Un motivo para NO ver la televisión
The last rock star
Autor: Elliott Murphy.
Editorial: Varasek.
Elliott Murphy es uno de los secretos mejor guardados del rock norteamericano. Los franceses vieron muy pronto su descomunal talento, y le adoptaron como el hijo pródigo que regresa a Europa, la tierra de sus abuelos, para quedarse. Murphy es neoyorkino sobre todas las cosas, pero el París bohemio le venía como anillo al dedo a sus canciones sobre hermosos perdedores. ¿El Scott Fitzgerald del rock and roll? Muchos lo han pensado, incluso los cazatalentos de las grandes compañías de discos que en los setenta quisieron lanzarle a todo trapo como “el nuevo Dylan”. Springsteen se hizo con el premio gordo, mientras que su amigo Murphy debió conformarse con el título de outsider.
“Recuerdo haber tomado una gran limusina blanca al aeropuerto JFK, Geraldine y yo acurrucados en el asiento trasero, y a la altura de Brooklyn estar apurando un vial de cocaína antes de meternos unos valiums al ocupar nuestros asientos de primera clase. No fue ésta la manera en que lo había hecho mi abuelo Murphy cuando viajó en dirección opuesta sesenta y cuatro años antes, seguramente en tercera clase de un barco a rebosar, ´lleno de vuestros rendidos, vuestros pobres, vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad`. Todo esto me avergüenza, pero, a la vez, así era como viajaban todos los artistas de aquella época que he conocido: en primera clase y demasiado colocados como para disfrutarla”.
De todo eso, de la vida intensa del más culto, refinado y estiloso de los rockers callejeros (“Si quieres saber qué pinta tienen los hijos del Sueño Americano, mírame a mí”), habla este libro dividido en tres partes. Una novela, “Tramps”, abre el volumen exquisitamente editada por la editorial Vasarek. “Just a story from America” es la autobiografía que ocupa el centro de la obra, la columna vertebral de la misma. Y una selección de poemas, y dos canciones, cierran el libro a modo de guinda. Me quedo con el relleno del sándwich, una narración brillante de la vida de un músico que escribe de maravilla, y que ha conocido la gloria, muy pronto, y el olvido, durante demasiado tiempo. Páginas repletas de anécdotas maravillosas, de personajes reconocibles e inolvidables, y de una capacidad de análisis y reflexión que le convierten en alguien irrepetible en la escena rocanrolera.
“El principio de los ochenta no sólo fue duro para mi cuenta bancaria, también debilitó mi alma y a menudo desaprovechaba las tardes paseando por los cañones de Manhattan, sintiéndome como un condenado, bebiendo cerveza a escondidas en una bolsa de papel marrón. Mi vida había ido de lo sublime a lo ridículo. Recuerdo estar sentado en el despacho de Jimmy Poulis, JP lo llamábamos, después de un concierto en su club del west side TRAX, con Willie Deville y John Belushi y el presidente de Rolling Stones Records Earl MacGrath, bebiendo y esnifando coca. Puede que yo fuese un hombre olvidado, pero Belushi, que estaba en el cénit de su carrera, parecía alguien cuya única misión fuese destruirse a sí mismo. Estaba en mucha peor forma que yo, mientras que Willie había elegido el camino más largo, iba puesto de heroína, vestía un traje brillante. Ahora todos ellos han muerto, sólo quedo yo en pie. Tiene que haber algún motivo…”.
“The last rock star” cuenta la vida de alguien destinado a ser una gran estrella del rock que se quedó a medio camino. Pese a que tiene una visión diferente del asunto: “Por si todavía no lo he dicho, lo repito: el éxito en el negocio de la música se mide por la supervivencia. Y yo he sobrevivido”. Pero es mucho más que una autobiografía. También es la crónica de una época y un lugar, aquel Nueva York mágico en el que coincidieron Ramones, Talking Heads, Lou Reed, New York Doll, Springsteen, los Modern Lovers de Jonathan Richman, Patti Smith y tantos y tantos otros. Sin desperdicio.