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Periodismo paralelo

Julio Somoano, director de informativos de Televisión Española, ha contratado a cinco periodistas ajenos a la cadena pública. Y lo ha hecho pese a que en TVE se están produciendo recortes de personal, tienen lugar grandes restricciones económicas y se firman convenios a la baja. ¿Para qué quiere Somoano cinco periodistas externos cuando tiene una redacción magnífica? Pues todo parece indicar que para sentirse arropado por gente con la que ya ha trabajado, profesionales cercanos en los que poder confiar. Quién sabe si ex compañeros de Telemadrid, esa cadena modélica en la que Somoano dirigió y presentó el informativo de las nueve de la noche.

Autor de la tesis de máster “Estrategia de comunicación para el triunfo del Partido Popular en las próximas elecciones generales”, Somoano no termina de confiar en el rigor de los profesiones de TVE a la hora cubrir esas informaciones delicadas que tanto preocupan a los ciudadanos. Ya sabe, desde el caso Gürtel a los papeles de Bárcenas, pasando por los pelotazos en Ceuta y Melilla, los recortes en Sanidad y Educación, el problema catalán o Urdangarín y la trama Nóos. Es posible que busque el rigor fuera, quizá en alguno de los medios donde trabajó con anterioridad.

Somoano ha hundido los informativos de TVE, como están hundidos los informativos de sus colegas de Telemadrid. Hundidos en cuanto a credibilidad, y también en audiencia. No importa. La misión para que fue contratado Somoano no es para hacer unos grandes informativos, periodismo de verdad financiado por unos españoles que necesitan el rigor de una televisión pública de calidad. Somoano fue fichado para telemadrileñizar TVE. Es decir, para poner los informativos de TVE en manos del Gobierno de Mariano Rajoy, como están los de Telemadrid en las de Ignacio González.

Es decir, que Somoano no quiere que en los telediarios se cuenten las cosas como son, sino como le viene bien a Rajoy que sean. Y para eso, en estos momentos tan delicados, tanto para un Gobierno corrupto como para una población atropellada, necesita ayuda externa.

Y es que Somoano en realidad no es un periodista, es un político propagandista disfrazado de informador. Fue nombrado jefe de informativos de TVE para que repitiese en la televisión pública española el trabajo de distorsión de la realidad realizado en la televisión pública madrileña. Su descaro es tal que los trabajadores de TVE han denunciado en asamblea la creación de una “redacción paralela”, circunstancia por la que han mostrado “una enorme preocupación”.

Duplicidad de redacciones. Periodismos paralelos en TVE y Telemadrid. Dos cadenas públicas al servicio del PP.

El Roto

Un motivo para NO ver la televisión

De París a Monastir.
Autor: Gaziel.
Editorial: Libros del Asteroide.

De paris...

Gaziel es el seudónimo de Agustí Calvet, periodista catalán que escribió a comienzos del siglo XX algunos reportajes memorables. Director de La Vanguardia entre 1920 y 1936, Gaziel firmó análisis políticos, crónicas de guerra, memorias personales y, por supuesto, libros de viajes. Este “De París a Monastir” reúne pinceladas de lo mejor de su obra en un texto imprescindible tanto para periodistas consagrados como para aspirantes a narradores de la realidad.

El estilo de Gaziel en este libro es claramente periodístico: Gaziel cuenta lo que ve. Y lo hace endiabladamente bien. El viaje comienza en 1915, cuando el protagonista, un tipo tremendamente curioso, ansioso por aprender, sale de París dispuesto a ver, comprender y narrar cómo arranca la Primera Guerra Mundial. Para ello elige la región de los Balcanes. Grecia y Serbia son los lugares donde se centra una historia que tiene algo de viaje iniciático, periodísticamente hablando, los laterales de un conflicto que Gaziel analiza desde la proximidad.

“Un prosista eficaz, elegante, con un sobrio equilibrio entre lo dramático y lo irónico”, escribió de él Félix de Azúa. Y así queda claro en este “De París a Monastir”, la crónica elegante y perfectamente equilibrada entre información y opinión que, pese a estar publicada en 1917, se lee como si hubiese sido escrita hace solo unas semanas. Un clásico del periodismo atemporal y de la literatura viajera.

La moviola

La web de TVE es una maravilla. Por muchas cosas, pero sobre todo porque permite ver una y otra vez los informativos. En modo moviola: para adelante y para atrás. En un bucle infinito. Como la cámara lenta en los partidos de fútbol, esa que deja con el culo al aire al árbitro que se confunde en el fuera de juego, la repetición de los telediarios se ha convertido en un método infalible para desenmascarar farsantes informativos. Una gozada, periodísticamente hablando.

La moviola se chiva y te dice, por poner un ejemplo, que el editor del Telediario de las nueve de la noche de TVE quiere convencer a los telespectadores de que es mucho más importante la publicación de un nuevo libro sobre el Tíbet que la manifestación de más de 100.000 personas en Baleares contra la política educativa del Partido Popular. La pieza sobre el país ocupado por China duró tres minutos exactos, un mundo en televisión, y se emitió a las nueve y 24 minutos. La pieza sobre, según los organizadores, “la mayor manifestación de la historia” en el archipiélago Balear, la Marea Verde, tuvo que esperar a las nueve y 28 minutos. Y duró apenas un minuto y 26 segundos.

¿Le había dicho que la web de TVE es una maravilla? Pues se lo repito. Por el efecto moviola y por el sentido del humor de los diseñadores de la página, que justo encima de los vídeos de los informativos ha colocado la siguiente frase: “Toda la actualidad informativa del día, de España y del resto del mundo, con el máximo rigor, pluralidad e independencia”.

¿El máximo rigor, pluralidad e independencia? ¿De verdad? Cuestión de criterio, dirá el mamporrero del Gobierno que edita el Telediario, individuo al que a partir de ahora deberíamos denominar “responsable de la estrategia informativa”. Este nuevo y rimbombante cargo no lo he inventado yo, sino los cerebros de Intereconomía, la cadena de televisión que ha realizado el fichaje más importante que se ha producido en este país, tras la incorporación de Rodrigo Rato al Santander y Bale al Real Madrid: el periodista Melchor Miralles, que abandona la productora Mandarina para incorporarse al Grupo Intereconomía.

¿Y la noticia? Se preguntará el lector inquieto. Pues muy fácil: de la gestión del fichaje se ha hecho cargo Álvaro Pérez “El Bigotes”, ex gerente de Orange Market, imputado en el Caso Gürtel y ahora agente de periodistas Pero no es este cítrico detalle, el paso de Mandarina a Orange, lo que más llama mi atención…

Lo que me fascina es aquello de, insisto, “responsable de la estrategia informativa”. El director de informativos de toda la vida es una figura acabada en los medios de comunicación modernos, y cuanto antes lo asumamos mejor para todos. Es tiempo de “responsables de las estrategias informativas”, frase que esconde una evidente doble intención. Porque no es lo mismo periodismo que estrategia informativa. Y tenemos un ejemplo muy claro en un Telediario capaz de ocultar minuto y medio de Marea Verde tras tres minutos de Tíbet.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Lisa and The Lips.

Estamos ante el disco español de la gran Lisa Kekaula, la cantante de esa banda brutal llamada The BellRays. La acompaña en el proyecto su compañero de aventuras Bob Vennum, y unos músicos de lujo que forman una banda que presta especial atención a la sección de metales. Miembros de grupos como The Right Ons, Diamond Dogs o los True Loves de Eli “Paperboy” Reed para una grabación realizada en los Red Bull Academy Studios de Madrid.

En “Lisa and The Lips” nos encontramos con soul agresivo y punk-rock, es decir, el mismo sonido musculoso de los Bellrays. La buena noticia es que suenan tan potentes como los californianos. Y que su música tiene la misma garra que siempre. Un torbellino.

 

La tragedia de la información

TVE tardó una hora en informar sobre el accidente de ferrocarril que se produjo en Santiago de Compostela. Demasiado tiempo. Dos horas después, el Canal 24 Horas  de TVE utilizó imágenes de archivo de otro accidente ferrovial, concretamente del desatre que se produjo en Chinchilla en el año 2003, para ilustrar la información (ver foto) sobre Santiago. Absolutamente impresentable. BBC y CNN informaron antes que la televisión pública española. Sorprendente. Antena 3 y Telecinco emitieron la noche del choque especiales ridículos de apenas 15 minutos de duración. Vergonzoso. La Sexta ofreció el mayor despliegue, de dos horas de duración, tras emitir la serie “Juego de tronos”.

A la mañana siguiente, algunos tertulianos pedían abrir un debate político sobre el tema. No explicaban el motivo. Otros decían que “el factor humano no había estado a la altura”, o que el tren “volaba” a más de 150 kilómetros por hora. Algunos se aventuraron a decir que corría en exceso para no llegar tarde y tener que devolver el dinero de los billetes. Eran los mismos opinadores que antes de ayer hablaron de Pantoja y Cachuli, y ayer mismo de José Bretón o el caso Bárcenas. Todas las cadenas emitían, una y otra vez, en un bucle espantoso, las imágenes del tren saliéndose en  la curva. En Antena 3 y La Sexta entrevistaron a la misma persona, un joven que lloraba al contar que una prima estaba en el hospital, pero su primo y su tía no aparecían. El reportero de Antena 3 hurgó en su herida de manera repugnante, con preguntas tan dolorosas como innecesarias. Sí, cuando la niña de trece años salió del vagón por su propio pie pudo ver el cuerpo de su hermano.

Las grandes cadenas comerciales, y TVE, han ido reduciendo poco a poco sus redacciones de informativos. Menos periodistas, fuera los caros y díscolos veteranos, bienvenidos los becarios de saldo. En el día a día intentan disimular esas plantillas escuálidas con mucha opinión, imágenes ligeras de temas frívolos, y mucho, mucho deporte. Y pasa lo que pasa: que cuando hacen falta verdaderos profesionales de la información, auténticos periodistas, aparece el reportero mileurista, en prácticas, sin experiencia, obsesionado no ya por informar, sino por no meter la pata en el directo.

Desastroso el comienzo del Telediario de las nueve de la noche del jueves en TVE. El presentador, Marcos López, estaba en el lugar del accidente, pero los errores con las conexiones, con los rótulos, fueron constantes. En el resto de cadenas ofrecieron mucho periodismo urgente sobre el accidente de Santiago de Compostela, pero poco periodismo de verdad. Demasiada opinión aventurada, excesivo sensacionalismo macabro, pocos hechos contrastados. Muchas imágenes innecesarias de heridos y cadáveres. “Dejen en paz a las víctimas y a sus familiares”, suplicó una pscióloga desde las mismas vías del tren

Seis horas después del accidente, a las 2:20 de la madrugada del miércoles, la presentadora de La Sexta dio por terminada la información sobre la tragedia. Una información mediocre, si tenemos en cuenta la repetición agobiante de las mismas imágenes, los pocos datos oficiales y la pobreza del directo. Una información interesantísima, sin embargo, si la comparamos con la que ofrecían en ese momento en Antena 3 o Telecinco: absurdas repeticiones  de “BuenAgente” y “Hay una cosa que te quiero decir”. Despidieron el programa especial y dieron paso al resto de la programación de la cadena…

“Una noche soberbia”, dijo una señorita con pinta de iluminada tras recordar a las víctimas del accidente y presentar “la maquina sagrada del fuego, que elimina tu negatividad”. Un gabinete del amor, con Montse Anglada y Sandro Rey de consejeros espirituales, contactos telefónicos a 1,57 euros en red móvil. “A ver, Manuel, dime tres veces tu nombre… ahora quiero que absorbas la energía del fuego… ahora quiero que recibas la energía de la luz… No, para atender a tu madre tienes que hacer otra llamada”.

En ese momento, la BBC seguía informando de la tragedia.

 

 

Floreros rebeldes

Durante mucho tiempo el telespectador pensaba que los presentadores de informativos eran simples objetos. Floreros, les decían. Es decir, elementos más o menos decorativos, en algunos casos ligeramente animados, pero con una característica común: ningún criterio o influencia a la hora de seleccionar, diseñar o elaborar la información. Seres dóciles que se limitaban a leer en sus tele pronter aquello que un equipo de periodistas, cuando no una cuadrilla de políticos, les escribía cada día. Robots de carne y hueso.
Y en eso llegó Ana Blanco y dijo que, de florero, nada de nada. La presentadora se ha quejado en voz alta de que un reportaje emitido en un Telediario (TVE) sobre la Ley de Costas era pura propaganda: solo contenía argumentos a favor de la reforma realizada por el Gobierno, y carecía de una sola opinión crítica.
¡El florero está vivo! Y no solo eso, sino que se rebela y reclama su papel en el teatro de la información. Bien es cierto que se podía haber quejado mucho antes, motivos no le han faltado, pero no por eso deja de ser interesante, y digno que alabar, que uno de los rostros populares de la actual televisión pública, alguien que da la cara, reniegue de su condición de comparsa y levante la voz.
¡Cómo tienen que estar los informativos de TVE para que hasta los floreros protesten! Hundidos hasta el punto de enrocarse en su propia miseria: ¿Que no quieres una taza? Pues dos y media: el desencuentro del equipo de edición del informativo de las 15.00 horas, las quejas de Blanco y Beatriz Pérez Perea, adjunta a edición responsable del área de Sociedad, no evitó que el controvertido reportaje se recuperara en el noticiario de las 21.00 horas.
Un nuevo golpe a la credibilidad de la televisión pública. Confiemos en que la presentadora con agallas sea apoyada por sus compañeros. ¿Quieren ser considerados periodistas? Levanten la voz. Por último, esperemos que Ana Blanco no pase a formar parte de la lista negra de la televisión pública. Que no le suceda con Julio Somoano, director de informativos de TVE, lo mismo que a Pepe con Mourinho. Un destierro por decir la verdad, por querer formar parte activa de un equipo, por intentar dejar de ser un vulgar florero.