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En busca de los discos perdidos

Un motivo para NO ver la televisión

En busca de los discos perdidos.

Autor: Eric Spitznagel.

Editorial: Contra.

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La historia que cuenta este libro puede parecer absurda: el autor del texto pretende recuperar aquellos discos que marcaron su juventud, y que vendió de mala manera en el momento en que el vinilo dejó paso al CD. Pero no quiere copias actuales o reediciones de aquellos títulos. El muy freak quiere hacerse con los mismos discos exactamente, con sus saltos en el comienzo del tema 3 de la cara B. Con la marca de vaso de gin tonic en la carátula. Con el olor a marihuana del que utilizó como escondite de droga. Esos discos fueron su vida y quiere que vuelvan a serlo.

Una historia absurda, insisto, si no fuera porque está escrita por Eric Spitznagel, periodista musical de enorme talento que ha firmado, entre otros medios, para Rolling Stone, Vanity Fair o Esquire. Spitznagel sabe de música, pero sobre todo sabe de gente que ama la música: es uno de ellos. Y conoce todos los tics, todas las manías, todas las debilidades de aquellos individuos capaces de dar la vuelta al mundo por un single de los Flamin Groovies solo porque tiene una canción inédita en la cara B.

“El dolor me estaba cercando deprisa. Veía cómo me envolvía. Lo olía en el aire. Me rodeaba en círculos como un tiburón en busca de la manera de penetrar. Si me quedaba allí sentado, encontraría tarde o temprano la manera de acceder a mi pecho. Tenía que hacer algo, encontrar un modo de mantener mi cerebro ocupado y distraído. Así que fui a buscar mi copia del Let It Be. No estaba en ninguno de los lugares habituales, así que amplié la búsqueda. Busqué por las estanterías, vacié las cajas, escarbé en cada armario. Prácticamente puse la casa patas arriba intentando encontrarlo… Deshacerme de mis discos y mi tocadiscos fue algo que hice sin pensar demasiado. Pero durante aquella noche, mientras deambulaba por mi apartamento de Burbank envuelto en una nebulosa, vaciando estanterías en busca de joyas, habría dado cualquier cosa por recuperar mi Let It Be”.

Spitznagel me cayó bien desde el principio: uno de sus discos favoritos es el “Let it Be” de los Replacements. El disco que quiso escuchar cuando murió su padre. Pero me fascinó completamente cuando inició su trabajo de investigación, mezcla de detective privado y adulto tratando de recuperar la frescura de sus raíces. Habla de los discos, de la música y los músicos con tanto conocimiento como entusiasmo, ironía y desparpajo: es un tipo divertido. Pero resulta aún más recomendable el perfil que traza del maniaco de la música, del coleccionista de vinilos, del seguidor acérrimo de un determinado grupo, de todos aquellos, en resumen, que hemos estado enganchados de forma irracional al rock.

Nick Hornby hubiese firmado feliz este libro. Un canto a la música como escuela de vida, como último refugio, como un mundo personal e intransferible al que siempre podemos regresar.