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Madrid

Semana histórica para Madrid, una ciudad que recupera el pulso tras años de mediocridad y pereza. Semana multicolor, con las calles convertidas en un ejemplo de convivencia, tolerancia, libertad y sensatez. Un tsunami humano que no ha dejado un solo desastre: todo ha sido música, baile y diversión. Y por supuesto, reivindicación de la diversidad, del vive y deja vivir. Madrid convertida en el centro del universo, con un homenaje a la libertadad individual en cada plaza, en cada calle, en cada esquina, en cada rincón. Madrid como ejemplo para el resto del mundo.

Eso fue el jueves y el viernes.

Solo unas horas después, el mismo viernes por la noche, ya en Talavera de la Reina, estuve cenando con unos amigos. Al salir del restaurante nos abordó una pareja joven, 40 años, de aspecto pulcro y buenas maneras. Podrían ser votantes de Albert Rivera. “Queremos invitaros a visitar una Iglesia de esta calle, a cincuenta metros, que ahora abrimos los fines de semana por la noche”, dijeron. Y yo ya pensaba en un nuevo local con curas y monjas stripers. Y en unas invitaciones a gin tonics a modo de promoción, para inaugurar el local. “Tres sacerdotes os esperan para hablar, para comentar la vida, para confesados”, continuaron diciendo. A partir de entonces no pudimos disimular la sorpresa: “¿Estáis de coña? ¿Esto es una cámara oculta?”, les dije. “Para nada. El Papa Francisco asegura que…”.  “Perdona pero nosotros no somos de Iglesia”, le cortó uno de mis colegas, lo cual ni les desanimó ni interrumpió su asalto. Siguieron con su pestilente sermón nocturno. Repuestos del shock, y ya un poco cansados de lo que comenzaba a ser un desagradable acoso, dimos por terminado el circo y comenzamos la retirada. “Rezaremos por vosotros”, advirtió la chica a modo de despedida.

Madrid… ¡igual que antes te echaba de mas, ahora a veces te echo de menos!

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Fotografía y pie de foto capturados de la web alertadigital.com.

Un motivo para NO ver la televisión

La semilla del odio.

Autores: Mónica G. Prieto y Javier Espinosa.

Editorial: Debate.

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En estos tiempos duros de periodismo urgente y superficial, en los que mandan los titulares y los pinchazos, en los que todo debe ser breve y sencillo, en los que predomina la opinión sobre la información, en los que leemos las noticias en el móvil y los reportajes están financiados por ONGs, es una bendición tener en las manos un libro como “La semilla del odio”. Se trata de periodismo, no sé si usted recuerda de qué le estoy hablando. Sí, de gente que nos cuenta qué está pasando en el mundo para que lo entendamos mejor.

Ha sido un honor trabajar junto a Mónica G. Prieto y Javier Espinosa. Y es un placer poder leer libros como éste, periodismo de papel, reposado y profundo, sin límites de espacio, escrito con absoluta libertad y con un solo fin: que el lector comprenda qué ha sucedido en Irak. Que es decir tanto como qué ha sucedido en el mundo desde la invasión de 2003, con los zapatos de Aznar y sus colegas sobre la mesa, hasta la explosión del último coche bomba en un mercado cualquiera.

Estamos ante 500 páginas de historia moderna que se devoran como lo que son: una suma de brillantes reportajes, resultado de fusionar el lado humano con la situación política. Los autores dejan claro en todo momento que las víctimas de este terrible conflicto, de las dictaduras y las invasiones, del terrorismo y la insurgencia, son personas. Y les dan voz, y les ponen nombres y apellidos, y les convierten en protagonistas, e incluso dejan que sean ellos los que hablen de la destrucción de su país.

Son 31 reportajes y un epílogo que dejan en ridículo el 90% de la información internacional que ofrecen nuestros diarios. Piezas redondas que transmiten el regusto amargo del dolor que produce conocer los pormenores de la radicalización, entender la evolución de Al Qaeda, Estado Islámico e ISIS, o admitir las dificultades de una reconciliación entre suníes y chiíes. Textos perfectos, llenos de humanidad, que también son capaces de provocar una gran sonrisa: el periodismo no ha muerto. Mónica, Javier, gracias por recordarnos en qué consiste esta profesión.

Pincha para empezar a leer el libro.

Periodistas necesarios

El reportero de El Mundo Javier Espinosa y el fotógrafo freelance Ricardo García Vilanova fueron secuestrados el pasado 16 de septiembre en la frontera de Tal Abyad, en la provincia siria de Raqqa, cuando se disponían a cruzar camino de Turquía. Muchas cosas se dirán y se escribirán sobre ellos y su penosa situación, un drama tanto para las familias como para sus compañeros de trabajo. Y una enorme tragedia para la prensa en general, porque tanto Espinosa como García Vilanova representan, en estos tiempos de periodismo de mierda, la esencia de la profesión.

Espinosa y García Vilanova estaban en un lugar del mundo donde estaban pasando cosas realmente interesantes para poder contárnoslo todo, a través de sus crónicas y fotografías. Es la base del periodismo: acercarse al lugar de la noticia, comprender los hechos, analizar la situación, interrogar a los protagonistas… y narrarlo de manera comprensible y fiel.

Parece sencillo, ¿verdad? Pues en nuestros días esa forma de trabajar es una excepción. Vivimos una época gris de periodistas de salón, de teóricos, de analistas, de opinadores, de trileros, de diseñadores, de estrategas, de vendedores, de arribistas, de estrellas mediáticas, de gurús, de dóciles, de publicistas, de propagandistas, de blogueros… ¿Periodistas? Espinosa y García Vilanova, no lo dude.

No conozco personalmente a García Vilanova, pero Espinosa es uno de esos reporteros que están muy por encima del medio en que trabaja. Es decir, que no hay 11-M capaz de manchar su historial, que no existe un director protagonista capaz de vampirizar su trabajo. Un periodista riguroso, entusiasta, honesto, imprescindible.

Deseo con todas mis fuerzas que Espinosa, García Vilanova y Marc Marginedas, otro reportero que permanece secuestrado en Siria, sean liberados cuanto antes. Les necesitamos. No podemos prescindir del poco periodismo de verdad que nos queda.

P.D.

La imagen del día.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Dave Edmunds.

Cd: …Again.

El gran Dave Edmunds, una leyenda del rock y el pop británicos, regresa a los 69 años con un disco que no es todo lo novedoso que cabría esperar. De las quince canciones que incluye solo cinco son realmente nuevas, grabadas para la ocasión. De las restantes, nueve estaban en su “Plugged In” de 1994. Y no faltan los homenajes recuperados, como los de  Otis Blackwell o Ray Charles.

Edmunds formó parte de una de mis bandas favoritas, los insuficientemente valorados Rockpile, auténticos reyes del pub rock. Acompañaban a Edmunds los inolvidables Nick Lowe, Terry Williams y Billy Bremmer, todo un supergrupo. Música para degustar con una pinta en la mano, en un garito abarrotado y con el volumen a tope. Y es que “Seconds of Pleasure”, su único trabajo de estudio, es uno de esos discos total y absolutamente imprescindibles.

En solitario, Edmunds ha grabado muchos y muy buenos discos. Mi favorito es “Repeat When Necessary”, una obra maestra con canciones de Elvis Costello, Huey Lewis, Graham Parker y hasta el mismísimo Grag Allman. Puro pop rock. “…Again” no tiene esa desbordante energía, pero sí recupera buena parte del espíritu del cantante y guitarrista de Cardiff. Buenos temas interpretados desde el profundo respeto por el rock and roll. Y es que estamos ante una leyenda.