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Ficción histórica

La foto tiene miga. Una pareja de príncipes disfrazados de civiles saluda a una pareja de actores disfrazados de reyes. El batiburrillo es de órdago. La monarquía, auténtica ficción histórica, se ve reflejada en esta pantomima audiovisual como en los  espejos del hall del museo de cera. Deformada, grotesca, patética. Imagino el diálogo: “Hola, ¿Qué ashe?”; “Pues aquí, rodando una serie. ¿Y ustedes vosotros?”; “Pues aquí, viendo cómo rodáis una serie”; “Pues si no les importa seguimos, que entre el maquillaje y la ropa viejuna esto de la ficción histórica es un coñazo”.

Reyes y truenos

Y es que Felipe y Letizia asistieron al rodaje de la escena final de la serie de TVE “Isabel”. No podían esperar a verla por televisión, querían saber cómo acababa la cosa. Normal que, después del epílogo que para los reyes tuvo la revolución francesa, los príncipes de Asturias anden inquietos y quieran confirmar que Fernando e Isabel corrieron mejor suerte que sus vecinos del norte. Aunque la verdad es que Isabel no tiene muy buena cara: parece compaginar el rodaje de “Isabel” con el de “The Walking Dead”.

La Casa del Rey ha informado que Felipe y Letizia “se han declarado seguidores de la serie”, y “han visitado asimismo las áreas de maquillaje, atrezo y vestuario, donde han podido comprobar hasta qué punto se ha cuidado el rigor histórico en la ambientación de la serie”. Comprobar el rigor histórico. Un coñazo.

Si los príncipes lo que quieren es airearse, salir a la calle, sentir el aliento del populacho en el cogote, yo les diseñaría otro programa de visitas. Menos ficción histórica y más realismo presente. ¿Qué tal unas cañas en el barrio del Gamonal? ¿Y una tarde de compras en la Rosilla? ¿Y un paseíto por el hospital de Toledo, con cadáveres en los pasillos? ¿Y qué me dice de un relajante puente sabático en un ático marbellí, amplio y soleado, cedido por algún político de élite? Si quieren sol, pero con más ambiente, pueden acercarse a las costas de Ceuta. Y es que España es un país de contrastes, campo y playa, repleto de lugares donde pasar un rato agradable. Pero no seamos paletos… Tampoco estaría mal un fin de semana en Suiza, con una visita guiada a los principales bancos en los que tienen cuentas los patriotas españoles.

 

Un motivo para NO ver la televisión

La vida soñada del capitán Salgari.

Autor: Paolo Bacilieri.

Editorial: Norma.

Salgari

La vida de Emilio Salgari, escritor de algunas de las novelas de aventuras más fascinantes de todos los tiempos, fue terrible. Trabajaba sin cesar, escribiendo mañana y noche, y sin embargo le acosaba la penuria económica, los acreedores y los insaciables editores. Firmó 84 novelas, algunas de las cuales lograron grandes ventas, vivió en una casa modesta, tuvo cuatro hijos, y se sintió estafado por cuantos tenían que ver con su trabajo. Un buen día, a los 49 años, se cansó de aguantar. Cogió un yatagán como los que había puesto en manos de Sandokan y se hizo el harakiri. En la nota que se encontró junto al cuerpo decía lo siguiente: “A vosotros, que os habéis enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semimiseria o aún peor, solo os pido que en compensación de las ganancias que os he proporcionado os ocupéis de los gastos de mis funerales”.

En esta sección hemos comentado ya un par de biografías, una escrita por el propio Salgari y prologada por Savater (“Mis memorias”, editorial Renacimiento), y otra firmada por el turinés Ernesto Ferrero (“El último viaje del capitán Salgari”, editorial Ático de los libros). La que hoy nos ocupa es una biografía gráfica, un cómic bellísimo, emocionante, en el que la historia que se cuenta es tan importante como la forma en que se narra. Un majestuoso blanco y negro, en el que destacan los paisajes, las ciudades y sus calles, y los últimos momentos del escritor de Verona. La aventura en estado puro.

Salgari 2

 

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El alcalde y la virgen

“Con la protección de la Virgen esta ciudad saldrá adelante”, dijo Gonzalo Lago, alcalde de Talavera de la Reina, durante las fiestas de Las Mondas celebradas la semana pasada. La virgen en la que este político deposita su confianza es la del Prado, patrona de la ciudad. Y cuando habla de salir adelante, sin duda se refiere a escapar del bucle de mediocridad y miseria que envuelve a la segunda población más grande de Castilla La Mancha (después de Albacete), con 88.700 habitantes, y seguramente la más castigada por la crisis, con 15.300 parados (5.900 en agosto de 2007).

Talavera de la Reina es una ciudad grande, desangelada y triste, sembrada de tiendas cerradas y miradas perdidas. Prometieron un AVE, que la reenganchase al tren del progreso, pero la alta velocidad no llegó jamás. El Corte Inglés se instaló en el centro, con todo el apoyo municipal, y acabó con el comercio local: pasear por los alrededores de la gran superficie es hacerlo por un erial urbano. No existe vida cultural. El legendario Mercado Nacional de Ganados, reconstruido en 1993, ha sido desmantelado. Escuelas y colegios no presentan mejor aspecto: según la oposición, 340 profesionales de la educación han ingresado en las listas del paro de la ciudad en los últimos meses. La Asamblea de Docentes de Talavera asegura que la educación pública en la ciudad sufre un “grave deterioro”, y es víctima de “abusos por parte de la actual administración” para conseguir “aumentar la presencia de la educación privada concertada en la región”.

Por otro lado, el Sindicato Médico (CESM) ha denunciado públicamente “los recortes” que está llevando a cabo el gerente del Sescam del área de Talavera de la Reina. “La situación es disparatada y deteriora aún más el sistema sanitario”, reconoce la Junta de Personal del Área Sanitaria de Talavera, que ve en el tijeretazo el paso previo a una privatización. Solo en urgencias ya han sido despedidos once médicos…

Ni siquiera el Tajo circula alegremente por Talavera de la Reina: sus aguas sucias, cuando no robadas, permanecen estancadas en la parte más bella de la ciudad, entre el puente romano y el puente de hierro.

Talavera de la Reina se desangra. Muchos ciudadanos preferirían un plan de futuro laico, de esos que crean empleo, garantizan la educación y la sanidad pública, revitalizan la vida cultural y elevan la moral de los ciudadanos. Pero la oferta del alcalde es la que es: “Con la protección de la Virgen esta ciudad saldrá adelante”.

Que dios nos coja confesados…

P.D.

Hasta nunca Margaret Thatcher, la dama de hierro que levantó el embargo de armas a la dictadura de Pinochet.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Mis memorias.

Autor: Emilio Salgari.

Editorial: Renacimiento.

Emilio Salgari nació en Verona, y quiso ser marinero, como Sandokan. Pero como recuerda Fernando Savater en el prólogo, “dejó a medias su formación náutica y en toda su vida apenas hizo en barco unas pocas excursiones y un crucero modesto por el Adriático”. Salgari escribió ochenta y cuatro novelas, de las que vendió cientos de miles de ejemplares. Fue un esclavo de la escritura, explotado y estafado por los editores. Harto de esa mala vida, de pudrirse pegado a una mesa, lejos del mar y la jungla, puso fin a sus días justo antes de cumplir los cincuenta, haciéndose el harakiri con un yatagane digno de un pirata malayo.

Alguna vez Salgari soñó con escribir novelas “en las que los personajes serían, en su mayor parte, conocidos míos”. Muchos de esos héroes clásicos, por ejemplo los tigres de Mompracem, protagonizan esta biografía ligera. Salgari se suma a sus peripecias, les acompaña en sus actividades piratas, bebe su mismo ron, sobrevive a ataques de fieras y a balas enemigas. Navega a bordo de naves piratas, y mantiene los códigos de honor y venganza de los bucaneros. ¿La vida de Salgari? La vida que le hubiese gustado vivir a Salgari: la aventura en estado puro.

Escribe el autor de “Los tigres de Malasia” en este libro primorosamente editado: “Me parece que los escritores debían dedicar sus esfuerzos a otros argumentos más dignos. Los jóvenes italianos leían ya demasiadas novelas extranjeras de género sentimental y romántico; tenían necesidad de libros que templasen en ellos el sentido viril, que los preparasen a una vida de independencia, al sentimiento de la libertad personal, que les despertara la afición a los viajes, a los riesgos, a las hermosas aventuras”.