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ABC se radicaliza

 “Los diarios son los que hoy hacen buen periodismo en España. Internet es antidemocrático, populista, extremista y de izquierdas”. Bieito Rubido, director de ABC.

¿Ha visto usted la portada de ayer jueves de ABC? El prestigioso diario conservador, un medio centenario propiedad de un gran grupo mediático, con prestigiosos profesionales en su redacción, se está radicalizando de manera peligrosa. Si sigue así, no me extrañaría que dentro de poco veamos al director del fanzine en cuestión completamente engorilado, rompiendo las farolas de la calle donde se encuentra la sede de Podemos con una muleta. El Bieito manteca.

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Para hacer una portada como la de ayer hace falta ser un nefasto diseñador gráfico, un periodista tan mediocre como tendencioso, un manipulador torpe, un propagandista nefasto, un mamporrero de saldo y, si me apura, muy mala persona. No se qué pensarían los fundadores de tan venerable diario, en el que un día apareció en portada la fotografía de un dictador de la talla de Franco junto a la frase “El artífice de la patria renacida”, si pudiesen ver ese maquiavélico fotomontaje del líder de un partido democrático con cinco millones de votantes.

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¡Pobre ABC! Y pobres de sus lectores, venerables ancianos en manos de periodistas asustaviejas sin escrúpulo alguno: ¡Que vienen los comunistas! ¡Les van a sacar de las residencias, les van a quitar las pensiones, y luego les van a quemar vivos junto a monjas y curas! Vean la cara del coletas, un radical peligroso, un antisistema venezolano, un asesino en serie, el nuevo Stalin. Les da miedo, ¿verdad?

P.D.

Por primera vez en un siglo, el diario ABC salió a la calle el pasado miércoles sin las firmas de sus periodistas. ¿Una huelga por la baja calidad del periódico, por haber contratado a ultras como columnistas, por haberse convertido en un órgano de publicidad gubernamental? No, hicieron huelga de firmas como respuesta a los nuevos despidos y recortes salariales que planea la empresa. Ya es tarde. Es imposible que un periódico tan malo, tan tendencioso y ridículo, tan poco periodístico, sobreviva sin ayudas del poder. Les bajarán los sueldos, y les despedirán, porque hace tiempo que han dejado de dedicarse al periodismo. La propaganda es una profesión diferente, que requiere otro comité de empresa y trabajadores distintos.

Qué pena. Debieron rebelarse antes, cuando todavía eran un periódico dedicado a informar.

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Un motivo para NO ver la televisión

Una temporada en Tinker Creek

Autora: Annie Dillard.

Editorial: Errata Naturae.

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No hay suplemento literario o revista de libros que no le haya dedicado una portada. No hay librería que no le haya destinado una balda. No hay editorial que no haya publicado algún título sobre el tema. Hablo de la llamada Nature Writing, la literatura dedicada a la fauna y a la flora, a los grandes espacios abiertos, a la naturaleza salvaje y su relación con el hombre.

Siempre ha habido Nature Writing, es evidente, pero si ahora estamos hablando de ella, si es noticia en el mundo del libro, si se ha puesto de moda entre lectores inquietos que necesitan respirar aire puro, es por culpa de Errata Naturae. La exquisita editorial madrileña (vea sus portadas, acaricie el papel, lea sus libros) lanzó hace dos años una colección indispensable, Libros Salvajes, que señalaba el camino al resto de editoriales. Su primer título, “Mis años Grizzly”, se subtitulaba “en busca de la naturaleza salvaje”. De eso iba la cosa, de humanos que necesitan volver a sentir el frío en la piel, el aire en los pulmones, la tierra en las botas y la compañía de osos, lobos, águilas y búfalos.

“Ahí reside el auténtico poder. Es sorprendente que los árboles puedan convertir la grava y las sales minerales en esos lóbulos de bordes suaves ; es como si yo, al morder un trozo de granito, comenzara a crecer, a echar brotes y florecer. Los árboles parecen llevar a cabo sus prosas sin ningún esfuerzo. El noventa por ciento de las partes vivas de un árbol se renueva cada año. El agua que asciende por el tronco puede llevar una velocidad de cuarenta y cinco metros por hora; en pleno verano, un árbol llega a mover una tonelada de agua diaria. Un olmo grande podría, en una sola estación, fabricar alrededor de seis millones de hojas, con su compleja estructura, sin alterarse lo más mínimo. El árbol se queda ahí, acumulando madera seca, mudo y rígido como un obelisco, aunque por dentro está bullendo; se escinde, sobre y se extiende; levanta toneladas y las arroja al aire en un despliegue de flecos verdes. No hay nadie que explique ese poder gratuito; la dinamo del tulípero produce más tulípero y se alimenta de lluvia y aire”.

Hasta ahora han publicado seis títulos salvajes, todos absolutamente recomendables. El que hoy nos ocupa es de los mejores, de los más originales, conmovedores y literarios. La escritora norteamericana Annie Dillard supera una neumonía y, con solo veintiséis años, decide abandonar la ciudad y vivir en un valle de la cordillera de los Apalaches. Rodeada de vegetación y de animales, Dillard mira, siente, observa, piensa, se hace preguntas y, finalmente, escribe. Y lo hace de maravilla, con una sensibilidad enorme que jamás resulta empalagosa, con una fuerza arrolladora, con inflencia de los clásicos y referencias a la filosofía campestre.

“La evolución ama más a la muerte que a ti o a mí. Es fácil escribirlo, fácil decirlo, pero difícil de creer. Las palabras son simples, el concepto es claro, pero no te lo creer, ¿verdad? Yo tampoco. ¿Cómo me lo voy a creer con lo adorables que somos los dos? Entonces, ¿son mis valores diametralmente opuestos a los que mantiene la naturaleza? Ahí está la clave”.

Annie Dillard ganó el Premio Pulitzer de Ensayo por “Una temporada en Tinker Creek”. Normal. Es un canto épico a la naturaleza salvaje, una apología de la vida libre, una demostración de que lo simple, lo sencillo, es lo auténtico. Una obra gozosa, una explosión de luces y olores, una invitación a regresar al campo. Imprescindible.

I Master de Rock and Roll Matutino Sobre Ruedas.

Corazones de cartón

Enrique Urquijo y Los Problemas

Era un genio. Un genio tímido que presumía de haber dormido en los coches. Un artista inseguro que, decía, se volvía vulgar al bajarse de cada escenario. Con Los Secretos, su banda de toda la vida, grabó buenas canciones y ofreció conciertos excelentes. Pero para disfrutar del auténtico Enrique había que acercarse al bar del barrio, al café con escenario diminuto, y escucharle a tres metros de distancia, acompañado por Los Problemas. Enrique escribía canciones emocionantes: le cantaba al desamor, a la mala suerte, a la soledad. Sabía de que hablaba. Dos de mis canciones favoritas, que no son las más conocidas pero definen de maravilla el carácter, y el talento, de un hombre bueno y un gran músico. Corazones de cartón y, de propina, No lo sé.

 

 

Servicio público

“Lo que manda es el dinero”. Los reyes del empeño.

La Sexta, cadena B de Atresmedia, el negocio audiovisual de José Manuel Lara, ha estrenado un programa muy bueno y muy bonito y muy práctico que se adapta de maravilla a las necesidades actuales de los ciudadanos españoles. Se llama “Los reyes del empeño”, y es tan bueno y tan bonito y tan práctico que debería considerarse servicio público: los telespectadores tienen ocasión de aprender picardías y trucos para poder deshacerse de sus objetos personales, recuerde que estamos en crisis, y así poder llenar la nevera, pagar la hipoteca o incluso el tratamiento para la hepatitis C. El reloj del abuelo, el equipo de música, el anillo de boda… Un usurero le dará cuatro duros por esos objetos, el muy joputa, pero a cambio usted igual puede llegar a fin de mes. Y si resulta que no es su caso, que usted tiene perras y es un consumista desenfrenado, no se pierda el chollo: puede ahorrarse sus buenos euros si compra de segunda mano, chorretones de fritanga incluidos, esa freidora a la que tiene echado el ojo.

Un ejemplo: Francisco se acerca a la tienda para vender un ventilador, un muñeco teledirigido y una cafetera. Pide por todo 30 euros. “Vengo por necesidad”, dice. “Cuando salga usaré el dinero para dar de comer a mis hijos”. Un gran programa, qué duda cabe. Docu realidad de la buena. Servicio público en estado puro.

Considerando el momento social que vive España, en La Sexta muy bien podrían haber apostado por formatos como “Los reyes del desahucio”, “Los príncipes de la malnutrición” o incluso “Los monarcas de la pedofilia”. Pero como por algún sitio hay que empezar, los chicos de Lara han puesto a currar sus neuronas a tope y han creado un espacio original basado en el trapicheo y la segunda mano. Algo que debería funcionar de maravilla en un país con una situación económica como la nuestra, insisto. ¿Cómo dice? ¿Que ya existen programas similares en otros países, como “La casa de los empeños”, “Empeños a lo bestia” o “El precio de la historia”? Bueno, pues retire lo de original y lo de neuronas a tope…

“En el mundo del empeño nadie dice la verdad”, reconoce la voz en off que introduce el programa. Lo importante es negociar, afirman. Un tipo se presenta en la tienda con unas botas de Messi que quiere pulir. “¿Las quieres empeñar o vender?”. Vender, “por 6.000 euros”. Los reyes del empeño se retiran a sus oficinas “a estudiarlo”. Estrategia, tensión y regateo son, dicen, los ingredientes del programa. “Aquí ha metido su puto pie Messi, estoy tocando su sudor, las tengo en mi puta mano. ¡Es lo máximo! ¡Las quiero en mi tienda!”, dice el tendero a su socio. Regresan al mostrador y ofrecen 650 euros por las botas. “Por eso no las vendo… como mínimo por 3.500 euros”, afirma el vendedor. “Te voy a decir una cosa: A mí me gustan las cosas que hayan tocado gente especial en el mundo, vamos a decir… por eso te doy 800 euros en efectivo ahora mismo”, responde el trajeado chamarilero. “No. Por menos de 2.500 no las puedo vender”. “De verdad las quiero, y quiero ayudarte: quédate con 850 y hacemos trato ahora mismo”. “De 1.800 no bajo”. “Te doy 950 euros, es mi última oferta, y te prometo que nadie en toda España te va a dar este dinero. Piénsatelo”. “Os agradezco vuestro tiempo, pero de 1.500 no puedo bajar”. “1.100 euros, cógelos, de verdad, hazme caso”. “1.150”. “1.250”. “No puedo, 1.150, ahora mismo, hazme caso, firma, no vamos a llegar a más, te lo prometo, por mi vida”. “Trato hecho”.

Para esto no hace falta poner la tele, pensará el lector con criterio. Basta con acercarse al Rastro cualquier domingo por la mañana. ¿Y el resto del programa? Pues más de lo mismo, pero con otros objetos y diferentes pardillos. Como viene siendo habitual en esa fábrica de talento que es la tele española, se trata de una burda copia, hasta en los detalles más pequeños, “nunca se sabe que va a entrar por esa puerta”, de los programas similares que se emiten en otros mundos. Un espacio de auténtico saldo.

En el vídeo, la versión original de “Los reyes del empeño”

 

Un motivo para NO ver la televisión

Han llovido 15 años.

CD/DVD Homenaje a Enrique Urquijo.

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Enrique Urquijo, uno de los grandes genios del pop-rock español, se marchó el 17 de noviembre de 1999. “Han llovido 15 años” es parte de la letra de la última canción grabada por Enrique, “Hoy la vi”. Y el título elegido por Rafa Higueras, impulsor de un proyecto que culmina con este homenaje, en forma de CD/DVD con 20 versiones de canciones suyas interpretadas por amigos y seguidores. La lista de colaboradores es larga: Leiva, Los Elegantes (Juanma del Olmo, Pedro López), Burning (Johnny Cifuentes), Mamá (Jose Mª Granados), Pancho Varona,  Álvaro Urquijo-Los Secretos,  Chema Vargas-Jesús Redondo (Los Secretos), III Republica (Josu García y Pablo Martín), Marwan, Andrés Suárez, Txextu Altube, Rafa Higueras, Ramón Arroyo (Los Secretos), Diego Cantero Funambulista, Casa Rusa, Vicky Gastelo, Rebeca Jiménez, Jorge Marazu y César Pop.

Todos los temas que forman este “Han llovido 15 años” son magníficos. ¿Las versiones? Algunas se ajustan a las originales, otras, las mejores, sorprenden. Como por ejemplo el enorme blues en que los Burning convierten “Siempre hay un precio”, solos de guitarra incluidos. O los metales del vitamínico “Desde que no nos vemos” de Juanma Elegante. O el emotivo “No lo sé” de Mamá. O los temas interpretados por Álvaro Urquijo y Ramón Arroyo.

Un disco nostálgico, no podía ser de otra manera, que nos recuerda que Enrique era un compositor descomunal, que su talento era ilimitado, y que sus canciones continúan emocionando. Se le echa mucho de menos…