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¡A por ellos!

La crisis independentista catalana está arrastrando a la prensa a sus niveles más patéticos. ¡Por fin tienen una gran tema, algo que justifique dejar de hablar de las miserias del Gobierno! La crisis económica, la corrupción y todas esas minucias han pasado definitivamente a un segundo plano. ¿Quién puede pensar que el partido que dirige este país es un nido de delincuentes, o que ha ganado elecciones de manera fraudulenta (dopado), cuando lo que está en peligro es la unidad de ESPAÑA?

Marhuenda sabe qué preocupa a los españoles, y por eso ha diseñado su propio sistema de votación…

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“¡A por ellos!”, jalean los españoles de bien a la Guardia Civil que parte hacia las tierras ignotas de Cataluña, ese lugar donde vive gente roñosa que habla un idioma incomprensible, come cebolletas y manipula a los más pequeños. ¿Puede haber algo más miserable que manipular a los niños? Menos mal que tenemos a ABC para desenmascarar a estos insurrectos…

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“En las aulas se están creando soldados radicales para la causa”, reza en lenguaje yihadista esta portada para la historia. No es la primera vez que el diario ABC denuncia la manipulación de los antisistema a la juventud…

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No es la primera vez que se manipula a los niños, insisto. Miren a estos dos, incapaces de entender el “¡A por ellos!” que les están gritando unos señores mayores con banderas…

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¿Espeluznante verdad? Pero de todas las miserias que he visto estos últimos días en la presa me quedo con una. La más descarada y burda, quizá. La menos sutil. Aquella que me hace sonrojar cuando pienso: “yo trabajé en ese periódico”.

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Tranquilos. De aquí al domingo todos tienen tiempo para superarse.

Un motivo para NO ver la televisión

Un pueblo de Oklahoma

Autor: George Milburn

Editorial: Sajalín.

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Si usted es miembro de la secta de fieles a “Winesburg, Ohio”, de la que me considero fundador y presidente, le recomiendo que deje de leer esta miserable reseña, corra hasta su librería favorita, y compre un ejemplar de “Un pueblo de Oklahoma”. En este último libro encontrará la versión asilvestrada y arenosa del clásico de Sherwood Anderson. Un desfile de personajes secundarios que reclaman protagonismo desde el sumidero en que viven, un pueblucho miserable del medio Oeste norteamericano de los años 20 (“Mi pueblo estaba lleno de hijos de puta, había que salir de allí… pero, aún y así, era mi pueblo”). Ya sabe, depresión, hambre, marginalidad, brutalidad, racismo, analfabetismo, fervor religioso y todas aquellas cualidades que nos hacen humanos, desde la avaricia a la lujuria.

“Una tarde, de camino a casa después del trabajo, Myrtle pasó por delante del taller de la Ford. Speedy Scoggins, el propietario, estaba de pie en la entrada. Speedy llevaba casado alrededor de un año con una mujer de Red Arrow, un pueblo a casi veinte kilómetros en dirección norte,

Al ver pasar a la joven, Speedy le gritó:

  • ¡He, muñeca! ¿No quieres decirme hasta dónde llegan las rayas de tus medias?
  • No –respondió Myrtle- pero conozco a un tipo de Red Arrow que sabe muy bien hasta dónde le llegarían a tu mujer”.

Novela colectiva, “Un pueblo de Oklahoma” ofrece una serie de perfiles de supervivientes unidos por la geografía y por la miseria. Descripciones escritas con las tripas de hombres y mujeres cuyos destinos se cruzan, en una suerte de trama repleta de melancolía y lirismo. Supervivientes que son tratados generalmente de manera comprensiva y compasiva: no es fácil ser un santo en un país que corría el riesgo de ser barrido por la desesperación. La escritura de George Milburn no tiene los matices y la delicadeza de Anderson, pero su pulso literario es igual de firme, y su mirada igual de penetrante. Ni un detalle importante en la vida de los habitantes de ese pueblucho de Oklahoma escapa a los ojos de un periodista que supo cómo describir una sociedad destartalada, conservadora y en patético declive. Una nueva epopeya americana.