer política y soltar doctrina camuflada como información. “No sobra nadie”, dijo el presentador, el tipo que apareció un día disfrazado de boxeador español, cuando le preguntaron por los protagonistas de la tertulia. Y sentenció: “Entre todos los grupos de comunicación, los nuestros son los más comprometidos con la unidad de España y la defensa de la Constitución”. Se refiere a Libertad Digital y El Mundo, no se lo pierda, en palabras textuales del presentador “dos grupos de información que destacan por su independencia a la hora de informar y opinar”.

Afortunadamente, la tertulia en cuestión se emite en medios de comunicación de escasa relevancia audiovisual: Libertad Digital y la web del diario El Mundo. Es el enésimo intento de estos personajes por obtener relevancia televisiva, y será su enésimo fracaso. La doctrina ultra conservadora tiene un público minoritario. Los programas de televisión de la señorita Pepis, basados en el bajo presupuesto y la elevada intransigencia, están condenados a la ruina. ¿Por qué estos individuos montan un programa de televisión marginal? Porque les fascina la idea de utilizar la todopoderosa pantalla para lanzar sus mensajes, para presionar a gobiernos y patrocinadores, para maquinar, influir, presionar.

La televisión actual, pese a ser de muy baja calidad, exige algo más que cinco radicales hablando de sus intereses personales, profesionales y económicos. La televisión actual exige un mínimo de talento. Por tanto, “El Mundo en libertad” no tiene ningún futuro. Afortunadamente.

De cabrones y hombres (II)

En el último post comentamos la condena del juzgado número 5 de Madrid al supuesto periodista Carlos Dávila por llamar “cabrón” al juez Santiago Pedraz, ¿recuerda usted? Dávila deberá indemnizarle con 5.000 euros, tendrá que pagar una multa de 9.900 euros por delito de injurias y deberá hacerse cargo de las costas procesales. Normal: aunque seas periodista, que ya sabemos que es poco menos que ser dios, no puedes ir por el mundo llamando “cabrón” a un juez. Excepto, cuidado, si el juez se llama Baltasar Garzón

Federico Jiménez Losantos, otro de esos predicadores montaraces de la escuela de Dávila, dijo en sus programas de radio y sus columnas de prensa que el entonces juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón era un “paleto”, un “botarate”, un “oportunista” y un “malcriado”. Losantos aseguró que cuando a Garzón se le pilla “con las manos en la pasta” pisotea el Código Penal, y que “intelectualmente es un botarate, políticamente un oportunista y socialmente una peonza”.

Acabamos de saber que el Tribunal Supremo considera que en tan hermosas palabras, y tan reflexivas descripciones, no hay ni menosprecio personal ni insultos. Y considera que debe prevalecer la libertad de expresión del locutor. Bueno es saberlo.

No lo olvide. Llamar “paleto”, “botarate”, “oportunista” y “malcriado” a un juez no es delito. Es libertad de expresión.

P.D.1

Son las seis de la tarde. En la madrileña estación de Atocha, la policía detiene a un mantero. Hasta aquí todo normal, si no fuera porque los cuerpos de seguridad utilizan una contundencia incomprensible, digna de los GEO durante la captura del líder de un sangriento comando terrorista. Derriban al subsahariano, le aplastan la cara contra el suelo, le ponen la rodilla en los riñones y le atan las manos a la espalda. No es un criminal peligrosísimo, solo es un vendedor ambulante de gafas de marca falsas.

Los viajeros, que esperan la salida de su tren o acaban de llegar a la estación, increpan a los policías. “¿Por qué no detienen así a Bárcenas?”, dicen, visiblemente enfadados. Insultan a los policías, e insultan a unos  políticos a los que consideran responsables de la violencia empleada por los primeros.

¿Cómo se sentiría ese inmigrante, acosado, derribado y amarrado por varios policías? Como un animal acorralado. Quizá por eso me recuerda a las imágenes publicadas por el torero João Moura Jr en su página de Facebook. Imágenes que han causado gran indignación en Portugal, y en las que se puede ver a cuatro perros de presa atacando a una vaquilla en la finca del torero.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Manu

Autor: Manuel Jabois.

Editorial: Pepitas de calabaza.

Manuel Jabois es el mejor de los nuevos columnistas. Y con mucha diferencia. Así de sencillo. Sus textos, siempre interesantes, en muchas ocasiones espléndidos, se pueden leer en El Mundo, donde ocupan el hueco que ha dejado libre David Gistau. A la chita callando Pedro J, que puede ser lo que usted quiera a nivel moral pero no tiene ni un pelo de tonto, se ha hecho con los servicios de Jabois y Enric González, lo mejor del periodismo de opinión en estos momentos. Con permiso de Gregorio Morán, por supuesto…

“Manu” es un libro pequeño que cuenta una gran historia: la de cómo el inconsciente, inmaduro y borrachuzo Jabois llega a convertirse en padre. Con un sentido del humor encomiable, nuestro hombre siempre se ríe en primer lugar de sí mismo, invita al lector a sumergirse en todo el proceso reproductor: desde los instantes previos a la penetración hasta el momento en que le echan del hospital por roncar en la cama en la que deberían reposar madre e hijo. Un comienzo tronchante que advierte del tono del libro, las joviales reflexiones de un niño grande.

Un librito que se lee de un tirón, entre risas y sonrisas, y que advierte del enorme potencial de Jabois en distancias más largas que la columna. Un tipo con talento, y con un futuro espectacular.

Pinchar para leer las primeras páginas.

P.D.

En el más que probable caso de que, tras leer este “Manu”, el lector se quede con ganas de más Jabois, resulta muy recomendable el libro “Irse a Madrid”, una selección de columnas publicadas en el Diario de Pontevedra, en El Progreso y en su blog de la revista digital Frontera D.

Conjura pitoflautica

El príncipe Felipe y Letizia Ortiz están celebrando su octavo aniversario de boda por todo lo alto. Personalmente, me hubiera gustado que se hubieran tatuado el nombre del contrario en un glúteo. O que, como hicieron Angelina Jolie y Billy Boy Thornton, se colgasen del cuello un frasquito con sangre del otro. Azul la del pescuezo de Leti, roja en el gañote de Felipe. Pero son impredecibles. Podrían haberlo celebrado en privado, con un romántico viaje a un exclusivo paraíso tropical, o invitando a la crème de la aristocracia europea a un exclusivo ágape en uno de los grandes salones del Palacio de la Zarzuela. Pero han tirado la casa por la ventana y han elegido festejar tan importante acontecimiento en un estadio de fútbol, con 55.000 invitados en su mayoría catalanes y vascos. Espectadores que fuman Farias, comen bocatas de tortilla, llaman “joputa” al árbitro y pitan al himno español. Lo que exige una monarquía tan campechana como la nuestra.

En Twitter no respetan nada: corría el rumor de que cien taxidermistas trabajaban contra reloj para que el elefante disecado pudiese presidir la final de Copa del rey. Esta noche nos vamos a divertir… El estadio Vicente Calderón, quizá el lugar más bello de Madrid, sin duda recibirá como se merece al heredero al trono, una figura la suya reforzada tras haberse concedido el Príncipe de Asturias al creador de Mario Bros. El anfetamínico fontanero, figura que sin duda engrandece unos galardones creados para premiar la labor científica, cultural, social y humana, se sentiría como pez en al agua en la grada del Calderón. Para que nada falle, Esperanza Aguirre y su legión de mamporreros se han encargado de caldear el ambiente festivo desde tribunas y medios afines. “Conjura pitoflautica contra los símbolos de España en la final de la Copa del Rey”, escribe en El Mundo Jiménez Losantos, aspirante a ser el nuevo propietario de Telemadrid.

Aguirre, en una adaptación muy personal de la libertad de expresión, pretende que pitar en un campo de fútbol esté prohibido: “Si quieren hacerlo con el himno, el partido se debe suspender y celebrarse luego a puerta cerrada”, dijo sin inmutarse. Imagino que también pensará que si el hooligan capaz de semejante atentado sonoro lleva capucha, deberá además ser sancionado con 30.000 euros de multa. Vamos, que se está poniendo el fútbol para millonarios.

Hace un par de años un blog colectivo de guionistas se hacía esta pregunta: ¿Es Esperanza Aguirre la peor persona de España? Hoy la cuestión está más viva que nunca…

 

Un motivo para NO ver la televisión

Acabo de comprar dos estradas para ver el próximo día 20 de junio, en directo y desde la primera fila del teatro Victoria Eugenia de San Sebastián, a Alejandro Escovedo y su nueva banda, The Sensitive Boys. Todavía quedan entradas… Este tejano de San Antonio fue líder de los True Believers, un grupo legendario, ha colaborado con Bruce Springsteen, John Cale o Chuck Prophet, ha sido homenajeado por Calexico, The Jayhawks o Cowboy Junkies, y ha grabado catorce discos con canciones maravillosas.

Escovedo también toca en Barcelona (día 21, Apolo 2) y Madrid (día 23, festival Día de la Música), pero no es lo mismo.

Se salda tele autonómica, razón Espe

Esperanza Aguirre ha confesado estar cansada de Telemadrid. Como cualquier madrileño. “Estoy deseosa de quitarla”, dijo el pasado mes de noviembre en la Cope. Y yo la entiendo perfectamente. “¡Me estoy quitando, solamente me pongo de vez en cuando!”, cantaban Tabletom. ¿Quién no se cansa de aduladores y mamporreros? ¿Quién no quiere “quitarse” el principal instrumento de manipulación a su servicio? ¿A qué político no le gusta liberarse de un aparato de tergiversación y desinformación tan importante y eficaz? La presidenta de la Comunidad de Madrid no es de esos políticos rastreros que utilizan los medios de comunicación como arma de propaganda. No señor. Aguirre no es de esos líderes que pretende impone su manera de pensar. De ninguna manera. Nada tiene esta mujer que ver con esos politicuchos capaces de convertir el dinero de los ciudadanos en información sesgada y partidista. Ni hablar.

Si Aguirre no fuese una de las personas más integras y decentes de la política mundial podríamos llegar a pensar que quiere deshacerse de Telemadrid sin deshacerse de ella. Es decir, que quisiese dar un pase negro digno del mismísimo Udini, que le permitiese continuar aprovechando la parte buena de la cadena, la propaganda, sin apechugar con la parte mala, una  gestión que causa déficit. ¿Cómo se consigue semejante prodigio del birlibiloque? Muy fácil: “pasando” la cadena a algún amiguete, que la rentabilice económicamente pero le garantice el control editorial de la misma. Puro arte.

El nuevo “dueño” de Telemadrid tiene que ser un empresario de altura, con dinero, prestigio, carisma y afinidad ideológica con Aguirre. Llegará dispuesto a hacer una limpia de personal, para poder ganar dinero cuanto antes, y tendrá en la cabeza una programación de calidad, basada en productos de saldo: películas españolas de Pajares y corridas de toros. Intelectualmente podría parecer que Jiménez Losantos es el mejor colocado, pero por lo visto carece de archivo cinematográfico. Enrique Cerezo, presidente de mi querido Atlético de Madrid y propietario de un grandioso fondo de películas viejunas, ofrece un perfil de ensueño.

Aguirre renunciaría definitivamente al servicio público que teóricamente presta Telemadrid, vendiendo la frecuencia y privatizando totalmente su gestión pero manteniendo la titularidad pública. ¿El precio de la transacción? Las personas de buena familia no hablan de dinero. Como es difícil calcular el precio razonable a pagar por una televisión pública regional ruinosa, lo suyo sería regalarla. Y todos contentos…