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El peso de la televisión (y de Twitter)

“Mi único seguro es creer las 24 horas de cada uno de los 365 días de los últimos 30 años en el periodismo puro“. Gervasio Sánchez, en Twitter.

“Gerva Sanchez (el entrañable pelmazo Gerva), fotógrafo de guerra, vendrá a tomarse una copa al bar de Lola. O dos”. Arturo Pérez-Reverte, en Twitter.

“Tenemos una noche muy caliente”, dijo el presentador de “La Sexta Noche” (La Sexta) después de haber entrevistado a Luis María Anson, cuando faltaban diez minutos para la una de la madrugada del sábado. A esa hora arrancó una entrevista con el foto-reportero Gervasio Sánchez. El perfil comenzó con la siguiente frase: “Es capaz de transmitir el sufrimiento porque lo vive en su interior”. Y finalizó con esta otra: “Continua viajando por el mundo, pero siempre con el peso de la guerra a sus espaldas”. El presentador se permitió una última genialidad: “¡Buenas noches, maestro!”. Y Gervasio comenzó a hablar de aquello que llama su “Guantánamo particular”: el maltrato al traductor Al Mayali, acusado sin pruebas del asesinato de siete miembros del CNI.

Gervasio lleva hablando de su Guantánamo particular desde hace años, pero en voz más alta desde el día en que El País publicó en  exclusiva el vídeo con los malos tratos cometidos en la Base España de Diwaniya (Irak). Twiter ha sido el medio más utilizado por el periodista para contar su frustración, despotricar contra El País (“Sacar una historia con ocho años de retraso es desprestigiar el periodismo. Insisto. En El País tenían conocimiento desde al menos 2005”),  y realizar graves acusaciones a los periodistas de ese medio (“Espero que a los periodistas de El País (ya saben quiénes son) se les caiga la cara de vergüenza y llamen a Al Mayali para pedirle perdón”). El pasado día 23 el diario de Prisa declaró ante el juez que había obtenido el vídeo hace un mes.

Gervasio Sánchez es uno de esos espíritus puros que le quedan al periodismo español. Antítesis de los habituales teóricos de salón, de vendedores de bestsellers de espadachines o directamente de reporteros de guerra cínicos y farsantes, Gervasio Sánchez transmite sencillez, sinceridad y compromiso. Su fuerza está basada en el trabajo de campo: incómodo en las redacciones, ha forjado su prestigio escribiendo y fotografiando allí donde está la acción. Y comprometiéndose con los más débiles, como debe hacer todo periodista. Esta versión mediática es completamente nueva.

Todo el espectáculo montado alrededor del vídeo de El País puede resultar excesivo. Demasiadas declaraciones, demasiada crispación, demasiado narcisismo, demasiados tuits… Muchas acusaciones y no tantas pruebas. Y para colmo de males, una entrevista en televisión anunciada sin mesura en Twitter: “Después de rechazar al menos 30 entrevistas (algunas sólo buscaban carnaza), esta noche estaré en La Sexta en directo”; “Esta noche en La Sexta me harán una entrevista de media hora, tiempo suficiente para sacar los colores a mucha gente. No defraudaré”; “Os recomiendo que os quedéis en casa y que os hagáis unos cubatas mientras esperáis mi entrevista en La Sexta”.

Gervasio Sánchez utilizó Twitter con generosidad. Tanto como para advertir que un compañero de El País realizaba entrevistas pactadas (“Miguel González entrevistó varias veces a Jorge Dezcallar. Jamás le preguntó por el caso Al Mayali.¿Entrevistas pactadas? POR SUPUESTO” 17 marzo) como para insinuar que la suya en La Sexta también lo estaba (“La entrevista es en directo puro y duro. Las preguntas serán las idóneas para dar a conocer las vergüenzas de un estado. Compromiso total” 23 marzo).

La entrevista tuvo lugar a altas horas de la madrugada, mucho más tarde de lo anunciado. Fue muy aturullada y bastante espesa, imposible para el telespectador que no haya seguido el enredo de cerca. Tras veinte minutos de charla, comenzó la habitual mesa de debate. Ver a Gervasio Sánchez junto a Francisco Marhuenda, el hombre que repite “seamos serios” mientras publica en su periódico que el Papa ha curado a un minusválido, es lo que nunca debió pasar.

“Yo estoy convencido de que nadie sabía nada”, dijo Marhuenda. Y Gervasio se enzarzó con el director de La Razón, que le acusó de mentir: “sinceramente, no me lo creo”. Y una tertuliana le dijo que porque no había puesto una denuncia en una comisaría. Y otra que aún está a tiempo de ponerla.

“Me sorprendió la actitud de algunos tertulianos. ¿De qué me sirve a mí inventarme que Zapatero recibió un dossier de Al Mayali en Zaragoza?”, escribía Gervasio Sánchez, como no en Twitter, tras la entrevista. Ya era demasiado tarde. En España, la televisión no es un buen  lugar para defender ideas: todo lo que toca acaba convertido en mierda.

Aunque no todos piensan lo mismo: según la web de La Sexta, el programa “rozó los 14.000 comentarios en Twitter y logró cuatro trending topics”. Un éxito.

 

Un motivo para NO ver la televisión

El ladrón

Autor: Fuminori Nakamura.

Editorial: Quaterni.

El destino, esa negación de la casualidad. El destino marcará la vida, y la muerte, del protagonista de este fantástico thriller, un carterista afincado en Tokio. No tiene familia ni amigos, toma café de bote, sueña con torres en la distancia, ayuda al hijo de una prostituta y siente una irrefrenable atracción por lo ajeno: “Solo cuando robaba las posesiones ajenas sentía que era verdaderamente libre”. Admira al irlandés Barrington, llamado “el príncipe de los carteristas”, capaz de desvalijar a parlamentarios y embajadores. Y a Dawson, carterista estadounidense que devolvía las carteras robadas con una tarjeta firmada. Y a Angelillo, autor de alrededor de cien mil hurtos. Y por supuesto a la japonesa Koharu, máxima representante de la técnica nakanuki: desabrochar el abrigo de la víctima, abrirle el monedero que le colgaba del cuello, y dejar cerrados tanto monedero como abrigo.

“No es ninguna locura. Simplemente está saboreando el poder absoluto: sentirse como Dios”. Quien ha hablado no es nuestro carterista, sino aquel mafioso que decide aprovecharse de sus artes como ladrón. Cuando se refiere al poder absoluto, a sentirse como Dios, habla de controlar el destino. Concretamente el destino de otros.

“Tengo tu destino dentro de mi cabeza. Y es una sensación insuperable”, escucha el protagonista de la novela tras recibir un encargo imposible. Y es que todo se ha complicado tras un primer trabajo que parecía sencillo. Desaparecen los compañeros. La sombra de la Yakuza vigila cada uno de sus pasos. Solo le queda avanzar hacia un callejón sin salida. Su destino está escrito.

Fuminori Nakamura demuestra en esta interesantísima novela que es un narrador eficaz, y que son merecidos todos y cada uno de los premios ganados con ella. “El carterista” resulta inquietante, embaucadora, brillante y, sobre todas las cosas, sorprendente. Gran literatura policiaca.

Pinchar para leer el primer capítulo.

 

Periodismo de guarra

Los periodistas son los ojos de las guerras. Sin ellos tendríamos una visión deformada de los conflictos bélicos, desconoceríamos el rostro de las víctimas, aumentaría la distancia entre nosotros y la realidad más cruel. Son profesionales imprescindibles, pero escasos: el periodismo de guerra es caro, peligroso y exige un nivel alto de preparación. Por eso es mucho mayor el número de periodistas que opta por otra especialización, el corazón, convirtiéndose de esta manera en periodistas de guarras. Ya saben, todas esas mujerzuelas que pululan por los platós de televisión en busca de una exclusiva, diez minutos de gloria y un talón con más de tres ceros.

Temprano legion

La unión de ambas tendencias periodísticas, el periodismo de guerra y el periodismo de guarra, géneros aparentemente antagónicos, es posible. De hecho ya hay un pionero: Miguel Temprano (en el centro en la foto), al que a partir de ahora llamaremos “el periodista total”. Porque Temprano es un periodista del corazón que, en los huecos que le dejan Sonia Monroy o Belén Esteban, hace sus pinitos como corresponsal de guerra. En “Espejo público” (Antena 3) se lo consienten.

Temprano no es nuevo en esto del periodismo de riesgo. Ustedes seguramente le conocerán por el vídeo que grabó de la modelo brasileña Daniela Cicarelli haciendo el amor con su novio en la playa de Tarifa. Un gran trabajo. O por sus fotos de famosetes y famosetas en situaciones comprometidas. No olviden que fue paparazzi antes que corresponsal de guerra: una vez se disfrazó de payaso para pillar a Paquirrín cuando salía del colegio. ¡Qué valor! También es conocido en círculos tertulianos porque confunde los esteroides con los asteroides. Lo que tal vez ustedes no sabían es que Temprano, además de reportero de guerras y guarras, es legionario de honor. Ahora ya lo saben. “Dios, patria y familia”, dice.

Así las cosas, Susanna Griso dio paso al periodista total, (Temprano, recuerden) puesto que había realizado un reportaje precisamente con la Legión. Nuestro hombre asiste a unas simples maniobras, pero el telespectador podría llegar a creer que se encuentra en el desembarco de Normandía: cámara de infrarrojos, estruendo, pólvora, soldados con ropa de camuflaje arrastrándose por el suelo entre explosiones y supuesta metralla. Acostumbrado al “Diez Minutos”, el periodista total no puede evitar convertirse en protagonista: vestido de militar, con casco y todo, habla desde una trinchera, sin resuello, como si estuviera siendo bombardeado con fuego real. ¡No estuvo tan cerca de la muerte desde que concursó en “La isla de los famosos”!

“Cero bajas, limpiada la posición… el enemigo ha sido reducido”, dice con tono melodramático uno de los lejías. “Yo estoy reventao”, jadea el periodista total. Lamentablemente la segunda parte de su trabajo, el protocolo de la unidad de zapadores ante un atentado con artefactos explosivos, con Temprano ya sin casco y con un chaleco del Coronel Tapioca la mar de aventurero, no pudo emitirse. Griso tenía al otro lado del teléfono al patrón del Alakrana. Y ya saben que si en tu programa no tienes en directo al patrón del Alakrana, no eres nadie. El periodista total acepta de buen grado el corte. “Nos hemos quedado con el vídeo a la mitad, pero bueno”, asegura, consciente de que el telespectador no se pierde absolutamente nada.

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El dato

Soldados aliados muertos a día de hoy en la guerra de Afganistán: 916 estadounidenses; 231 británicos; 133 canadienses; 36 franceses; 34 alemanes; 28 daneses; 26 españoles…

 

Un motivo para No ver la televisión

Un premio merecido: el Nacional de Fotografía concedido a Gervasio Sánchez, modelo de reportero independiente, comprometido, valiente, sin atajos, libre. Desde El Descodificador, un fuerte abrazo para este maestro de la fotografía y el periodismo. Una referencia en estos tiempos duros para la información. Esta magnífica pieza es la última que publicó en Soitu. En la imagen, Waiss el Rahman acunado por su madre en Kabul, en agosto de 1996.

Foto Gervasio