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La noche de los cuñadísimos

“Somos unos privilegiados. Viajamos a Siria a ver Petra…”. Francisco Marhuenda, tertuliano.

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Cada vez que el presentador del especial del sábado noche en La Sexta daba paso a París, Antonio García Ferreras repetía las mismas melodramáticas cursiladas una y otra vez: las cicatrices dejadas por los disparos en las paredes, la velas que brillan más que nunca esta triste noche, ese clavel introducido con delicadeza en la grieta del cristal roto, París tiene hoy menos luz… Era de noche en París, y quizá por eso el improvisado reportero estrella de La Sexta echaba de menos las luces: “Los yihadistas atacaron ese restaurante que veis aquí detrás, Le Carillon; ese restaurante que estaría a mi derecha, La Pequeña Camboya, un restaurante modesto, son restaurantes modestos, no son tres estrellas Michelín”, dijo, con un tono de voz entre misterioso y sombrío que recordaba al del mejor Iker Jiménez, el de las caras de Bélmez. “El periodismo para nosotros es arriesgar e incomodar”, suele repetir el director de La Sexta, que solo unas horas antes se había presentado al casting para sustituir a Sandra Sabatés en “El Intermedio”. Seguramente impulsado por esa gloriosa omnipresencia televisiva, en la cumbre de su labor como auto-enviado especial, mostró a cámara, quién sabe si como dato relevante o como exclusiva grandiosa, un gran charco de sangre. Imprescindible sin duda para entender lo que había sucedido en París.

Poca información, mucha poesía. Pocos datos, mucho melodrama. Poco periodismo, mucho cuñadismo. El cuñadismo, tertulianismo de ínfima calidad basado en el comentario superficial, hablar por hablar, charlatanes desmadrados, ha desplazado al verdadero periodismo de la televisión. Es más barato, no requiere talento, excita a las audiencias. Es, en definitiva, muy rentable. Arriesgar e incomodar, como le venía diciendo.

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No tenían mucho que contar los periodistas de La Sexta desplazados a París. Y en el plató de la cadena en Madrid, donde estaba el resto de la familia, tenían poco más que añadir. Los cuñados de siempre, hablando de todo, puesto que de todo saben. Ayer, Cataluña. Hoy, terrorismo islamista. Mañana, lo que les pongan por delante. Marhuenda, Inda, Sardá… Sí, Sardá, el legendario showman, el tipo que consiguió que Boris Izaguirre se bajara los pantalones sobre una mesa en prime time, ofreció en La Sexta una clase magistral sobre yihadismo. Y Marhuenda, el periodista que abrió su exposición situando Petra en Siria, analizó después las claves geopolíticas de los atentados. Solo se echó en falta la opinión de Jesulín de Ubrique. O mejor de Marlène Mourreau, intelectual francesa habitual en los programas de Sardá. “Al Qaeda es una creación de la CIA”, aseguró uno de los tertulianos más razonables en lo que se puede considerar la cumbre intelectual de “La Sexta noche”. ¿Esto es todo lo que puede ofrecer una televisión el día después de los atentados en el país vecino?

Veinticuatro horas antes, las obviedades solo se pudieron escuchar en TVE. El Canal 24H aprovechó su mesa de cuñados, con Alfonso Rojo y Graciano Palomo al frente, y se convirtió en la única cadena que informó en directo, por llamarlo de alguna manera, sobre lo que estaba sucediendo en esos instantes en París. Mientras, en La 1 emitían una película de Stallone. En Antena 3, “Tu cara me suena”. En Telecinco, “Sálvame”. En La Sexta, un programa de investigación sobre torneos de póker. El desprecio de las cadenas generalistas por la información es absoluto.

Atentados como el de París demuestran lo necesarios y escasos que son los periodistas de verdad en televisión. Y lo poco que aporta al telespectador el nuevo periodismo audiovisual, basado en las opiniones de medio pelo. Tertulianos cuñadísimos frente a información seria. La diferencia entre el periodismo y la telebasura.

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