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Una banda

Dice ABC que “El PSOE vigilará los movimientos de Pedro Sánchez para evitar que vuelva”. Una frase que puede parecer menor, si tenemos en cuenta no solo las barbaridades que se ha dicho en el entorno socialista en los últimos días, sino el escaso peligro que a estas alturas supone el apuesto ex secretario general. Una frase que sin embargo es definitiva, puesto que refleja a la perfección las miserias de un partido que agoniza: no les queda ni un ápice de democracia.

Nadie en el PSOE ha dicho a ABC que la frase es falsa y le ha exigido rectificar. Ni por esa frase ni por la pronunciada por Susana Díaz cuando supo que Pedro Sánchez pretendía rendirse: “Yo a éste le quiero muerto hoy”.

El PSOE no ha tocado fondo, para eso llega Susana Díaz, pero se encuentra en las profundidades del pozo, allí donde no hay luz, escasea el oxígeno y el futuro es tan negro como la ingle de un bonobo. Y es que sin democracia interna, sin un mínimo de transparencia en su organización, sin respeto algunos por simpatizantes y votantes, ¿qué se puede esperar de esta banda de arribistas en busca de una tajada?

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Un motivo para NO ver la televisión

Tula Springs

Autor: James Wilcox.

Editorial: Contra.

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James Wilcox es un escritor sureño, de Luisiana, que ha inventando un pueblo en esta zona para situar sus historias: Tula Springs. Sí, exacto, como el Yoknapatawpha de Faulkner. Ahí acaban las similitudes entre Wilcox y el de Misisipi. Bueno, ahí y en que ambos escritores están incluidos en el famoso “Canon occidental” de Harold Bloom. Por cierto, bajo el título “Tula Springs” la editorial Contra ha reunido dos historias, “Baptistas modernos”, el libro más conocido de Wilcox, y “Mr Ray”, el primer relato que el escritor publicó en The New Yorker allá por enero de 1981.

“- Demonios, Tula Springs no es ningún chollo.

- ¿Qué tiene de malo?

- Es estúpido, eso es todo. Yo también estoy harta de este sitio. Si pudiera, me iría. –Hizo chocar las sandalias en un gesto de impaciencia-. ¿Qué se puede hacer aquí? Nada, solo trabajar como un burro, volver a casa y coger una trompa. Mi mamá dice que bebo demasiado. Emmet también lo dice. Dice que en cuanto nos casemos voy a tener que aflojar un poco”.

Al lado de Faulkner, James Wilcox es un cachondo lenguaraz capaz de enredar al lector en las más peregrinas aventuras, protagonizadas por los personajes más tragicómicos y surrealistas. Mr. Pickens, el protagonista de “Baptistas modernos”, es un tipo mediocre de cuarenta años que trabaja en una tienda, tiene un hermano que se llama F.X. y acaba de salir de la cárcel de Angola (Luisiana), y se relaciona de mala manera con las mujeres. Le gusta una compañera de trabajo llamada Toinnette, pero acaba liado con su recia amiga Burma.

“Con la mano ahuecada, Burma flexionó uno de sus rizos sueltos.

-¿Quién es marica? Dímelo.

-Burma, el chismorreo es la clase de comunicación más baja; es para gente que no ha evolucionado. –se sacó el pañuelo y se lo entregó-. Tienes suciedad en la mejilla… tierra. Aquí.

-Oh.- sacó una polvera del bolso y se examinó la cara en el espejo-. ¿De verdad que F.X. conocía a algunas estrellas de cine?

- Sí, fue cuando empezó a tomar coca, por lo que, como es de suponer, les echa la culpa a esas estrellas de haber acabado en Angola y todo eso”.

Alguien ha definido “Baptistas modernos” como humor sureño. Un género desconocido para alguien como yo, más acostumbrado a moverse, literariamente hablando, por el sur gótico. Quizá por eso no resulte sencillo cogerle el punto al sarcasmo de Wilcox, un tipo modesto y un autor brillante que escribe con una ironía seca, camuflada entre hilarantes historias comunes y diálogos largos que parecen serios, pero resultan jocosos, irónicos y hasta disparatados. ¿Humor inteligente? Aquí lo tiene. Un descubrimiento fantástico.