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De vergas, obispos y presentadores

Quizá usted no sepa quién es Alfonso Merlos. Yo se lo digo: un presentador de 13TV, el canal de televisión de la Conferencia Episcopal Española. Merlos también es columnista de La Razón. ¿Ya sabe quién es Alfonso Merlos? Por si tiene alguna duda vea este vídeo…

Seguro que ya se hace una idea de quién es Alfonso Merlos. Bien, pues el bueno de Merlos es noticia no por su apasionada forma de entender el periodismo, por su defensa de las libertades o por su equilibrio a la hora de informar sobre la actualidad. No. Alfonso Merlos es noticia porque en su cuenta de Twitter dió como favorita la imagen de un gran pollón. Concretamente a la fotografía del pene de Chris Diamond, actor porno español al que la genética ha regalado una tranca de 25 centímetros. “Cada vez me convenzo más de que tenes una de las vergas más gruesas del porno!”, rezaba el tuit que favoriteó Merlos y que le convirtió en trending topic. ¡Lo que no habría conseguido con una carrera entregada a la manipulación y la propaganda lo lograba promocionando un cipote del tamaño de un pepino!

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Imagine las caras de los miembros de la Conferencia Episcopal, fans entregados de Merlos, al contemplar en la pantalla de sus iPad un pedazo de mango bendecido con la etiqueta “favorito”. ¡Milagro! pensarían esos internautas santificados con el sacramento del orden sacerdotal en su máximo grado. Acostumbrados al monaguillo en desarrollo, el miembro del protagonista de películas como “La gata sobre el pollón” o “Dinamita pa´ las pollas” sería un auténtico bocatto di cardinale.

Demasiado bonito como para ser verdad. Merlos asegura que su cuenta de Twitter ha sido hackeada. “No es una gamberrada. Es algo sofisticado”, asegura el presentador, que ve en el agraciado cimbel una conspiración en toda regla: “Me parece algo extremadamente grave no porque haya afectado a mi persona sino porque afecta a nuestro sistema de libertades”. Tiene mucha razón. Desde lo de Charlie Hebdo no se atacaba con mayor descaro y contundencia la libertad de prensa. Menos mal que aún quedan profesionales con dos dedos de frente…

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Un motivo para NO ver la televisión

El cura y los mandarines.

Autor: Gregorio Morán.

Editorial: Akal.

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Gregorio Morán es un escritor brillante. E incómodo, lo cual es magnífico. Pero la cosa no queda ahí, puesto que el columnista rebelde que no teme poner el dedo en la llaga también resulta demoledor y despiadado en los textos de largo recorrido. “El cura y los mandarines”, libro subtitulado “Historia no oficial del bosque de los letrados”, nació sumergido en la polémica: Planeta, la editorial que en principio editaba este libro, pretendió censurar diez páginas, en las que se hablaba de algunos intocables. Pero el autor, tal y como cuenta en el prólogo, no lo permitió. Felicidades por tanto a Akal, la editorial dispuesta a poner en las librerías este trabajo sin expurgación alguna, en toda su grandeza.

“El cura y los mandarines” es la historia de la cultura y la política en España en el período que comprende entre 1962 y 1996. Morán, biógrafo de Adolfo Suárez, conoce al dedillo estos años y a todos los intelectuales, políticos, novelistas y académicos que se movieron por ellos. El cura es Jesús Aguirre, personaje fundamental alrededor del que giran los mandarines: “Está siempre allí donde se escribe la Historia de España, en el Contubernio de Múnich, asesorando al ministro Pío Cabanillas, introduciendo en los cenáculos intelectuales al príncipe Juan Carlos, dirigiendo Taurus y siendo accionista fundacional de El País, él fue quien presentó en sociedad a Felipe González”.

¿Felipe González aparece en una historia de curas y mandarines? Sí, el político que “cuando llegó a La Moncloa se puso a comprar intelectuales, los compró prácticamente a todos con iniciativas tan chuscas como una exposición de abanicos en la que pagó 50.000 del ala por cada texto de tres líneas que acompañaba a cada abanico”.

Por estas intensas 826 páginas discurren personajes de todos los pelajes, cada uno con su gran historia a cuestas. Desde un Camilo José Cela (“no creo que haya en la His­to­ria de la Lite­ra­tura Espa­ñola desde Que­vedo un trepa con tanto talento para tre­par”) que llegó a flirtear con el dinero de Jesús Gil y Gil, hasta Car­men Bal­ce­lls, Gil de Biedma, Julián Marías, Juan Benet y tantos y tantos otros intelectuales de la época. Algunos elogiados, muchos despellejados. Una cuadra inclasificable que con­si­de­ró que “el hecho más impor­tante de sus vidas fue ver a Jesu­sito con­ver­tido en duque de Alba”.

La historia reciente de este país no estaría completa sin “El cura y los mandarines”, una obra polémica, sin duda, en ocasiones brutal, pero absolutamente imprescindible para entender algunas de las causas de la miseria moral, cultural e incluso social en que se encuentra actualmente España. “Nuestro patrimonio y nuestra pobre herencia cultural”, dijo el autor en la presentación.

Crónicas de una muerte anunciada

Cuando comienzo a escirbir este post, mediodía del domingo, Adolfo Suárez aún no ha muerto. Han pasado ya 48 horas, dos días, desde que escuché las primeras necrológicas, en los magazines matinales de Antena 3 y Telecinco. “Fue un gran gran hombre”, decían el viernes en los programas de Susanna Griso y Ana Rosa Quintana. Los tertulianos hablaban de Suárez en pasado, las imágenes de archivo recordaban los viejos tiempos, e incluso llamaron a Victoria Prego para hablar de la Transición.

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Tras ver y escuchar estos programas durante unos minutos apagué la televisión y me puse a hacer otras cosas. “Ha muerto Suarez”, dije en casa. Hasta la tarde no supe que Suarez no había fallecido, que solo se trataba de periodismo necrológico de anticipación. Crónicas de una muerte anunciada por el hijo del ex presidente en rueda de prensa. Un suceso que recordaba al publicado por el New York Journal en junio de 1897: la muerte del gran Mark Twain. Solo un día después en el apartado de cartas al director destacaba una entre todas las demás. La firmaba el propio Twain: “James Ross Clemens, un primo mío, estuvo seriamente enfermo en Londres hace dos semanas, aunque ahora se encuentra bien. La noticia de mi enfermedad derivó de la enfermedad de mi primo; la noticia de mi muerte fue una exageración”.

El sábado, el diario El Mundo dedicó la portada y siete páginas a Adolfo Suárez. El domingo, La Razón le dedicaba la portada y diez páginas. ¿Qué harán cuando realmente muera? ¿Repetirán crónicas apasionadas y columnas laudatorias, o considerarán que ya está todo dicho? ¿Iniciarán entonces la caza, esa búsqueda del lado oscuro que piensan que todos tenemos? Y sobre todo… ¿Qué sucedería en caso de que, de forma milagrosa o por su recia constitución, se recuperase y viviese días, semanas, meses?

No parece muy serio, periodísticamente hablando, anticiparse a la muerte. Una exageración, como dijo Twain, que dice muy poco de una profesión acostumbrada a devorar noticias con excesivo apetito, con auténtica precipitación.

Cuando cuelgo este post, Adolfo Suárez ha muerto. Descanse en paz.

P.D.

Por la dignidad.

Madrid

Fotografo: Olmo Calvo.

Un motivo para NO ver la televisión

Adolfo Suárez, historia de una ambición.

Autor: Gregorio Morán.

Editorial: Planeta.

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Publicado en 1979, esta biografía de Suárez ha marcado la vida de muchos estudiosos de la Transición. Morán es un gran periodista, y este libro demuestra que nunca fue dócil: tras la fachada del político se encuentra un personaje que no siempre se ajusta a la idea que han querido transmitir. Una figura controvertida, con un pasado turbio (portada tremenda, con Franco en las sombras y uniforme con yugo y flechas), que Morán describe apoyandose en más de 200 entrevistas. Fundamental para comprender la España de nuestros días.

Para completistas, en mayo de 2009 se editó “Adolfo Suárez, ambición y destino”, también firmado por Gregorio Morán. Una lúcida revisión de los últimos años del primer presidente de la democracia… “con todas sus luces y sombras”.

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