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Halloween

Un motivo para NO ver la televisión

Halloween

Autor: David J. Skal.

Editorial: Es Pop.

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Si es usted de los que piensa, con no poca razón, que esto de Halloween es una de las estupideces más grandes creadas por el todopoderoso imperio yankee… cierre este post y espere tiempos mejores. Si por el contrario esboza una sonrisa simplona cuando escucha, por enésima vez y quizá fuera de contexto, aquello de “truco o trato”… no se pierda el original ensayo del periodista musical David J. Skal. Le diré más: si le repugna Halloween, muchas páginas de este libro, subtitulado La muerte sale de fiesta, confirmarán su buen criterio y apoyarán su cruel teoría sobre la segunda fiesta más popular de Estados Unidos (tras Navidad).

“Pues ese ni siquiera es el disfraz más morboso que hemos vendido”, aseguraba un vendedor de Fullerton, California. “Nos vino una pareja disfrazada de JFK y Jackie Kennedy empeñada en manchar los trajes con salpicaduras de sangre y sesos para recrear lo ocurrido en Dallas”. En 1994, el San Francisco Chronicle señaló una reinterpretación reciente del típico disfraz de Richard Nixon, muy popular en la zona del Watergate. Aquellos que sintieran tal inclinación, podían optar ahora por “una versión actualizada, en honor del aún reciente fallecimiento del presidente: una careta de Nixon muerto, con la piel grisácea y pútrida y la nariz en descomposición”. Otro disfraz muy popular en 1994 fue el de Lorena Bobbitt, la famosa cortapenes, dotada de un toque de macabro glamour mediante el añadido de un reluciente cuchillo y, en vez de un bolso de marca, una bolsita de plástico que iba soltando un reguero de sangre”.

Skal recorre Halloween a lo largo de casi trescientas páginas analizando no solo el fenómeno social. Comienza recordando las raíces del engendro, es decir, las festividades paganas que inspiraron un fenómeno comercial alimentado por emprendedores de diferentes calañas, artistas ansiosos por disfrazarse, niños adictos al azúcar y la fiesta y, por supuesto, infinidad de majaras con necesidad de protagonismo. El resultado es un monstruo que sobrepasa las fronteras de Estados Unidos y se extiende por el mundo supuestamente civilizado. Una máquina de hacer dinero, sin duda. Una forma más de embrutecer a esas sociedades sin personalidad que recibimos con los brazos abiertos todo lo que llega del país de Trump. Quizá “una oportunidad para hacer frente al terror que nos rodea desde un punto simbólico e imaginativo”. En cualquier caso, un trabajo serio siempre, en ocasiones tronchante, que cuenta cómo convertir una vieja tradición en un gran negocio. Entre divertido y espeluznante.

“En el verano colonial de 1692, nadie en Salem comía pavos torturados, los pasteles no eran pavorosos y los museos de cera brillaban por su ausencia. Sin embargo, la existencia de lo sobrenatural era un hecho aceptado y veinte mujeres y hombres de Salem fueron condenado a muerte acusados de brujería. Ninguno de ellos sabía lo que era Halloween. Los puritanos calvinistas no tenían el menor interés en el Día de Todos los Santos o el día de la Conmemoración de los Fieles Difuntos, celebraciones que les recordaban a Roma y la decadencia que ellos habían rechazado”.

¡Spanish Halloween!

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