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La tele

El mundo de la televisión puede llegar a ser, a nivel informativo, tremendamente monótono y aburrido. Audiencias, banalidades, estrenos soporíferos, tertulias insoportables… Se lo dice alguien que ha sido responsable durante más de doce años de El Descodificador, un blog dedicado a la pequeña pantalla y aledaños. Por eso resulta tan emocionante como gratificante encontrar una noticia de esas que te reconfortan el espíritu, te devuelven la fé en el ser humano y te obligan a volver a creer en la grandeza de la televisión, el medio de comunicación más poderoso de todos los tiempos.

Félix Millet, expresidente del Palau de la Música condenado a un año de cárcel por tráfico de influencias en la tramitación urbanística del Hotel del Palau, se llevó a casa, en el momento de salir en libertad, la tele que había comprado en el economato de la prisión de Brians 2 y se saltó una “norma no escrita” de la trena: dejar el aparato a los reclusos que se quedan entre rejas. ¿Estamos hablando quizá de un Bang & Olfsen modelo BeoVision Avant de 85” con definición UHD (4K), iluminación LED directa con atenuación de retroiluminación local 2D valorado en 21.995 euros, sin contar con el soporte y las gafas 3D? No, la tele que se llevó Millet bajo el brazo era un aparato rudimentaria sin carcasa posterior, especial para las celdas, que cuesta unos 150 euros.

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Que un empresario de la categoría de Millet, miembro de la empresa inmobiliaria Renta Catalana, presidente de la Agrupació Mútua y de Bankpime, vicepresidente tercero de la Fundación FC Barcelona y miembro de la Fundación Pau Casals y del patronato del Institut Catalunya Futur, además de flamante Premio Cruz de San Jorge, rompa con las leyes no escritas del trullo, se juegue el pescuezo y se quede con una televisión rudimentaria e incompleta de 150 pavos demuestra cuán importante era ese electrodoméstico para él. Los tiene bien puestos este Millet, un tipo duro capaz de ganarse la enemistad de cientos de reclusos por una tele chunga.

Seguro que Millet es de los que nada más cruzar la puerta de casa ponen la tele. Para estar acompañado. La gente con dinero a veces está muy sola. Su egoísmo suele ser ilimitado, descomunal, pantagruélico. Ahí tienen al padre de Neymar, el delantero brasileño que se embolsó 40 millones al fichar por el Barcelona y disfruta de un salario anual de 8,8 millones de euros, amenazando a la Agencia Tributaria: “Si no tenemos una situación fiscal confortable nos iremos”, ha dicho Neymar senior en Radio Barcelona (Cadena SER).

¿Una situación fiscal confortable? Deseo todo el confort del mundo al señor Neymar senior, un tipo acusado entre otras cosas de evasión fiscal, de estafa y de cobrar comisiones con orgías. Y un buen viaje. Espero de todo corazón que, si se queda, no tenga que ver nunca los partidos de su hijo en una tele de 150 euros. Es de los que al salir se la llevaría…

Un motivo para NO ver la televisión

Gallo de pelea.

Autor: Charles Willeford.

Editorial: Sajalín.

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Frank Mansfield tiene 32 años y un objetivo en la vida: convertirse en el mejor gallero de los Estados Unidos. Su obsesión por las riñas de gallos finos es tan grande que ha hecho un voto de silencio: no dirá una sola palabra hasta que gane el Premio al Gallero del Año. Mudo, Mansfield recorre los rings del sur recóndito, la Georgia racista y rural de los años cincuenta, con la boca cerrada y las jaulas repletas de aves pendencieras. En la primera parte del libro le acompaña una guitarra Gibson acústica: nuestro hombre es un bluesman autodidacta original y brillante que, lamentablemente, dispone de un repertorio de solo tres canciones. En la segunda tiene un socio, que le ayuda a entrenar a sus animales, auténticos purasangres con plumas.

“Gallo de pelea” cuenta la historia de un hombre obcecado por lo que considera un deporte (“Una riña de gallos no puede amañarse… en ningún otro deporte en los Estados Unidos apostará en condiciones tan decentes”), con una filosofía vital a la que dedica todo su dinero y sus energías. “En el 320 a.C. un viejo poeta llamado Chanakia escribió que el gallo le enseña cuatro cosas al hombre: a pelear, a levantarse temprano, a comer con su familia y a proteger a su esposa cuando se mete en problemas. Yo había aprendido a pelear y a levantarme temprano, pero nunca me había llevado muy bien con mi familia, ni tenía esposa a la que proteger”.

El autor de esta obra de carretera y picaresca es el norteamericano de Arkansas Charles Willeford, un tipo polifacético que se dedicó a escribir tras vivir la Gran Depresión, luchar en la II Guerra Mundial, boxear, pintar, actuar y entrenar caballos de carreras. Sabe lo que dice cuando habla de perdedores, de soñadores y de la supervivencia en los bajos fondos. Reconocido autor de novela negra, Willeford escarba en las entrañas de la gente y describe de maravilla a aquellos personajes que no tienen demasiado futuro: “Su cara me recordó a un pedazo de piedra roja labrada toscamente por un escultor aficionado y abandonada mucho tiempo a la lluvia y demás inclemencias del tiempo”.

Al terminar este libro el lector se ha convertido en un experto en peleas de gallos. Conoce las diferentes razas de aves, los procesos de selección y las fases de entrenamiento, su alimentación, cuidados y pesos de combate. Y sabe cómo montar los espolones para la pelea, cómo realizar las sueltas en la arena, en qué condiciones se realizan las apuestas… ¿Cómo es posible que un tema tan lejano y minoritario resulte tan fascinante? Porque “Gallo de pelea” está tan jodidamente bien escrito que mientras lees puedes oler el polvo que levantan los pollos al luchar. Que es casi como oler la gloria.

“A fin de cuentas, el gallo que cacareó después de que Pedro negara a Jesús tres veces ¡era un gallo de pelea! Eso cuenta la Biblia y es un pasaje importante de narices”, sentencia Willeford en esta obra maestra de la Norteamérica profunda.

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