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Desconfiemos

Dicen en la televisión que España es uno de los países más solidarios del mundo. No sé si creérmelo: lo dice un tal Marhuenda tras advertir que la solidaridad es un privilegio de los países ricos. “En los países pobres la solidaridad no existe”, asegura. Y se queda tan ancho.

Todo esto viene a cuento por el famoso Caso Nadia, la estafa periodística, médica y… solidaria más famosa de los últimos tiempos. “Tras el Caso Nadia, no dejemos de confiar”, titula La Razón.

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Soy desconfiado por naturaleza. Y lógicamente se me ocurren algunas preguntas: ¿Es posible ser uno de los países más solidarios y, al tiempo, de los más corruptos? ¿Podemos relajarnos en el país de Bárcenas y Granados, de la Gürtel y los ERE, de Mario Conde y Jesús Gil, del pequeño Nicolás y el padre de Nadia, del tocomocho y la estampita, del pitufeo y el blanqueo, del enchufe y la recalificación?

Creo que debemos desconfiar. No sé si la palabra es desconfiar… Debemos exigir transparencia. Al Gobierno, evidentemente, pero también a los partidos políticos, a las ONG, al emprendedor que pide fondos para poner en marcha una empresa fascinante… y al padre que pide dinero para su hija enferma. En realidad no deberíamos exigir nada: la transparencia debería formar parte de la vida diaria. Sobre todo cuando se maneja dinero ajeno. Algo absolutamente innegociable en un país tan rico, tan solidario… y tan corrupto como España.

Quiero pensar que ser desconfiados no nos impide ser generosos, comprender las necesidades de una sociedad civil que el gobierno no puede cubrir (o no quiere), admirar la solidaridad ajena. Incluida la de unos países pobres, señor Marhuenda, profundamente solidarios. Se lo aseguro.

Un motivo para NO ver la televisión

Escapar.

Autor: Guy Delisle.

Editorial: Astiberri.

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A medio camino entre el tebeo y el periodismo, este libro, subtitulado “historia de un rehén”, cuenta la aventura vivida por Christophe André, miembro de una organización de ayuda humanitaria en la región del Cáucaso. “Escapar” analiza la situación política de la zona, uno de los lugares más calientes y olvidados del planeta, pero sobre todo cuenta la batalla de Christophe para sobrevivir, para no volverse loco, para no ceder a la presión de un secuestro.

Reconozco que “Escapar” me resultó, por momentos, profundamente angustioso e incómodo. Claustrofóbico es la palabra exacta. Semanas y semanas de monótono encierro, sin apenas luz, sopa y pan, sin información, sin hablar, sin calendario. Y todo contado por un Guy Delisle, autor de obras inolvidables como “Crónicas de Jerusalén” o “Pyongyang”, que apuesta por una monotonía similar en la distribución de las páginas: seis viñetas, cinco viñetas, seis viñetas… Así las 428 páginas, azul sobre grises, son una invitación a la reflexión íntima, al análisis personal: “Ser rehén es peor que estar en la cárcel. En la cárcel sabes por qué estas allí, y en qué fecha saldrás. Cuando eres rehén ni siquiera tienes esas referencias. No tienes nada”.

No desvelaré el final de la historia, digno de una buena novela de aventuras. Solo le diré que estamos ante la perfecta mezcla de información y entretenimiento. Un drama real narrado de manera original, con discreta belleza, a golpe de frase corta, de dibujos aparentemente repetitivos, de tenebrosa batalla interior, de resistencia pasiva.

En esta novela gráfica hay rutina en cantidades ingentes, pero ni un solo instante de tedio o aburrimiento. “Escapar” es una obsesión, el testimonio de una forma de tortura, la lectura necesaria para saber lo espantoso que puede llegar a ser el mundo actual.

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