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A lo lejos

Un motivo para NO ver la televisión

A lo lejos.

Autor: Hernán Díaz.

Editorial: Impedimenta.

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Häkan Söderström es Halcón, un superviviente. Inmigrante sueco, viaja a Estados Unidos con su hermano Linus, pero se separan nada más embarcar rumbo a Nueva York. Ahí comienzan sus problemas, su viaje por tierras salvajes en un desesperado intento por el reencuentro, su aventura y su lección de resistencia, de constancia, de paciencia. Halcón apenas habla, desconoce el inglés y, poco a poco, crece hasta convertirse en un gigante de increíble fuerza. Su fascinante historia comienza en la California de la fiebre del oro, y debería terminar con la reunión de los hermanos en Nueva York. Nada más lejos de la realidad…

“Cruzó desiertos y vadeó ríos, escaló montañas y atravesó llanuras. Comió pescado y perros de las praderas, durmió sobre musgo y sobre arena, desolló caribúes e iguanas. Numerosos veranos le llenaron el rostro de arrugas, y otros tantos inviernos se lo curtieron. Sus manos, quemadas y congeladas año tras año, estaban atravesadas de líneas y arrugas sobre las que se cruzaban nuevas líneas y arrugas. En una ocasión vio el océano, pero dio media vuelta de inmediato, pensando que habría asentamientos en la costa. Siempre se detenía en ubicaciones poco acogedoras –nunca en una vega, en las proximidades de una fuente de agua o en un lugar en el que abundara el alimento- , casi nunca acampaba y rara vez encendía un fuego. En su cabeza reinaba un silencio absoluto. Apenas pensaba en algo que no fuera inmediato. Los años se desvanecían bajo un presente sin peso”.

A lo largo de las páginas de “A los lejos” el joven Halcón (nadie sabe pronunciar su verdadero nombre, Häkan, que deriva en Halcón) trabaja de minero, se convierte en esclavo sexual, colabora con un naturalista que busca el origen de la vida en la tierra, es dueño de un caballo llamado Pingo, acompaña a una caravana de pioneros, protagoniza una matanza, es capturado por un sheriff sin escrúpulos que le pasea como un monstruo antes de dirigirle al patíbulo para, finalmente, convertirse en un fugitivo que sobrevive como trampero, aislado del resto de los humanos. Para entonces es una leyenda: un monstruo asesino para unos, un justiciero para otros.

“Por primera vez en su vida Häkan sintió en su carne, en sus huesos, en cada extremidad de su cuerpo, la exacta medida de su cuerpo y del poder que albergaba. Alzó el brazo, dejó caer el perno y golpeó al hombre en el cráneo, haciendo que se le saltaran los sesos. Tras coger el puñal, se dirigió al carromato y se asomó al interior. Le habían rebanado la garganta al niño. Dos de los hombres, desnudos de cintura para abajo, estaban encorvados sobre Helen. El tercero le sostenía un cuchillo contra el cuello. Ninguno se fijó en Häkan. Apuñaló a aquel que se movía adelante y atrás encima de Helen. Sorprendido, el hombre del cuchillo le rajó el cuello a la chica. Häkan sacó la pistola y disparó a los otros dos”.

El argentino Hernán Díaz ha escrito un libro de aventuras que es imposible dejar de leer, puesto que no dejan de suceder cosas. La mayoría brutales. Imaginen a un Corman McCarthy que quisiese escribir por una vez como Jack London. Imaginen que el protagonista de la aventura fuese un John Wayne nacido en Estocolmo. Imaginen que Tarantino sugiere algunos detalles que mejorarían el guión. Imaginen que la historia se desarrolla en unos espacios naturales localizados por el director de fotografía de John Ford. Imaginen que se rueda otra película titulada “El renacido”. No dejen de imaginar…

Mientras tanto, disfruten de este road western absolutamente original, ingenioso y brutal.