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Agradecido

Hasta hace solo unos días en el Valle de los Caídos, un cementerio con 34.000 muertos registrados, solo había dos cadáveres identificados. El de un dictador y el de un falangista icono del franquismo. Ahora, gracias al juez José Manuel Delgado, sabemos que en esa espantosa necrópolis también se encuentran dos anarquistas fusilados en el 36: los hermanos Manuel y Antonio Lapeña Altabás. Por justicia, reparación y agradecimiento deberíamos recuperar los cuerpos de los dos últimos y enterrarlos con la dignidad que exige tanto su lucha como sus familias.

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Debemos mucho a los que lucharon contra el franquismo. Defendieron esa democracia que ahora consideramos sagrada, y se enfrentaron a una dictadura que muchos actualmente consideran superada. ¿Seguro? En España ganó el fascismo, algo que no sucedió ni en Inglaterra, ni en Francia, ni en Italia, ni siquiera en Alemania. No es fácil limpiar esa roña.

El fiscal acusa al ministro en funciones del Partido Popular Fernandez Díaz, el del angelito Marcelo, de entorpecer las gestiones: “El señor ministro nos puso trabas en el camino derogando el articulado de la perpetua memoria recogido en la Ley de la Jurisdicción Voluntaria, en la reforma de julio de 2014”. ¿Superado el franquismo? El PP lleva tiempo poniendo zancadillas a la Memoria Historica, bien retirando las ayudas para exhumaciones, bien cerrando oficinas de Víctimas del Franquismo. Quédense con sus angelitos (en la imagen, un concejal del PP con una bandera franquista en el Valle de los Caídos), sus mausoleos y sus héroes golpistas, y dejen que mostremos nuestro respeto y agradecimiento a quienes realmente lucharon contra el fascismo, por la democracia.

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Un motivo para NO ver la televisión

DM3

Cd: West of Anywhere.

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DM3 es una banda australiana de culto que surgió a comienzos de los 90, grabó tres grandes discos de power pop arrollador, y desapareció en el 99 sin dejar huella. La buena noticia es que ahora se pone a la venta, en edición cd y vinilo, un disco con las 18 mejores canciones de estudio del trío comandado por Dom Mariani. Auténticos trallazos, y temas de gran calidad melódica (baladas y medios tiempos), que nos recuerdan lo grande e interesante que fue la nueva ola de las antípodas.

 

El duelo

Dicen los especialistas que, cuando se produce una muerte trágica, hasta que no se despide a la persona querida no comienza el proceso de duelo. Este un mecanismo que en estos días, con motivo del accidente del avión de Germanwings, nos recuerdan una y otra vez todos los medios de comunicación. Los equipos de psiquiatras y psicólogos aseguran que hay situaciones terribles en que la despedida tarda en llegar, y que entonces se producen largas esperas que solo sirven para aumentar el dolor. “Lo que necesitan los familiares es apoyo psicológico, tratamiento y dignidad”, afirma Pilar Vera, presidenta de la Asociación de Afectados del vuelo JK5022 de Spanair. Con motivo de este accidente el decano del Colegio de Psicólogos explicó que es fundamental algún tipo de “cierre”, que es necesario que se identifique al familiar como oficialmente fallecido. Poner fin al duelo, aplicar un bálsamo para el dolor.

Le cuento todo esto porque, viendo la última portada de La Marea, recordé que hay mucha gente, además de los familiares de las víctimas de grandes accidentes aéreos, que tienen que cerrar sus duelos, que necesitan un trato digno, que llevan años acumulando dolor ante la indiferencia de políticos, jueces y administraciones. En la portada de La Marea se puede ver la silueta recortada de España flotando entre nubes, con un niño con una pala en el centro. Bajo sus pies, en las raíces del país, cráneos humanos. Los de los 130.000 desaparecidos por el franquismo.

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Más de 130.000 desaparecidos, con miles de familiares directos que no han podido “cerrar” el duelo, que son ignorados por el estado, que llevan décadas indefensos, sumergidos en la indiferencia y el dolor.

“La verdad de la dictadura aún molesta”, titulaba Babelia, el suplemento cultural de El País, una información sobre la gestión de la memoria. Jorge M. Reverte era contundente: “Queda Franco para rato”. Y es que la sombra del dictador es alargada, y va mucho más allá de los rótulos de algunas calles o del Cabildo de Fuenteventura, que ha tenido que esperar hasta la pasada semana para retirar los honores y distinciones concedidos en su día a Francisco Franco.

Verdad, justicia y reparación para cerrar el duelo de las víctimas del franquismo. Para avanzar en la historia.

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Un motivo para NO ver la televisión

Paz

Autor: Ahmet Hamdi Tanpinar.

Editorial: Sexto Piso.

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No se me ocurre mayor placer que pasear sin prisas por las calles de Estambul, quizá por la zona universitaria, detenerse en un viejo café, sentarse junto a la ventana y leer “Paz”. El olor de los bollos calientes, el rumor de las conversaciones, la luz difuminada por el cristal cruzándose con el humo… y la maestría de Tanpinar a la hora de describir el pulso de la ciudad, de ver en el camarero a “un tasador de seres humanos. Claramente un tasador de hombres”. La perfección. “Se acurrucó en un rincón entre el olor a aceite requemado, las canciones en griego, los gritos de los camareros, las sonrisas prestas que parecen volar por el aire, los vapores del alcohol y el humo de los cigarrillos… Las voces en su interior continuaban a pesar del estruendo que le rodeaba”.

“Paz” forma, junto a “Estambul” de Orhan Pamuk, la pareja de guías literarias perfectas para la ciudad del Bósforo. Pero mientras que la obra de Pamuk tiene mucho de autobiográfica, la de su maestro Tanpinar tiene unos protagonistas que viven en las calles, que ganan y pierden, que aman y sufren, que viven con intensidad una ciudad tan fascinante como sus propias vidas.

“En un días de agosto como aquel, esos barrios de Estambul aparecían exhaustos por la suciedad, el polvo y el calor. En todas partes saltaban a la vista el aliño a la ruina, el hastío multiplicado por el calor, multitud de rostros enfermos y cansados y el desplome fisiológico. Hasta ese punto se parecían la ciudad y sus habitantes”.

“Paz” es un preciso relato socio-político de la sociedad otomana en un periodo fundamental de la historia, poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero sobre todo es una crónica, en ocasiones fiel, en otras lírica, de la vida en una ciudad única, especial, que vive momentos de dudas y de esperanzas. Un libro imprescindible.

“Allí, en medio de tanta miseria, suciedad y descuido, entre los hombres y mujeres en andrajos que llenaban las calles, tullidos, cansados, que se habían lanzado a la calle sin encontrar un momento para afeitarse o peinarse, brillaba de repente en el lugar más inesperado una fuente de tiempos pasados con sus miradas, su estampa y su personalidad vencen el desaliño de su indumentaria y no te permiten la oportunidad de fijarte en otra cosa que no sea su rostro…”.

Pincha para leer las primeras páginas.

 

El rey de la comedia

“Mañana al taller, podéis venir de mecánicos”, dijo el Rey de España reconvertido en monologuista de “El club de la comedia”. Como el abuelete que, sentado al sol en la residencia, cuenta una y otra vez la misma anécdota, Juan Carlos se aferró a lo mejor de su repertorio: ese viejo chascarrillo que sigue consiguiendo que sus fieles seguidores (vasallos) se partan el pecho. “Lección de buen humor del rey en la víspera de su operación”, rezaba el pie de foto de La Razón, fancine que llevó el chiste real a su portada.

En España, este es el nivel de la prensa, de la monarquía y hasta de la sanidad. Porque el rey más campechano de todos los tiempos ejerce de humorista popular, de cachondo, pero a la hora de pasar por el “taller” elige uno privado y se trae al “mecánico” de los USA. Una broma es una broma, pero cuando se juega con la salud cada uno en su sitio: ustedes en alguna lista de espera, yo en mi habitación de la clínica Quirón.

A muchos ciudadanos les gustaría ver al rey operarse en una clínica pública. Sería una forma sencilla y eficaz de defender el sistema sanitario del país en un momento clave: solo unas horas antes de la operación miles de personas, la Marea Blanca, recorrió las calles de Madrid tras la paralización cautelar dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid de la privatización de seis hospitales de la Comunidad. Pero no, el rey elige una vez más una clínica privada y a los que critican el gesto les llaman demagogos. Son razones de seguridad, dicen. Motivos logísticos, aseguran. E insisten en destacar la inagotable capacidad de trabajo del monarca: “Su majestad cumple con su agenda hasta solo unas horas antes de la operación”, afirman en Antena 3 refiriéndose a que Juan Carlos recibió a 16 embajadores poco antes de entrar en quirófano.

Con el mismo celo con que cuida su imagen, la de la monarquía, podía velar por la salud de lo público: la reforma del Gobierno deja sin asistencia sanitaria a 2.300 personas cada día. Pero no seamos toca cojones y no metamos el dedo en la llaga. Informemos con rigor y precisión de las cosas importantes. “Al rey le gusta operarse tarde, para que las primeras horas de la convalecencia coincidan con la noche… y despertar de la anestesia con el nuevo día”, asegura sin despeinarse la reportera de Antena 3 desplazada a la clínica.

Una prótesis es una extensión artificial que reemplaza una parte del cuerpo que falta por diversas razones. Al rey le falta cadera, y a los españoles sentido común. Sí, esa facultad que poseen algunos elegidos para juzgar razonablemente las cosas, para tomar las decisiones correctas, para distinguir al gato de la liebre. Si los españoles tuviéramos, mayoritariamente, un mínimo sentido común, no consentiríamos esta antigualla que es la monarquía, una colección de fósiles vivientes solo comparable a un bando de celacantos.

Regresemos al comienzo: el chiste del taller. Y vayamos un poco más lejos en el humor. Porque de tanto ir al taller, lo normal es terminar en el desguace…  “¿Y si el rey muere en el quirófano?”, se preguntaba el gran Isaac Rosa en su imprescindible columna en eldiario.es.

 

P.D.

En el mismo instante en que Juan Carlos entraba en el quirófano para ser operado, las víctimas del franquismo se reunían en el centro de Madrid para denunciar la impunidad de los verdugos y denunciar la inmovilidad de los tribunales. ¿Acaso la Transición no fue ejemplar? ¿Por qué nos cuesta tanto reconocer el franquismo? ¿Será porque no lo hemos superado, porque su esencia aún habita entre nosotros? Nos vemos en el taller de la democracia.

 

Un motivo para NO ver la televisión

La rata en llamas.

Autor: George V. Higgins.

Editorial: Libros del Asteroide.

Tercer título de George V. Higgins, auténtico maestro de la novela negra norteamericana, publicado primorosamente por Libros del Asteroide. Una novela perfecta para entrar en el hampa que nos propone este maestro del género, puesto que en “La rata en llamas” es donde lleva más lejos, si cabe, la característica que le convierten en leyenda: el diálogo. La historia está contada, prácticamente  en su totalidad, mediante conversaciones entre los protagonistas: policías, abogados, chorizos, pirómanos, camareras…

Higgins es el rey de la charla, del palique, del parloteo. Los protagonistas se convierten en narradores. Hablan sobre todo de la trama que sirve de columna vertebral de la novela: un abogado de medio pelo que contrata a dos delincuentes cutres para que incendien un edificio de su propiedad ocupado por negros que no le pagan el alquiler. Pero no solo hablan de eso. Están en bares, en despachos, en la calle, y salpican las conversaciones con detalles de sus trabajos, anécdotas sobre sus miserables existencias, reflexiones sobre su estado de ánimo, su visión del futuro, sus esperanzas y miedos, sus familias…

“La rata en llamas” resulta adictiva. Se lee en el tiempo en que se cruzan un puñado de conversaciones en las calles del viejo Boston.