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Mejor me pego un tiro

La televisión en España es tan mala, tiene tan poca imaginación y talento, que se repite y se copia constantemente. Lo cual, al tratarse de un duopolio patético, es un auténtico coñazo. Cuando localizan un filón, ahí están las dos empresas televisivas, Atresmedia y Mediaset, dándose codazos por clonarse y así poder comerse el trozo de tarta que les corresponde. La mitad, más o menos, que para eso lo tienen perfectamente organizado los capos audiovisuales.

El lunes en Antena 3 (Atresmedia) estrenaron la nueva temporada de “Casados a primera vista”, un programa protagonizado por descerebrados que se casan sin conocerse. Con las familias presentes y en la playa mexicana. Inmediatamente surgen los problemas, las relaciones no son fáciles, la pareja se tambalea, el show está servido. Auténtica telebasura construida alrededor de sentimientos falsos y relaciones enfermizas. A la misma hora, en Cuatro (Mediaset) arrancaba “Un príncipe para tres princesas”, tres hembras buscando macho en una cuadra formada por 24 sementales. “Yo me defino como una musulmana cool porque como jamón y bebo champán rosado. El champán rosado me encanta”, dice Rym, una de las princesas. “Soy de Tudela a muerte. Pienso que no hay mejor sitio para vivir. La chica que conozca, de base, tiene que saber dónde está Tudela en el mapa. Y poco más puedo añadir a mi descripción”, sentencia David, uno de los garañones.

El miércoles en Cuatro estrenan “Mejor llama a Pilar”, un programa protagonizado por descerebrados que acuden a televisión para solucionar sus problemas de pareja. “Tendrán que mirar a los ojos al miedo”, dice la melodramática presentadora de un show en el que asegura explicar “cuáles son los detonantes más comunes en los problemas conyugales y cuáles las claves para superarlos”. Infidelidades, celos, reproches, dependencias emocionales, miserias… Y una terapia chusca, de prime time televisivo, que juega con sentimientos adulterados y relaciones mórbidas.

Si esto es todo lo que puede ofrecer la televisión en cuanto a relaciones entre seres humanos, si para solucionar nuestros problemas tenemos no ya que acudir a estos programas, sino simplemente verlos diez minutos, mejor nos pegamos un tiro. Y lo siento sobre todo por Pilar, prestigiosa psicóloga con larga trayectoria como coaching, que arrancó su espacio con el increíble caso de Manoli: “cuando me quedé embarazada, mi novio me dejó y se fue con otra”. Manoli y Salva, que así se llama el novio, se tiran globos de pintura entre insultos, la terapia sugerida por Pilar, y la verdad es que la cosa parece funcionar: “A chuparla”, sentencia el que se fue con otra. Y no puedo por menos que apagar la tele. Por mi salud mental.

Un motivo para NO ver la televisión

El hombre sin talento

Autor: Yoshiharu Tsuge.

Editorial: Gallo Nero.

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Francamente triste y deprimente, aunque no por ello menos interesante, este manga sobre la vida de un tipo sin futuro. El protagonista de la historia tiene mucho del autor, un Yoshiharu Tsuge que dejó de dibujar a finales de los 80, tras sufrir un ataque de neurosis. Japonés de Tokio, Yoshiharu Tsuge nació “sin decir nada, sin un llanto, como si estuviera muerto”. El comienzo ideal para un hombre que, desde el inicio de su vida, se sitió “como si estuviera en mitad de un viaje”.

El hombre sin talento es dibujante de historietas, pero se dedica al negocio de las piedras. De la venta de piedras de río, con sus formas y colores, pequeñas obras de arte que nos regala la naturaleza. Podría ser un negocio si nuestro hombre vendiera alguna. Pero carece de talento para ese mercado: son piedras de un río sin fuerza, no tiene una tienda, no domina el mercado, los clientes buscan otras piezas… Su mujer le mira con desprecio, le considera un perdedor. Su hijo llora, le pide comida, le molesta. El hombre sin talento está enfrentado con su familia, además de consigo mismo. Y en cada página transmite soledad, inseguridad, egoismo… y también sensibilidad.

“En el mundo del manga no se aprecia el arte, se considera algo superfluo”, dice sin dar la cara, de espaldas a su mujer. “No pienso volver a dibujar nada…. No tengo ninguna intención de echar a perder mi vida por un negocio tan mezquino como el del manga”, sentencia, y se lanza a un negocio dudoso de compra venta de cámaras de fotografiar. Dormita, vagabundea, y se encuentra con algún que otro sabio. La recta final, con un hombre que conoce el lenguaje de las piedras, es maravillosa.

El protagonista oculta su talento. Como hizo Yoshiharu Tsuge, alejado de lápices y pinceles desde el 87. Los paralelismo son evidentes en esta obra con evidentes tintes autobiográficos, en los que un tipo derrotado se arrastra por las páginas de un libro que se editó en 1988, y se ha convertido en un clásico en Japón con 19 ediciones y más de 150.000 ejemplares vendidos. Tan sofocante y trágico como hermoso y fascinante.

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Génova

Hoy he tenido que ir a la capital. Nada de coche de línea, boina y albarcas. A lo grande, que estamos en 2014. Forro polar, botas y 4X4. Ya en Madrid las cosas de la vida, que como bien saben los lectores de este blog nos llevan por caminos raros, me han empujado hasta la calle Génova. Sí, esquina con Zurbano. La mismísima sede del Partido Popular. Un edificio enorme, al menos seis plantas, que parecía deshabitado: a eso de las cuatro de la tarde ni un alma entraba o salía en ese inmueble mítico, el Madison Square Garden de la corrupción, en cuyo balcón Mariano Rajoy, el actual presidente del Gobierno, saltó como un mico la noche del 20 de noviembre de 2011. Eran otros tiempos: acababan de ganar las elecciones con mayoría absoluta, tras prometer tres millones y medio de puestos de trabajo respetando sueldos, contratos, sanidad, educación pública y prestaciones sociales. Días de gloria en los que Rajoy hacía caso al populacho y brincaba, puñetero, de pura felicidad.

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Han pasado tres años y esa sede, que entonces resplandecía como un San Luis, luce desmejorada y triste, sin el brillo acharolado que cubre la piel de los monumentos a la victoria. No hay nada que celebrar. Desde el exterior no se ven luces, no hay movimientos vitales, ni siquiera una sombra fugaz como la que sobrevivió a las llamas del Windsor.  La caída de la casa Usher. Qué soledad tan sola, qué clausura monacal, qué gran pena mora.

Resulta difícil imaginar que en esa finca alicaída, la fábrica de promesas y sueños de la derecha española, un día se ataron los perros con longanizas. La Meca del hampa, Babel de la corruptela. Sí, por esas ventanas hoy sombrías entraba el sol a cascoporro. Y por esas puertas inertes pasaban no solo billetes de 500 euros, sino lo mejorcito de la política española. Gestores visionarios con contratos galácticos, en los que las indemnizaciones se pactaban en diferido. Administradores de imaginación prodigiosa que realizaban acuerdos simulados, pagaban en sobres, llevaban cuentas ignotas y acumulaban dinero desconocido en cofres ocultos. Organizadores de campañas políticas desmesuradas se movían como anguilas por los enmoquetados despachos: todo es poco cuando se trata de ideas comunes, de proyectos de bienestar social, de devolver nuestro país al lugar que se merece. Líderes visionarios para un cambio imprescindible, de una España acomplejada y triste a una España próspera y alegre. Esta era su guarida.

Un edificio colosal repleto de recuerdos sobrecogedores. Es evidente que necesita un lavado de cara, una reforma, otra, quizá los españoles tengamos que rascarnos de nuevo el bolsillo, pero de momento ahí está. En pie tras la somanta, como un monumento a la podredumbre, como un boxeador sonado, como el Cid después de muerto.

Observo el panteón donde reposan los despojos de la derecha española desde la acera de enfrente. A mi lado, quién sabe si mirando a lo que fuera el despacho de Luis Bárcenas, se levanta un quiosco en el que se puede leer la prensa del día: “El secretario de Política de Podemos, Íñigo Errejón, ha sido suspendido provisionalmente de empleo y sueldo por la Universidad de Málaga -donde es investigador- y le han abierto un expediente disciplinario… El expediente informativo pretendía comprobar si Errejón estaba en su puesto de trabajo y durante su desarrollo se han reunido indicios de comportamientos que no se ajustarían a lo acordado… El contrato estipula que debía estar 40 horas semanales trabajando en la Universidad, por lo que percibe 1.825 euros al mes…”.

Adelanto la hora de regreso al pueblo. No quiero estar por aquí cuando caiga la noche.

P.D.

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Un motivo para NO ver la televisión

Ego & Arrogancia.

Autor: Harvey Pekar.

Editorial: Gallo Nero.

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Comentábamos en esta sección, hace no demasiado tiempo, una maravilla llamada “Cleveland” en la que ese escritor inconfundible en sus rareza llamado Harvey Pekar trazaba un plano inolvidable del estado norteamericana de Ohio con la ayuda de un dibujante llamado Joseph Remnat. En esta ocasión el compañero de Pekar a la hora de ilustrar, Gary Dumm, no es tan brillante como Remnat. O no es de mi cuerda: personas, personas y personas, con cuerpos rígidos, miradas perdidas y expresiones frías. Aceptable en pequeñas dosis, como ilustrador, agotador a lo largo de las 150 páginas de esta novela gráfica.

Todo el peso de este “Ego & Arrogancia”, la biografía de Michael Malice, un tipo con un gran concepto de sí mismo, recae sobre el escritor de Cleveland. Y el rey del underground de los 90 se recrea en los rincones de un personaje a veces tierno, generalmente abominable, siempre contradictorio, que surge de la normalidad más absoluta para ir creciendo en contradicciones. Un individuo brillante, muy dotado a nivel intelectual, con grandes problemas a la hora de relacionarse con su familia, con sus amigos, con el resto del mundo. Una mina en manos de un Pekar inspirado: “Para mí, un republicano moderado es la escala más baja de vida inteligente sobre la tierra. Ser moderado en cuanto a principios es, por definición, no tener principios. Implica ser un cobardica con miedo a posicionarse sobre cualquier asunto”. “Modera tus puntos de vista en la jungla política, pero no lo hagas en los tranquilos confines de la propia mente, donde se carece de oponentes con los que lidiar. Que baboso”.

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Ahorra luz, apaga la tele

En las últimas semanas José Manuel Soria, ministro de Industria, Energía y Turismo, ha asegurado en repetidas ocasiones que no subirían las tarifas eléctricas. Hace solo unos días el Partido Popular rechazó la llamada ‘tregua invernal’, que proponía no cortar la luz a las rentas bajas que no pudieran pagar la factura eléctrica. Hoy sabemos que en enero el recibo de la luz subirá al menos un 11%.

“Voy a estar donde tengo que estar. Soy como soy”, dijo Mariano Rajoy, el increíble presidente menguante, en la cena de los idiotas con la que su partido celebró la llegada de la Navidad. Y tenía  mucha razón. Es como es: un pelele. Y en la imagen se ve que está donde tiene que estar: rodeado por  corruptos, sinvergüenzas e inútiles. Por cierto, ¿hablábamos de empresas energéticas? Pues no olvidemos que Felipe González es consejero independiente de Gas Natural Fenosa. José María Aznar es asesor de Endesa. Elena Salgado fichó como consejera de una filial chilena de Endesa. Pedro Solbes se sentó en el consejo de administración de la italiana Enel, empresa que posee el 92% de la eléctrica española Endesa. Miguel Roca es vocal del consejo de administración de Endesa. Luis de Guindos era miembro del comité de nombramientos y retribuciones de Endesa antes de incorporarse al Gobierno. Miguel Boyer ocupa un sillón de consejero en Red Eléctrica. Etc.

Pero seamos positivos… El año televisivo se cierra con una excelente noticia para nuestra factura de la luz: el Tribunal Supremo ordena al actual Gobierno que ejecute la sentencia que dictó hace más de un año por la que anulaba las frecuencias de TDT que fueron adjudicadas por el Ejecutivo de Zapatero, sin que mediara un concurso público, a los operadores que ya estaban emitiendo. Uno de esos trapicheos en los que se concedieron cadenas a dedo, engordando a los grupos mediáticos ya existentes. Un cierre que perjudica a los cuatro grupos de ámbito nacional -Atresmedia, Mediaset, Net TV (Vocento) y Veo TV (Unidad Editorial)- y beneficia a los telespectadores con criterio.

La engañifa de la TDT, ese invento que prometió televisión de calidad y solo trajo bazofia, seguirá costando dinero a los ciudadanos: los operadores solicitarán indemnizaciones. Indemnizaciones por el cierre de cadenas de serie B que rellenan sin apenas costes, con refritos y grandes bloques de publicidad. Y por la noche, con tarot y póker. ¿Calidad? ¿Indemnizaciones? Más de uno debería dar las gracias por ser liberados de un negocio que no saben gestionar ni mucho menos rentabilizar.

De todo el follón de la TDT solo queda La Sexta, como estaba previsto. Los que se conformaron con las migajas digitales fueron engañados como chinos. Y los que confiaron en la reforma audiovisual de Zapatero ahí tienen los resultados: la televisión española, más empobrecida y menos plural que nunca, en manos de dos grandes grupos, Atresmedia y Mediaset.

Los negocios son así: unas veces se gana y otras se pierde. Salvo cuando estás en el poder, o junto al poder. Entonces siempre ganas. Ganas incluso mucho: Miguel Blesa acumuló 20 millones de euros en sus últimos ocho años en Caja Madrid.

Afortunadamente el Gobierno del PP, comandado con mano firme por Mariano Rajoy, está luchando a brazo partido contra la corrupción. Prueba de ello, su apuesta por la transparencia y los castigos a los corruptos. ¿Transparencia? Ignacio González ha vetado 39 iniciativas sobre su ático en la Asamblea madrileña. ¿Castigos a los corruptos? El nuevo Código Penal de Ruiz-Gallardón se olvida de endurecer las penas por corrupción.

Apaga y vámonos.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Hud, el salvaje.

Autor: Larry McMurtry.

Editorial: Gallo Nero.

Larry McMurtry, tejano de 1936, es guionista de cine y televisión. Suyas son las adaptaciones de guiones de películas tan grandes como The Last Picture Show, de Bogdanovich, o Brokeback Mountain, de Ang Lee, esta última basada en un relato de Annie Proulx. Escritor sobrio obsesionado con la Frontera y sus personajes, McMurtry describe como pocos tanto esa forma de vida tradicional, tremendamente sencilla y dura, como las contradicciones de los protagonistas de sus historias.

Publicada en 1961, “Hud, el salvaje” es la primera novela de McMurtry. Cuenta la vida en un rancho tejano y las peripecias de los personajes que viven en él, a mediados del siglo XX. Homer Bannon es el propietario, un anciano decente y trabajador que sigue los principios de la Frontera. Y que aguanta la maldad intrínseca de su hijastro, un bastardo ególatra y arrogante llamado Bud. El narrador es Lonnie, el nieto de Homer, un observador atento y perspicaz que trata de entender los intereses y caracteres que le rodean. En ocasiones brutal, a veces épica, siempre emotiva, “Hud…” es mucho más que una novela iniciática de vaqueros. Es un canto a los valores tradicionalistas del viejo Oeste, enfrentados a los despiadados tiempos modernos.

Mi ciudad está en ruinas

“Es una mierda este Madrid / que ni las ratas pueden vivir”. Leño.

No hacía falta que vinieran el Frankfurter Allgemeine o el Financial Times a decirnos lo que ya sabemos desde hace tiempo: Madrid es una ciudad en ruinas. La capital de España vive una decadencia atroz, tanto en lo económico como en lo social y cultural, desde hace años. La actual huelga de limpieza simplemente ha terminado el trabajo, convirtiéndola en un estercolero. El detalle final, el lazo, una guinda con forma de zurullo, la Marca Madrid.

Pero no se confunda usted: Madrid ya era una mierda de ciudad antes de estar cubierta de basura. No lo digo yo, lo dicen los turistas, que habían dejado de visitar la Gran Vía incluso cuando se recogían puntualmente contenedores y papeleras. La basura actual cubre los viejos socavones (ver fotografías al final del texto, tomadas en el centro de Madrid unos días antes de la huelga). Y el tufo a vertedero tapa la hediondez del abandono, del aburrimiento, de la tristeza. Madrid se ha convertido en una ciudad desolada, abúlica, desaliñada, desvalida, abandonada a su suerte.

Bien es cierto que Ana Botella no se debería haber comido el marrón de la huelga de limpieza. En estos momentos debería estar en un spa portugués, saboreando una relaxing cup of café con leche. Botella nunca ha sido una verdadera alcaldesa. Hasta las ruedas de prensa le quedan grandes: culpa a los piquetes de “vandalizar” la huelga. En cualquier caso, debería haber dejado el cargo tras la tragedia del Madrid Arena. Ya entonces estaba acabada. “Nos hemos acostumbrado a un nivel de limpieza muy alto”, llegó a decir a modo de excusa antes de la huelga, cuando las calles ya estaban desvencijadas y llenas de porquería. Pero prefirió seguir aferrada a su sillón.

Los madrileños pagan religiosamente sus impuestos, incluidas las tasas de basura, al Ayuntamiento de Madrid. Pero el Ayuntamiento, en lugar de gestionar el servicio de recogida de basuras lo privatiza. Y cuando vienen mal dadas se excusa diciendo que la huelga de limpieza no es un problema suyo: que las calles sean un estercolero no es su responsabilidad, es el resultado de un conflicto entre la empresa contratada y los trabajadores que ésta pretende despedir. Mientras tanto, los madrileños que salen a trabajar, hacer la compra o llevar a los niños al colegio tienen que rodear montañas de basura, pisar líquidos putrefactos, respirar la peste de la desolación.

¿Solución? Botella da un ultimátum de 48 horas a las empresas concesionarias de la limpieza: anuncia que la pública Tragsa se hará cargo del servicio una vez que el incumplimiento de los mínimos sea denunciado a la Fiscalía. ¡El retorno a lo público! Demasiado tarde. Resulta que en Tragsa aseguran que solo están obligados a actuar en caso de alertas sanitarias… y Botella afirma que esta situación no se da en la capital. Yo tengo otra alternativa: que dimitan Botella y sus secuaces. Y que un Ayuntamiento responsable y dispuesto a trabajar recupere el control del servicio de limpieza y retire el expediente de regulación de empleo. Es decir, que el nuevo Ayuntamiento se comprometa a gestionar, a trabajar, en lugar de escurrir el bulto y privatizar. Una vez despejado el camino de roña quizá podramos volver a soñar con un Madrid vivo. Hoy es solo una sombra de lo que fue.

 

 

Un motivo para NO ver la televisión

Cleveland

Autor: Harvey Pekar y Joseph Remnat.

Editorial: Gallo Nero.

Imposible hablar de la decadencia de Madrid y no pensar en “Cleveland”, un comic de carácter urbano y social editado hace solo unas semanas por Gallo Nero. Porque “Cleveland” habla precisamente de la ascensión y caída de la sede del condado de Cuyahoga, el más poblado del estado de Ohio, en Estados Unidos. Una ciudad industrial que vive su momento de gloria durante la segunda guerra mundial, cuando sus fábricas de hierro y acero la convierten en toda una potencia económica.

Pero poco a poco el sector productivo comenzó a perder empleos. La industria dejó paso a los servicios de baja cualificación. Y el tráfico de drogas invadió los suburbios. En 1990 Cleveland caería de la 6ª a la 23ª posición en la lista de las ciudades más pobladas de los Estados Unidos. El abandono.

La película de la vida de Harvey Pekar en Cleveland comienza en 1939. Es la página 44 del libro, cuando tras dar a conocer al lector los entresijos de la ciudad y los detalles de su historia, el escritor comienza a hablar de sí mismo. Y es que Pekar es una leyenda: responsable de las historias autobiográficas “American Splendor”, sus textos han sido ilustrados por artistas del calibre de Robert Crumb o Joe Sacco.

En esta ocasión es Joseph Remnant quien dibuja los textos de Pekar. Y lo hace de maravilla. Ambientes urbanos, sombras y nieves, personas que se arrastran por las calles… Todo en un grandioso blanco y negro. Tan brillante como la introducción de Alan Moore.

Un comic impresionante, que demuestra el talento de Pekar como narrador y de Remnant para convertir  toda esa emoción en viñetas. Imprescindible.