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Desnudo en Garden Hills

Un motivo para NO ver la televisión

Desnudo en Garden Hills.

Autor: Harry Crews.

Editorial: Dirty Works.

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Quinto titulo del gran Harry Crews, el orgullo de la Georgia profunda, publicado por la prestigiosa editorial hispano-sureña Dirty Works. Normal: Crews es una garantía de autenticidad, de calidad y, esto es importante, de capacidad de sorpresa. Cuando crees que el hombre que escribió “El festín de las serpientes”, “Coche”, “Cuerpo” o “La  maldición gitana” lo tiene que haber dado todo en esos libros, ejemplo de imaginación desbordante y mente retorcida, se estruja un poco más la sesera e imagina un nuevo grupo de desarrapados embarcados en un increíble proyecto. No tiene límites: este Crew depravado es capaz de construir historias inolvidables. Por penosas y marginales.

“El enano del circo irrumpió en la carpa. Era más bajito que Jester, pero distaba mucho de ser perfecto. Media cara era frente. Le abultaban los ojos. Tenía un tronco largo y curvado con piernas y brazos en miniatura. Se acercó a ellos y tocó a Jester. Jester se apartó. No le gustaba el enano. Sospechaba que era un ser anormal…

También había entrado la Mujer Hipopótamo, así como el Chico Caimán y varios fenómenos más de la Feria de Bichos Raros. La Mujer Hipopótamo tenía los ojos llenos de lágrimas. Llevaba un cuerno falso en el labio superior para su número. Se lo quitó y besó a Lucy. La carpa estaba ahora llena. Aplaudieron. Rieron”.

Puede parecer imposible describir este libro tenso, nervioso y cautivador en solo cinco palabras. Pues Jean Stafford, del New York Times Book Review, lo hace de maravilla: “Más triste que un zoo”. Tristes los personajes, triste el lugar donde viven, tristes las situaciones a las que se enfrentan, y triste su futuro, negro como las entrañas de una mina abandonada. Fat Man, una bola de sebo que un día ostentó el título de Señor del Fosfato, vive en la cumbre de una colina desde la que se contempla la decadencia de la explotación minera. Le atiende Jeste, un ex jockey negro que vive de los recuerdos y tiene una novia mulata que fuma con el coño. La cosa tiene buena pinta, ¿verdad? Pues imaginen cuando entra en escena Dolly, Reina de la Belleza local. Virgen con ínfulas de grandeza, quiere que la mierda del lugar donde viven recupere su viejo esplendor. Y está dispuesta a todo para conseguirlo.

“Dolly era una virgen convencida. Llevaba mucho tiempo custodiando su himen. Lo sentía sólido como un hueso. Puede que ya fuera demasiado tarde. Todos los paseos en bici y todas las maniobras de abrirse de piernas que había evitado, se aliaban ahora para hacer de su castidad una prisión. Haría falta un hombre resuelto. Y ya lo había elegido…”.

Crews no levanta el pie del acelerador. Los personajes son auténticos deshechos, algunos se conocieron en un circo de freaks. Y los diálogos, verdaderos puñetazos al sentido común. La trama es surrealista en ocasiones, inverosímil en otras. Lo que convierte el libro en un delicioso paseo por el lado sórdido de las entrañas de Norteamérica, el país donde su presidente valora la posibilidad de que la gente tome lejía para curarse de un virus. El país donde mucha gente le hace caso y acaba en urgencias. Intenso como Fat man, agotador como Dolly, absurdo como Jester, irracional se mire como se mire… Así de grande es este libro sobre gente que vive en el fondo de un retrete y sueña con respirar aire puro. Benditos inocentes.

“- El infierno – dijo Jester, lamentando tener que bajarse del coche para ponerse otra vez a hacer autoestop.

- Lo último que me dijo mi mujer antes de morir – dijo el chiflado – . Azufre y sulfuro. El aliento del diablo.

- Váyase al infierno – dijo Jester, cansado, disgustado porque no podía olvidarse de Lucy.

- Ya estoy en él – dijo el chiflado – Exacto, aquí mismo estamos”.

Festín de serpientes

Un motivo para NO ver la televisión

Festín de serpientes.

Autor: Harry Crews.

Editorial: Dirty Works.

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Harry Crews es el puto amo. En todo aquello que tiene que ver con la Norteamérica toxicómana, etílica y rural. Con hombres que se pasan el día recolocándose las pelotas y con mujeres agotadas, con animales venenosos, con licores ilegales, con músculos dopados y con situaciones límite. Si no me cree, abra “Festín de serpientes” por donde le venga en gana y sorpréndase. Yo lo hice, y me encontré con este diálogo:

“- El amor –dijo Joe Lon- es sacártela de la boca y metértela por el culo.

- Sí –dijo ella-, oh, sí, eso es…

- Pero el verdadero amor –dijo él- el puto amor verdadero es sacártela del culo y metértela en la boca”.

¿Quién puede resistirse a semejante muestra de ternura? Comencé a leer desde el principio y no pude dejarlo hasta el final, agotado por el ritmo febril de los personajes creados por Crews. Un sheriff depravado con pata de palo, un deportista de élite alcohólico, una majorette pervertida, una madre de familia anulada, una negrita con una navaja, una blanquita que se restriega por el pelo su propia mierda… Y litros y litros de whisky matarratas y escupitajos de jugo de tabaco. Y cientos y cientos de serpientes venenosas. ¿Qué puede salir mal en este escenario, con estos protagonistas?

“Él no sabía lo que era el amor. Ni para qué demonios servía. Pero lo que sí sabía es que lo llevaba dentro, y era un foco escabroso de podredumbre, de contagio, para el que no existía cura. La furia no podía con él. Y la indulgencia lo único que hacía era empeorarlo, inflamarlo, lo hacía crecer como un cáncer. Y al final le había arruinado la vida”.

La historia se desarrolla en Mystic, “el mejor coto de caza de serpientes de cascabel del mundo”, durante la celebración de una fiesta que incluye el concurso de belleza Miss Crótalo. Y premios, muchos premios: a la serpiente más gorda, a la más larga, a la primera y a la última capturadas, al cazador de más ejemplares… Lo normal. Lo normal para un Crews que se mueve como un ofidio en esos ambientes claustrofóbicos, narrando las vidas de hombres y mujeres abandonados a su suerte. Es su hábitat, son sus hermanos. Crews les pone al límite sin llegar a humillarlos, les muestra embrutecidos sin robarles un ápice de dignidad, desnuda sus miserias pero exige al lector que respete su humanidad. Crews es el puto amo, insisto, y “Festín de serpientes” una de sus más brillantes obras.

“- Sácame la polla – dijo Joe Lon-. Tengo que mear.

Sin mirar, pero sin el menor titubeo, ella extendió el brazo y le bajó la bragueta de los Levi´s con la mano izquierda. Se la sostuvo mientras vaciaba el depósito, un gran chorro espumante sobre la tierra teñida de luna que se extendía a sus pies.

- Es como si este puto año no fuera a acabar nunca- dijo él.

Ella se la sacudió bien mientras hablaba, se la volvió a meter y le subió la cremallera.

- Será diferente en la universidad .- dijo ella- Al menos eso espero, para mí. No me vendrá mal una temporada de algo diferente”.

Coche

Un motivo para NO ver la televisión

Coche

Autor: Harry Crews.

Editorial: Dirty Works.

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Este libro cuenta la historia de un tipo que se quiere comer un coche. Concretamente un Ford Maverick del 71.

Lo normal.

Normal cuando el que ha tenido la idea, el responsable de la narración, es Harry Crews, uno de los escritores más locos, salvajes e impredecibles de las letras norteamericanas. Un escritor despiadado con el sistema, con la cultura del espectáculo y con el modo de vida del americano medio. Crews los despelleja con un humor demoledor, con fina ironía y con un desprecio absoluto por lo establecido. Es un maestro de lo grotesco, con destellos geniales, imágenes vertiginosas y auténticos desmadres en un libro que como, decía Henry Miller, no busca “el Mejoramiento del Hombre”. Afortunadamente.

“Coche” se lee en una sentada, puesto que funciona con la precisión del motor en línea del Maverick: seis cilindros, 2.781 centímetros cúbicos, 106 caballos… Crews pisa el acelerador, y lo que en las primeras páginas parece una historia surrealista, coge ritmo y se convierte en una declaración de amor por los automóviles, por los perdedores, por los personajes excéntricos obsesionados con detalles retorcidos. La puta del hotel, el conductor de grúa que magrea con avidez los pechos aprisionados en cuero de una chica “a la que respeta por eso”, el empresario que organiza el espectáculo gastronómico…

“Cortaremos doscientos cincuenta gramos por sesión, empezando por la parte derecha del parachoques frontal. Del parachoques pasaremos a la rejilla del radiador. El coche… la carcasa… permanecerá expuesto aquí mismo, durante todo el tiempo que le lleve a Herman Mack ingerirlo”. El show está perfectamente diseñado. Dos pases diarios. Herman se va comiendo el carro, convenientemente troceado, estrujado y lijado en sus bordes afilados, en una toma a las seis de la tarde. Aproximadamente a las nueve y media de la mañana evacua los restos, que se subastan al mejor postor.

“Me niego a que los coches sean los que me midan la vida”, exclama Herman. “¡Los putos coches son los que nos miden! ¡Ellos a nosotros! ¿Es que no ves que estamos en el lado equivocado de la ecuación?”. Y entonces decidió zamparse uno. Estaba en el mejor hotel de Jacksonville, Florida, junto a su menú de los próximos años. Un Maverick del 71 que es puro sexo. “Abrió solemnemente la boca como si fuera a recibir el sacramento pero, en lugar de eso, su flácida lengua rosada tocó metal, lamió el capó del Maverick. Estaba limpio y frío y sintió que los músculos de la tripa se le endurecían. Anhelaba tenerlo en su boca. Sentirlo en su garganta. Contenerlo en su estómago. Asombraría al mundo”.

No deje pasar esta oportunidad de sorprenderse, de leer algo realmente diferente, de reír a carcajadas y admirar la bendita locura de Crews, un escritor distinto, un personaje irrepetible. Un individuo con una visión histórica muy particular: “Todo lo que ha ocurrido en este país en los últimos cincuenta años –dijo Herman-, ha ocurrido encima, dentro o alrededor de un coche, se ha hecho con un coche o cerca de un coche. –Sonrió con su sonrisa soñadora-. Y todo el mundo quiere regresar a la escena del crimen”.

En mi opinión

Hoy me gustaría analizar para usted la situación de Francia tras unas elecciones inquitantes, en las que había que votar a la derecha para evitar que ganase la derecha. Pero no tengo nivel, lo reconozco. En los grandes medios encontrará especialistas que me dan mil vueltas. “¡En lo de Francia y en todo lo demás!”, gruñirá alguno de esos lectores que piensan que soy un tendencioso radical bolivariano.

Tienen razón. Teniendo en cuenta mis limitados conocimientos de política internacional, no debo hablar de la situación en Francia. Y de la de España, tampoco, puesto que se me ve el plumero podemita. Y el fútbol, ni tocarlo, debido a que soy colchonero/cholista hasta la muerte. Y de otras religiones, como la católica, menos: soy ateo, y como ya imaginará no tengo huevos para reirme de Mahoma. ¿Gastronomía? Imposible: me repugnan los nuevos ricos y sus paladares forjados a base de euros. ¿Arte? Ni hablar, Arco me parece una tomadura de pelo y solo me gusta dibujar animales. ¿Moda, estilo, tendencias? Iría todo el año en camiseta y pantalón corto. ¿Música? Solo escucho blues del Delta, los viejos discos de Hank Williams y los nuevos de Quique González (y Siniestro Total).

Mi opinión vale una mierda. Ya lo sospechaba, pero ha sido Ramoncín, el legendario rey del pollo frito, quien me ha mostrado la luz. Ha sido en una entrevista en La Vanguardia: “Las televisiones no quieren ahora a librepensadores que molestamos”, asegura el bueno de Ramón. Y yo me voy a aferrar a esa reflexión: no soy un zoquete bolchevique escasamente ilustrado que trata de ganarse la vida con sus pareceres y chascarrillos. No. Soy un librepensador, y estoy comiéndome los mocos en este blog porque resulto molesto a periódicos, radios y televisiones. Que lo sepa usted.

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Un motivo para NO ver la televisión

La maldición gitana

Autor: Harry Crews.

Editorial: Dirty Works.

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Cuando crees haberlo leido todo sobre perdedores, cuando piensas que no puede haber despojo humano que te sorprenda, cuando jurarías sobre un poema de Bukowski que lo sabes todo sobre marginalidad y fracaso… llegan los de la editorial Dirty Works y publican “La maldición gitana”. Una historia sobre hombres y mujeres que luchan por salir adelante en Estados Unidos. Pero olvide a Ford, Roth, DeLillo, Franzen y compañía. Una pandilla de pusilánimes. El escritor que firma el libro que hoy nos ocupa es Harry Crews, un tipo duro que nació en Georgia, luchó en Corea, impartió clases de escritura creativa en la Universidad de Florida y entre unas y otras cosas, bebió como un camello. También escribió algunos libros broncos que rezuman violencia, derrota y cierta compasión.

“La maldición gitana” es una losa sobre el lomo de Marvin Molar, el protagonista de nuestra historia. “¡Que encuentres un coño a tu medida!”, le dijo una vez “un puto hispano”. Y desde entonces, “vaya si lo encontré”, la vida de Marvin depende de Hester, o si lo prefiere de su coño: “Encuentra un coño a tu medida y ya jamás volverás a ser el mismo –decía-. Jamás hallarás la paz. Ya verás, lo mismo dará que te humille. Lo mismo dará que te mienta, te hiera, te escupa en la cara o se folle a otros hombres. Lo único que querrás saber es: ¿Volverás conmigo? ¿Me dejarás probar otra vez ese fantástico coño? Probar de nuevo ese coño hecho a tu medida será lo único que te quitará el sueño. Arruinarás a tu familia, te arruinarás a ti mismo, nada te importará”.

Por si aún no tiene los ojos como platos, le diré que Marvin Molar vive desde niño en Fireman´s Gym, el gimnasio de Al Molarsky frecuentado por boxeadores sonados y adictos a la pesa, la vitamina y el músculo. Ahí es donde quiere llevar Marvin a su chica, un nidito de amor que en realidad es un reino de tarados que apesta a linimento y sudor rancio. No se si le he dicho que Marvin no es un tipo del todo normal: nació con dos piernas enanas, posteriormente perdió el habla (“tengo un agujero en el paladar”) y se quedó sordo a los diez años. Y un par de cosillas más: “Mi cabeza es excesivamente grande y tirando a cuadrada… por arriba es como una caja. Por el pelo no se nota pero si la tocas con la mano veras que es plana”, “Mis brazos, en caliente, pueden llegar a alcanzar los cincuenta centímetros de circunferencia, y no sé lo que sabreis vosotros de brazos, pero un par de brazos de esas dimensiones hacen que la gente se detenga a mirar por la calle”.

Así las cosas, sin piernas y con brazos de gorila de montaña, Marvin encontró una salida laboral en la gimnasia: “Soy uno de los mejores equilibristas sobre manos del mundo”, asegura, mientras que en programas como el de Ed Sullivan le consideran “demasiado grotesco”. ¿Freaks? Para nada: Harry Crews está en su hábitat, el otro lado del sueño americano, y se maneja con habilidad y soltura entre personajes absolutamente perfectos a la hora de acumular cicatrices. Quizá estemos ante su mejor libro, por encima incluso de “Cuerpo” o “El cantante gospel”, con algunos párrafos francamente insuperables: “Una vez me fui a la cama con una señora sordomuda y cuando le bajé las bragas resultó que era hemafrodita, con su diminuta polla encogida y sus huevos colgando junto a su glorioso agujero. Claro que no me achanté. Es muy jodido echar un polvo cuando tienes mis deficiencias, no es como para ir por ahí rechazando ofertas. Así que le aparté las pelotas y me puse a ello”.