La Sexta quiere convertirse en la cadena que apuesta por la información progresista de calidad, por el periodismo de denuncia serio y comprometido. Y lo quiere conseguir con Eduardo Inda como periodista estrella. Normal, ¿verdad? Cuando el director de La Sexta no está a pie de atentado, gorrito de lana y teatral gesto circunspecto, y habla desde un plató, es para decir que el periodismo es su “religión”. La de La Sexta, que es quien rellena horas y horas de programación con las exclusivas de Eduardo Inda, quien cree que la responsablidad informativa finaliza cuando suben las audiencias, quien deja que sea otro el que ponga en marcha su propio ventilador de la mierda.
Lo que está haciendo La Sexta con la información no tiene nombre. Bueno, quizá “sinvergonzonería” esté muy cerca. “Indecencia” no desentonaría demasiado. Y por supuesto “inmoralidad” también se ajusta a la realidad. Y no me refiero solo a la exclusiva sobre el dinero que Venezuela ha pagado a Pablo Iglesias en un paraíso fiscal…
Escuchar a Inda hablar del “casoplón” que tiene en Galicia la familia de Carolina Bescansa en “La Sexta Noche” (video, minuto 6:07), una y otra vez, con una sonrisa cínica nauseabunda, “¿De quién es, de Amancio Ortega?”, ante la pasividad del presentador de la cadena, fue simplemente repugnante. Sencillamente vergonzoso. Impropio de un periodista con un mínimo de decencia, evidentemente, pero también de una cadena de televisión que presume de tener “el periodismo por religión”.
Eduardo Inda se ha convertido en el juguete de García Ferreras. ¿He dicho juguete? Mamporrero quizá se ajuste más al trabajo que el primero desempeña para el segundo. Contratado para manchar el nombre de un político, de todo un partido, desde una cadena de televisión que en un alarde de hipocresía pretende permanecer al margen de esa miserable actitud. Ya sabe, tirar la piedra y esconder la mano. No, no, nosotros no somos, lo dice ese de ahí, el de la risa de loco. Nosotros solo ponemos el altavoz. Y enfocamos el documento público falsificado. Y le pagamos, eso sí, por los servicios prestados.
Que La Sexta de voz a la infamia es evidentemente cuestión de audiencia; es decir, de dinero. Pero también de política: en La Sexta ya han jugado bastante con Podemos. ¿Imaginan que fuese verdad lo del “sorpasso” y con la ayuda de IU se zampasen al PSOE, a su PSOE? Hasta ahí podíamos llegar. En La Sexta no están por el periodismo verdadero, están por el periodismo rentable, por el periodismo de amiguetes, por el poder y la gloria. Por eso arrancaron con una estrategia que consistía en ocupar un hueco libre en la parrilla televisiva. ¿La cadena progresista? Perfecto. Partían de cero, y les dio buenos resultados a la hora de posicionarse, de crecer, de apoyar a la parte del duopolio televisivo que le corresponde (Atresmedia, Planeta, etc). Pero una vez ocupado el espacio, lo importante es conservarlo. Y eso no se consigue con Podemos, sino con el Ibex y el bipartidismo.
En La Sexta quieren mantener los privilegios televisivos, políticos y económicos conseguidos gracias al socialismo, a los socialistas. Y tras utilizar a Podemos para ubicarse, dan paso a Inda para forrarse. Para que nada cambie. Porque el dinero es su religión.
P.D.
Un motivo para NO ver la televisión
Como viaja el agua
Autor: Juan Díaz Canales.
Editorial: Astiberri.
Esta reseña tiene que arrancar diciendo que Juan Díaz Canales es uno de los mejores guionistas de este país, responsable de maravillas como “Blacksad” o “Bajo el sol de medianoche”, las nuevas aventuras de Corto Maltés. Canales se tira al barro y dibuja su primer cómic, un thiller social con fondo filosófico: tras leer “Como viaja el agua” es imposible no pararse a pensar en la crueldad del tiempo, en la fugacidad de la vida, en la miserable existencia de los viejos, de los olvidados.
El guión es impecable, no podía ser de otra manera. Una mezcla inteligente de humor irónico y reflexión vital, que presta especial atención al mundo de los ancianos, con un Niceto de 83 años como protagonista…
“Lo peor es la indiferencia. Un buen día te das cuenta de que la realidad te ha ganado la partida. Una partida que ni siquiera sabías que estabas jugando. Y tú, impasible, como un árbol al que el otoño deja con los pantalones bajados en mitad del bosque. Pero como buenos árboles vivimos ajenos a esta ironía. Un árbol sin ojos ni oídos ni dientes…”.
“Como viaja el agua” cuenta una historia triste de viejos que disparan su última bala, que fuman Ducados y beben sol y sombra en tabernas castizas, y que trapichean con objetos robados como signo de rebeldía, de insumisión.
El dibujo seguramente sorprenderá a los seguidores de Canales. Aquí no encontrarán los héroes gatunos y los colores deslumbrantes de “Blacksad”, ni la épica marinera en tonos crema del retorno del legendario Corto. Aquí el blanco y negro es austero, y se mueve entre el compromiso social de Carlos Giménez, la angustia desmitificadora del uruguayo Alberto Breccia y el lumpen barriobajero de Jordi Bernet y su “Torpedo”.
El resultado es una obra más densa de lo que pueda parecer, de textura gris y profunda melancolía, que invita a reflexionar: “Porque queremos pensar que nuestra vida es un viaje como el del agua. Que nunca desaparece del todo. Que siempre encuentra el camino de vuelta. Pero un buen día, cuando ya eres tan viejo que todo te da igual, llega la revelación. Sabes que ese camino no existe. Que la lluvia que te cae encima nunca es la misma”.