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Reality Show

Se entera uno de cada cosa… Por ejemplo de que el Papa lleva marcapasos desde hace diez años. Y de que hace unos tres meses se sometió a una operación para cambiar la batería del aparato. La pila. Lo dicen ahora que el hombre se retira, incapaz de soportar la presión que conlleva ser el comercial de Dios en la tierra. Una barbaridad de curro, muchos viajes, muchas intrigas, demasiados disgustos. El bueno de Benedicto, con el corazón a trompicones, traicionado por su mayordomo y con algunas pesadas losas en el lomo, se siente tan solo y cansado como para retirarse a un monasterio. Puede que uno de Mallorca, que es donde terminan un sinfín de alemanes. Ante tan trascendente noticia, los medios se vuelven locos: TVE manda a sus presentadores a Roma, desde donde abren el Telediario. Y el diario El País le dedica la portada, abriendo a cinco columnas, y las primeras quince páginas, que son todas las dedicadas a Internacional. Será que el resto de actividades del planeta se ha detenido para despedir al Sumo Pontífice.

El presentador del Telediario comenta la renuncia de Benedicto XVI con una pared detrás. Nos han advertido que se encuentra en Roma, pero muy bien podía estar en un polígono de Móstoles. Una vez que se ha hecho el viaje, yo por lo menos le habría puesto delante de una pizzería. Y otra cosa: jamás incluiría en una pieza supuestamente informativa las declaraciones de ciudadanos que pasean por la calle, puro relleno: “Debía estar cansado, el hombre”, dice un tal Franchesco…Pero se supone que en TVE saben lo que hacen, o al menos lo que escriben: en el guión de una de las piezas principales recuerdan al televidente asuntos tan espinosos como que Joseph Aloisius Ratzinger miró para otro lado cuando surgieron escándalos de pederastia, que su papado ha estado marcado por escándalos y asuntos turbios, y hasta que en su juventud perteneció a las Juventudes Hitlerianas.

Lo cuenta el propio Ratzinger en su biografía con total naturalidad: enrolarse en las Juventudes Hitlerianas era algo común entre los jóvenes de su generación. ¡Joder con los jóvenes de su generación! La prensa alemana llegó a llamarle “Panzerkardinal”, pero el tiempo cambió a nuestro hombre hasta el punto de condenar el Holocausto. Muy aficionado a los trajes despampanantes, Ratzinger cambio el recio uniforme de la Wehrmacht por las livianas albas, casullas y mitras del Vaticano.

Pero cuidado, porque ahora viene lo bueno: ¿Quién será el sucesor? Comienzan las apuestas, las intrigas, las luchas de poder. Durante las próximas semanas no se hablará de otra cosa. ¿Será italiano, americano o africano? ¿Será viejo o joven (menos de setenta tacos)? ¿Será conservador o… menos conservador? Desde este modesto blog no podemos aportar grandes cosas en torno a esta carrera por el poder católico que acaba de comenzar. Solo puedo adelantarle quien NO va a ser el nuevo Papa: Falete.

No por que no se lo merezca, no sea religioso hasta la médula o su pasado no esté inmaculadamente limpio de devaneos fascistas. Sino porque está comprometido, puñetero, con otro reality show. El cantante acaba de firmar con Antena 3 para ser uno de los 18 concursantes de “¡Splash! Famosos al agua”, versión ibérica de un concurso de piscinas y trampolines. La Esther Williams de Triana.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Alberta Hunter

CD: Remember my name.

La recomendación de hoy será breve, puesto que se trata de la edición, por primera vez en cd, de un clásico del blues. “Remember my name” es la banda sonora de una película dirigida por Robert Altman en 1978, y protagonizada por Anthony Perkins y Geraldine Chaplin. La música es de la gran Alberta Hunter, cantante de Memphis que, con 82 años, interpretó diez canciones propias en esta banda sonora. Una maravilla de nuevo en circulación. Como todo, absolutamente todo, lo que grabó esta demoledora vocalista de intensa vida.

Mirando para Cuenca

Dicen que la televisión es un reflejo de la realidad, un espejo en el que ver pasar la vida. De ser esto cierto, que podría ser, las cosas están mucho peor de lo que nos imaginábamos. Hace un año por estas fechas, La Sexta emitía imágenes de un Fernando Alonso que, al volante de un resplandeciente Ferrari rosso corsa, subía al podio en el Gran Premio de Turquía. El pasado viernes esa misma cadena estrenó “Famosos al volante”, con Falete subido a una furgoneta gris estropajo de la autoescuela San Cristóbal. Ni siquiera llevaba abrochado el cinturón de seguridad. Hemos pasado del lujo, el glamour y el presupuesto de la Formula 1 a los suspensos de una flamenca en los exámenes teóricos de un programa de saldo. Pedazo de crisis.

Pasar de Alonso a Falete no es dar un paso atrás, es tirarse de cabeza desde el Empire State. “Famosos al volante” es un programa tremendamente cutre, insólitamente gañán, estremecedoramente sórdido y, sobre todo, escandalosamente malo. Cuesta trabajo imaginar un reality de perfil más bajo, de menor nivel. Es difícil pensar en una televisión peor. Un grupo de famosetes de serie C (¿Quiénes son Soraya, Agustín Jiménez o Rafa Méndez?) intenta sacarse el carné de conducir con el método supuestamente revolucionario de una autoescuela de Cuenca.

Acabáramos: La Sexta intenta poner al telespectador mirando para Cuenca. La ciudad castellano manchega se ha convertido en la meca de la enseñanza y el adiestramiento al volante. Y es que la autoescuela San Cristóbal utiliza un método intensivo que se basa en la convivencia durante 15 días de todos los alumnos aspirantes. Purita tele realidad. El resultado, absolutamente soporífero, ni siquiera es apto para todos los públicos: “¡Me cago en la hostia puta… ¿Qué pollas haces aquí?”, le dice el profesor, un supuesto genio, a uno de los alumnos. “¡Te pego una hostia con la mano abierta que te arranco la cabeza!”, sentencia el grandioso pedagogo.

Programas como éste nos advierten de la desaceleración sufrida por la televisión en España. No hay dinero, dirán. De acuerdo, pero tampoco hay talento. Ni siquiera controles de calidad: “Famosos al volante” es un sub producto que no debería pasar los filtros de ninguna cadena. No debería emitirse, no debería rodarse, ni siquiera debería imaginarse. En primer lugar porque es la escoria de la escoria, una copia defectuosa del lado menos imaginativo y más chusco de la ya mediocre y chusca telerealidad. Y en segundo, porque está condenado al fracaso: un rácano 3.2% de audiencia en el día de su estreno, apenas 540.000 espectadores, le auguran el futuro que se merece.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Actúa

Varios autores.

Editorial Debate.

Están todos ustedes invitados…

Gibson versus falete

Durante el tiempo que me dediqué a la música presencié un sinfín de duelos entre Gibson y Fender, dos leyendas de las seis cuerdas. Por eso cuando en La Sexta anunciaron el choque entre Gibson y Falete pensé en la gloriosa marca de guitarras de Nashville (Tennessee) enfrentada a una fábrica de contrabajos de Barbate. Pero no. Se trataba del choque televisivo entre un actor, director y productor de prestigio internacional, habitual en las superproducciones de Hollywood, y… el novio de la víctima de un secuestro express. ¡En el rincón de la derecha, con Pablo Motos como preparador (“El Hormiguero”, Cuatro) y con motivo de la celebración de su 500 cumpleaños…Mel Gibson! ¡En el rincón de la izquierda, con Wyoming como técnico (“El Intermedio”, La Sexta) y a rebufo de “El Hormiguero”… Falete!

Falete jugaba con ventaja: Wyoming no quiso robarle protagonismo. Pablo Motos a Mel Gibson sí. El presentador de “El hormiguero” habló más que su invitado, hizo más chistes, avanzó sus bromas y hasta se disfrazó con los mismos piños podridos que el protagonista de “Arma letal”. “¡Eres el puto amo!”, le soltó un Motos entusiasmado después de que el actor contase su broma favorita: “convencer a un tío para que bebiese su propia orina”. Aparte de este pequeño detalle (una entrevista irrelevante), el programa 500 resultó, como de costumbre, acelerado, intenso, ruidoso, variado, en algunos momentos incluso divertido… ¡Felicidades!

El programa 575 de “El intermedio” intentó contrarrestar el efecto Gibson con otro peso pesado: Falete. Las audiencias dirán. De momento puedo adelantarles que La Sexta ofreció resistencia, con momentos francamente delirantes, como la traducción simultánea (castellano-andalú) inicial o la definición que hizo el invitado del presentador: “le caben el Titanic y Cristina Almeida empaná”.

Dos buenos programas. Parte de la mejor televisión que se hace ahora mismo en España.

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P.D.1

El presidente de RTVE, Alberto Oliart, aseguró en comparecencia en el Senado que “una plantilla poco flexible le obliga a subcontratar”. Para dar fuerza y credibilidad a las declaraciones de su jefe, en la televisión pública han anunciado el fichaje de José Luis Uribarri como animador del festival de Eurovisión. Uribarri tiene 74 años, ocho menos que Oliart y 24 más de la edad máxima con que 4.120 trabajadores de TVE fueron invitados (ostracismo o pensión del 92% del sueldo) a jubilarse.

P.D.2

Al padre Samuel, cura del pueblo toledano de Noez y Totanés, no le dio por la pederastia. No. Sólo robaba y se prostituía. Se gastó 17.000 euros de la Hermandad del Cristo en líneas eróticas,  y en el tiempo que le dejaba libre el teléfono ofrecía sus servicios sexuales en internet (foto incluida) por 20 euros la hora. En “El programa de Ana Rosa” (Telecinco) tratan el tema con el rigor habitual: “¿con la sotana se notaba que estaba bien dotado?”, le pregunta la reportera callejera del programa a una señora que podía ser mi abuela. Mi abuela o Ana Rosa sin botox.

P.D.3

En el cierre de la Pasarela Cibeles el diseñador-carnicero Jesús Lorenzo presentó una colección creada con restos de animales muertos. Pieles. Es decir, tortura. Dos activistas de la asociación ecologista “Igualdad Animal” interrumpieron la llamada Cibeles Madrid Fashion Week para recordárnoslo. Les guste o no, piel es asesinato…

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Un motivo para NO ver la televisión.

Ray Wylie Hubbard.

Cd: A: Enlightenment B: Endarkenment (Hint: There Is No C).

Guitarrista de Oklahoma formado musicalmente en Texas, Ray Wylie ha grabado una docena de discos muy regulares en los que enlaza los sonidos campestres con el blues. El resultado es un country blues cadencioso, generalmente acústico, que arrastra las notas y no hace concesiones comerciales. Un tipo al margen del negocio, de la imagen, que se centra en su guitarra (una Gibson, hoy no podía ser de otra manera) y en contar historias de conejos, poetas borrachos y ángeles que tropiezan. Una oscura e imprescindible leyenda. Y un grandísimo último disco que se acaba de publicar: A: Enlightenment B: Endarkenment (Hint: There Is No C).