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Bob & Espe

¿En qué se parecen Bob Esponja y Esperanza Aguirre? En que los dos dificultan el aprendizaje de los niños. Cada uno a su manera, eso sí. El repugnante personaje animado, ese con ojos de cocainómano, paletos de castor y gayumbos como los de Roldán en Interviú, absorbe las neuronas de los más pequeños con su ritmo vital, demasiado trepidante y frenético como para ser asimilado correctamente por los chavales. Un estudio de la Universidad de Virginia asegura que ver esta serie genera en los pequeños déficit de atención y provoca hiperactividad y nerviosismo. Los mismos síntomas que causa en los adultos con dos dedos de frente Esperanza Aguirre cada vez que abre la boca.

“A lo mejor la educación no tiene que ser gratuita y obligatoria”, dijo la presidenta de la Comunidad de Madrid horas antes de la huelga convocada por las centrales de la educación pública. Luego rectificó y, tras tirar la piedra, escondió la mano: “en todas las fases”. Con estos comentarios Aguirre genera, como Bob Esponja, déficit de atención, y provoca hiperactividad y nerviosismo… en los padres. En los niños, los resultados de la voracidad neoliberal de esta mujer no se podrán contemplar hasta dentro de algún tiempo, cuando tengamos la cifras de fracaso escolar del final de la próxima década, por ponerle un ejemplo. Será demasiado tarde.

Bob Esponja vive en una casa con forma de piña y tiene como  amigos una estrella de mar, un cefalópodo y un cangrejo. Normal que sea un desequilibrado anfetamínico. En el caso de Aguirre la causa de su deterioro, de sus contantes declaraciones desafortunadas, de su soberbia desbocada, también podría deberse a las amistades: Ana Botella, Gallardón, Rajoy… Aguirre y sus colegas están tan convencidos de la victoria el 20-N que, lejos de hacer una campaña prudente y conciliadora, están encizañando. Preparando el terreno para cuando lleguen con la guadaña.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Claus y Lucas.

Autor: Agota Kristof.

Editorial: El Aleph.

Kristof es una escritora húngara que murió el pasado 27 de julio, justo cuando leía su libro. Vivió en Suiza, escribió en francés y presumió toda su vida de no recargar sus textos con ninguna frase innecesaria, con ninguna palabra de más. El resultado es de una austeridad y una violencia estremecedoras: leer las tres novelas que incluye este volumen, y que recogen la terrible odisea de los gemelos Claus y Lucas, puede tener un efecto devastador. Dos niños curtidos en la miseria y los malos tratos, en la soledad y los abusos, que Kristof utiliza para reflexión sobre la ética, la inocencia y la maldad. El resultado es una historia sobre la moral y la tristeza contada con crueldad. Un drama narrado de manera hiriente, con dolorosos detalles sobre la decadencia del ser humano, de la familia, del amor, de una Europa que se desangra en guerras, divisiones, hambre y odio.

La trilogía “Claus y Lucas” (contiene “El gran cuaderno”, de 1987, “La prueba”, de 1990 y “La tercera mentira”, de 1991) es uno de esos libros perversos que te revuelven las tripas, te dejan la lengua seca y te piden que busques más información y libros sobre el autor. Demoledor.

Entrevista con Agota Kristof: “No me interesa la literatura”.

La mala educación

El Papa confiaba en que durante su visita a Madrid el pasado mes de agosto “se cosechasen abundantes frutos para la vida cristiana”. Sólo han pasado unas semanas desde la orgía católica que supuso la Jornada Mundial de la Juventud y los deseos del visionario Benedicto ya se han hecho realidad: en la clase de mi hija, en un colegio de Talavera de la Reina, de los 25 alumnos sólo cuatro van a clase de religión. ¡Este Papa mola, se merece una ola!

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