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Encuentre las diferencias

Tengo que confesarle que me llena de orgullo y satisfacción que el mensaje de navidad del rey Felipe VI haya perdido 1,5 millones de espectadores con respecto al año anterior. Un 12% menos de audiencia en relación a 2014. Lo que, si tenemos en cuenta la interesante situación política de los últimos meses, resulta muy significativo: el rey cada vez pinta menos, cada vez interesa menos. Los ciudadanos se sienten más atraídos que nunca por la política y sus derivados, devoran debates y analizan informativos, hacen quinielas con los pactos y hasta siguen las asambleas de la CUP, y sin embargo poco a poco pasan del hijo de Juan Carlos y su Salón del Trono, la sala más ostentosa del Palacio Real, escenario elegido para el discurso navideño.

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Podía haber leído su insípido discurso, vacío de todo contenido social, de la mínima realidad callejera, en su despacho, en la cubierta de un yate o en el jardín de la casa de Bertín Osborne. Pero eligió un escenario de otra época, dorados y leones, grandes espejos, despilfarro luminoso y mesas de patas retorcidas, para recordarnos que vivimos en mundos diferentes. En el nuestro, en el que el Gobierno propone una subida del salario mínimo del 1% para 2016. Y el suyo, en el que se habla de acabar con desigualdades y desahucios desde un escenario grotesco, acogotado por un desparrame de lujos, pompas y boato.

Mientras la monarquía pierde fuelle, una asamblea de perroflautas se convierte en llave maestra de la política española. Entiéndase esta frase como una provocación. Y una alcaldesa antisistema abre el madrileño Palacio de Cibeles, sede del Ayuntamiento de Madrid, para una cena de Navidad que la Fundación Mensajeros de la Paz y el Ayuntamiento ofrecieron a personas sin hogar. Mire las dos fotografías, admire los palacios y encuentre las diferencias…

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P.D.

Periodismo…

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Un motivo para NO ver la televisión

Jan Karski. El hombre que descubrió el holocausto.

Autores: Marco Rizzo y Lelio Bonaccorso.

Editorial: Norma.

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No es un mal camino este cómic para entrar en la vida de Jan Karski, un personaje legendario de la resistencia contra los nazis. Yo recorrí el camino en sentido contrario, comenzando por sus monumentales aventuras narradas en el imprescindible “Historia de un estado clandestino” (Acantilado), y ya conocía la historia que resume de manera apresurada el libro de Norma. Una pena, porque el excelente trabajo de Marco Rizzo y Lelio Bonaccorso, guionista y dibujante, queda algo reducido cuando pierde su capacidad de sorpresa.

Jan Karski fue un superviviente, un héroe, un crónista del holocausto y cien cosas más. Su trepidante vida no tiene nada que envidiar a la del espía más astuto, a la del más valiente de los guerrilleros, a la de los hombres que dieron su vida en el frente luchando contra el nazismo. Nacido en Polonia en 1914, diplomático, Karski fue miembro del estado secreto polaco que operó en la clandestinidad durante la Segunda Guerra Mundial. Sirvió de enlace entre el gobierno en el exilio y la resistencia. Y visitó el gueto de Varsovia, invitado por dos judíos, para luego contar a los aliados, al mundo entero, qué estaba pasando.

Testigo del Holocausto, Karski atraviesa una Europa en guerra para ser recibido en Estados Unidos por un presidente Roosevelt que no cree demasiado en sus palabras. De todo esto trata este excelente cómic, de escrupuloso guión y dibujos intensos y hasta emocionantes. Léalo, y cuando termine corra a por “Historia de un estado clandestino”, uno de esos libros inolvidables.

 

La nueva monarquía

El rey Felipe acaba de celebrar la habitual recepción de autoridades en Baleares, donde se encuentra de vacaciones tras el relevo en la Corona. Y lo cierto es que ya se notan los cambios, la modernización, el nuevo aire de la institución tras la baja del campechano cazador de elefantes: el protocolo ha sido tan estricto que algunos periodistas no han podido asistir a la recepción por no vestir traje y corbata.

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Solo he tenido un traje. Lo compré para la boda de mi hermana, hace más de 25 años. Era gris oscuro, de una tela fibrosa muy desagradable al tacto y ligeramente reflectante. No tenía hombreras, pero los pantalones eran anchos, la espalda estrecha y las mangas largas. Parecía un espantapájaros. Solo me lo puse ese día. Dinero tirado. Afortunadamente no me compré corbata: me prestaron un lazo tejano con un corazón de plata. El enterrador alcoholizado y sifilítico de un pueblo minero del viejo Oeste no hubiera tenido peor aspecto.

Impedir que un periodista cumpla con su trabajo por no vestir traje y corbata es una gran putada. Primero, porque con los sueldos que pagan actualmente los medios de comunicación solo podrán cubrir los actos monárquicos de redactor jefe para arriba. Y segundo, porque dice muy poco del cambio generacional en la Corona: las cosas han cambiado para que todo siga igual.

¿Y si con Felipe VI sucediera como con Gallardón II? Ya sabe lo que decía el padre del actual ministro de Justicia: “Si yo le parezco conservador tiene que conocer a mi hijo”.

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Sobre la crisis del periodismo. En el prestigioso diario La Vanguardia buscan jóvenes estudiantes con algún grado o postgrado para cubrir la información, texto y fotos, de diferentes actos de las fiestas patronales de Barcelona. Deberán hacerlo de manera gratuita, cediendo todos los derechos, de forma “indefinida y para el mundo entero”, al periódico del Grupo Godó. Y luego dicen que no hay trabajo…

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Más sobre la crisis del periodismo. Naves “Rosetta” contra virus. ¿Ciencia contra miedo?

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Un motivo para NO ver la televisión

En la frontera del color

Autor: Charles Waddell Chesnutt.

Editorial: Baile del sol.

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Charles Waddell Chesnutt (Cleveland 1858-1932) es el primer gran escritor negro de la literatura norteamericana. “En la frontera del color” recopila nueve excelentes cuentos marcados por el tema racial. Chesnutt describe en estas historias la vida rural del sur profundo y los barrios grises de las grandes ciudades, y habla de las personas y sus diferencias. Negros y blancos, pero también mestizos. Mezclas de sangres que no siempre se notan en el color de la piel. Tonos diferentes para distintas formas de entender la vida, de relacionarse socialmente, de sobrevivir en un país que atraviesa un proceso complejo.

“En la frontera del color” no es ni moralista ni muchos menos ñoño. Los cuentos siempre tienen dos o más lecturas, y están impregnados de una fina ironía. Chesnutt conoce los dos lados del camino, y habla de ambos con naturalidad, sin rencor, con ánimo literario. El libro, absolutamente recomendable, ya comparte estantería con Erskine Caldwell, Sherwood Anderson, Eudora Welty, Faulkner y otros grandes de la vieja Norteamérica.

 

Renovación y libros de texto

En el Telediario (TVE) del día de la coronación de Felipe VI, un monográfico monárquico, entrevistan a los niños de un colegio. ¿De qué colegio? Lo ignoro, pero debe ser muy bueno porque todos los pequeños hablan maravillas del nuevo rey mientras toquetean sus flamantes tabletas, todas iguales, protegidas por fundas todo terreno. ¿Un colegio donde cada alumno tiene su tableta? Sí, así de moderna es esta España nuestra. Y es que ya se notan los efectos de esa monarquía “íntegra, honesta y transparente” que vende el diario El País en su portada.

Al día siguiente voy a recoger las notas de mi hija en su colegio de Talavera de la Reina. Buenas notas. El profesor dice que ya podemos encargar los dos cuadernillos de ejercicios del próximo curso. De los libros no debemos preocuparnos: seguirán siendo los del llamado “Programa de Gratuidad de Libros” de Castilla-La Mancha. Se mantienen en los centros públicos y concertados, son prestados cada curso a los alumnos, y en teoría se renuevan cada cuatro años. Lamentablemente llevan ya siete años sin ser renovados, y el profesor nos confirma que para el próximo curso tampoco lo serán. Es decir, que el año que viene los libros de mi hija habrán pasado por ocho mochilas, por dieciseis manos, por infinidad de horas de estudio y malos tratos. Imagine su estado. Faltan sobrecubiertas y páginas, las esquinas están dobladas y roñosas, los textos subrayados, los personajes históricos lucen mocos, bigotes y manchas de plátano…

Tabletas resplandecientes contra libros de texto con ocho cursos en sus lomos. Esta es la España “unida y diversa, basada en la igualdad, en que cabemos todos” de que habla el nuevo rey. La España de esa “Leonor: niña y princesa” que, como cuenta el cada vez más esperpéntico diario monárquico El País, “está siendo educada como una niña normal, sin tutores ni un plan especial”. Parece que la estoy viendo ahora mismo, ojeando con sus deditos reales las mugrientas páginas de su libro de mates de octava generación.

No se pierdan el promo-reportaje de El País, por favor. A la niña-princesa le encanta parar, mirar y pensar antes de tomar una decisión. Igual que él. Felipe no habla mal de nadie. Leonor tampoco”. “Leonor está siendo educada por sus padres en la adquisición de ese sexto sentido regio que consiste en calar a los interesados o a los que pretendan aventar la vida de su hogar”. “Leonor es una “mediadora por naturaleza”, dispuesta a poner paz y concordia en las grescas escolares”.

España. Un país tan moderno, avanzado y creíble como su Corona. Esa “Monarquía renovada para un tiempo nuevo” que prometió Felipe VI en su discurso tras ser proclamado rey de España. Y para que el populacho vea que no van de boquilla, que no son palabras huecas, los nuevos reyes se van de primer viaje oficial a… ¡El Vaticano! Renovación, tiempos nuevos… y libros viejos.

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P.D.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Celda número 8.

Autores: Roslund & Hellström.

Editorial: RBA.

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Anders Roslund (1961), periodista, y Börge Hellström (1957), ex presidiario, trabajan en equipo. Escriben novelas policiacas. El primero aporta su años como reportero de investigación, el segundo experiencia en la rehabilitación de jóvenes convictos y drogadictos. Les unen un puñado de escritores de referencia y Ewert Grens, un comisario jefe de la policía de Estocolmo. Rolund y Hellström crearon a Grens, grandullón y atormentado, que cojea y es adicto a las canciones pop, que duerme en un sofá de su despacho y solo sonríe cuando baila. “Celda número 8” es el nuevo caso del comisario Grens.

Todo comienza en un crucero, cuando el cantante del grupo que ameniza la navegación patea la cabeza de un cliente borracho que molesta a las mujeres. Cuando el barco llega a puerto, la policía detiene al agresor. Y cuando le identifica comprueba que tiene documentación falsa, que es norteamericano y… que está muerto. Muerto de un ataque al corazón cuando esperaba ser ejecutado en una prisión de Estados Unidos. La historia, que va y viene en el tiempo, nos cuenta con detalle este fabuloso enredo. El asesino de una mujer escapa del corredor de la muerte, algo absolutamente inaudito, y es detenido seis años después en Suecia. ¿Volverá a Estados Unidos para ser ejecutado? Le esperan con los brazos abiertos y las inyecciones letales preparadas. Una novela negra inteligente, moderna y muy bien escrita.

El nuevo rey

Ver al nuevo rey de España, el hijo del campechano y hermano de la imputada, el preparado, recorrer las calles de Madrid en el Rolls de Franco, vestido de militar, entre gritos de “Viva España”, rodeado de cuerpos de caballería, gastadores y soldados de infantería, le devuelve a uno la ilusión de ser español. Esa ilusión que solo unas horas antes nos habían quitado Iniesta, Del Bosque y compañía. Esa ilusión que nos quieren robar los catalanes independentistas, los vascos abertxales y los bolivarianos de Podemos. Esa ilusión que nos tratan de hurtar los agoreros que se empeñan en recordarnos que vivimos en un país con seis millones de parados, un Gobierno corrupto, hambre en las escuelas y un 22% de los españoles sumergidos en la pobreza.

Ver a los reyes de España, los nuevos y los viejos, con las campanas de la Almudena repicando de fondo, en el balcón principal de la Plaza de Oriente, es justo lo que España necesita. La imagen, saludando al pueblo llano moviendo sus bracitos, como los gatitos chinos, transmitía esa estabilidad que nos quieren rapiñar los antisitemas, los parados de larga duración, los jubilados que no llegan a fin de mes y los enfermos que deben esperar un año para ser operados.

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¡Cómo ondeaban al viento las banderitas que había repartido Ana Botella entre los madrileños! La unidad reinaba en las calles de Madrid. Ni una protesta, ni un símbolo republicano: la policía tenía orden de retirarlos, como recomiendan las reglas democráticas más elementales. Todo eran aplausos y besamanos. Y vivas a los nuevos reyes. ¡Cómo saludaban a sus súbditos! ¡Y cómo les aclamaba a ellos el populacho! Emoción a raudales. La fiesta de la democracia, sin duda.

El pueblo de Madrid agradeció en las calles al nuevo rey, Felipe VI, que ofreciera a los españoles un primer discurso en el que resumió a la perfección el carácter de la institución: un coñazo total. Repleto de frases hechas y obviedades. Que si las nuevas tecnologías, que si el siglo de la ecología, que si la unidad de España, que si la modernidad, que si la renovación de la monarquía, que si la ejemplaridad, que si pitos y flautas. El discurso escrito por un secretario que Felipe VI leyó con la misma emoción con que el camarero le canta a usted el menú del día. El discurso de un rey, personaje medieval, que rechina en pleno siglo XXI. “Un discurso demasiado detallista”, dijo un comentarista de TVE que mataría por hacerle la bisagra a Letizia.

Un discurso sin alma para un líder sin chicha, para una institución antediluviana, para un país que apesta a rancio, a corrupto, a franquismo no superado, a socialista monárquico, a diferencias cada vez mayores entre el poder político y económico y los ciudadanos. Un discurso mediocre para un país gris, dócil y sumiso que no se si me da más pena o más asco.

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 P.D.

La policía detiene a una mujer por llevar la bandera tricolor.

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