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El arte de informar

Francisco Peregil, corresponsal de El País en Marruecos, ha escrito un texto magistral sobre la muerte del gran escritor Juan Goytisolo. Se titula “Goytisolo en su amargo final”, y es una de esas lecturas que te reconcilian con el periodismo. Una pieza perfecta, que deberían repartir en la puerta de las facultades de Ciencias de la Información para regocijo de quienes pretendan dedicarse a este oficio. Es decir, al verdadero periodismo. Cuidado. No a la información sensacionalista, a la opinión onanista o a tantas y tantas cosas con las que hoy se confunde el periodismo.

La pieza de Peregil es modélica porque está basada en una noticia, que es la esencia del verdadero periodismo. El autor ofrece datos desconocidos, y muy interesantes, sobre los últimos días del escritor, sobre sus penurias y tristezas, sobre su soledad y sus obsesiones. Y lo hace escribiendo de maravilla. Sin una concesión a la galería, al sentimentalismo fácil: es imposible encontrar en todo el texto una línea morbosa, un párrafo que rechine. Se trata de informar al lector, no de hurgar en sus sentimientos.

Dos textos bien diferentes sobre el autor de “Señas de identidad” coinciden en el espacio y el tiempo con esta noticia perfecta, dos piezas que la engrandecen y nos ayudan a valorarla en toda su importancia. La primera la encontramos en el mismo diario. A la vera de la escrita por Peregil, y tratando de aprovechar su rebufo, el inevitable Juan Cruz nos confirma que sin auténtica información la opinión suele ser perfectamente prescindible. Una sucesión de anécdotas y reflexiones que saben a poco, paja cuando acabamos de comer grano.

Y aún más lamentable, el tratamiento que El Mundo ofrece de la misma información. “Goytisolo: malas calles, hombres, grifa y soledades”, titulan en portada una pieza que lleva un antetítulo estremecedor: “Repaso de la sexualidad”. El texto no decepcionará a los adictos al retorcimiento, con momentos especialmente inspirados como “Coqueteó con un colombiano”, “Un muchacho básicamente homosexual en la España de los cincuenta” o “El escritor, que siempre tendía a comportarse con desinterés con las mujeres, encuentra combustible para el coraje sexual”.

¿No encuentra suficiente miseria en estas frases? Pues aquí tiene una pieza añadida, titulada “Una familia con problemas entre hermanos”. Es El Mundo en estado puro, apostando por la línea artística diseñada por Pedro J y sus secuaces: el diario que busca “el lado oscuro que toda la gente tiene”.

Frente a este periodismo miserable, frente a la meditación autosuficiente, la luminosidad de Peregil. Una historia amarga que te deja un regusto dulce: el del trabajo bien hecho, el del respeto y la dignidad, el del periodismo concebido como el arte de informar.

juan