La noche anterior al comienzo del curso escolar Telecinco, la fábrica de monstruos, estrenó un programa infantil. Marcando paquete. Comenzó a las diez y media de la noche, y acabó pasadas las dos de la madrugada. Hay que ser muy perro para programar de esta manera. O muy astuto, y trabajar de cara al futuro, apoyando sin concesiones la cantera: esos chavales que hoy trasnochan con la cadena de Vasile son los analfabetos del mañana, adictos a las mañanas de Ana Rosa y las noches de Jorge Javier, al cotilleo y la maledicencia, a la televisión más sórdida. Una escuela de zoquetes. La misma política promocional que utiliza el camello que regala droga a los jóvenes para crear nuevas generaciones de adictos a su mierda. Puro marketing: si embruteces a los niños nunca te faltarán consumidores de telebasura, tu producto estrella.
El programa se llama “Pequeños gigantes”, y se ha convertido en el primer gran éxito de la temporada con una audiencia brutal: 25,1%. Es un talent show infantil que, por supuesto, no ofrece nada imaginativo o novedoso: es un formato mexicano que consiste en tratar a los niños como monstruos, haciéndoles creer, tanto a ellos como a los telespectadores, que los pequeños tienen un talento especial para el cante, el baile o la comedia. Mentira. En su inmensa mayoría solo son esos payasetes repipis que nos hacen reír en bodas y reuniones familiares con sus chascarrillos y cancioncillas, los cinco primeros minutos de desparpajo, y nos abochornan el resto del tiempo, horas de vergüenza ajena. Niños travestidos en artistas adultos, musicas adulteradas, disfraces de circo, incitación a la competición, al enfrentamiento, al llanto.
Piden a un niño de unos diez años que cuente un chiste. “- Me he enterado de que tu hija está con gonorrea… – Qué hostias, ¡mientras sea vasco!”. El público adulto se descojona. El presentador, un Jesús Vázquez que aparece con diferentes calibres de afeitado durante el programa, pone cara de “vaya diablillos”. Uno de los dos morancos, miembro del jurado, asegura que “hay que declinarse por uno de los niños”.
¿Recuerda usted “Little Miss Sunshine”? Pues eso. Un deplorable concurso para niños esperpénticos y competitivos. Una parada de los monstruos… infantiles. Y en un horario que define claramente los intereses de la cadena: nos importan una mierda los intereses de los niños, lo nuestro es la audiencia. Es decir, la pasta.
P.D.
“Si hubiérais trabajado un 1% de lo que trabajó Emilio Botín, no estaríais tan amargados, chicos”. Alfonso Ussía en Twitter.
Este si era el puto amo, y no Bárcenas. Le llamaban Botín, pero en realidad era una especie de Teresa de Calcuta de la economía española. Lo digo después de leer algunos obituarios en la prensa. Igual es que muchos medios de comunicación deben dinero al Santander y no son realmente independientes…
Una vez más, Mongolia lo borda en su canción-homenaje al banquero: Emilio, te queremos (Estabas comprometido con tu país).
Un motivo para NO ver la televisión
Cory Branan
Cd: The Not-Hit Wonder.
Este es uno de esos discos que los seguidores de Steve Earle esperamos vuelva a grabar algún día: grandes canciones interpretadas con una mentalidad abierta, entre el country y el rock. “Muy punk para el country y muy country para el rock”, dice la hoja promocional de “The Not-Hit Wonder”, el quinto disco de un Cory Branan que nació en Mississippi y suena endiabladamente salvaje. Folk poderoso, Americana despiadada, construida sobre una letras realmente emocionantes. Branan es uno de los grandes cantautores eléctricos del momento, un talento enorme capaz de grabar discos tan inteligentes y apasionados como este.