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Una historia imperiosa

Un motivo para NO ver la televisión

Salvaje.

Autor: Iván Castelló.

Editorial: Contra.

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Los atléticos vivimos días de paz y gloria. No solo hemos terminado segundos en la Liga (somos el primer equipo de Madrid) y hemos ganado un título europeo, también tenemos un entrenador a nuestra medida, acabamos de estrenar estadio, hemos encontrado una línea de juego y la economía del club parece disfrutar de una sana estabilidad. Por eso, y porque muchos atléticos jóvenes no han vivido los tiempos oscuros, conviene recordar la historia. Concretamente los peores momentos de nuestra historia, que no son otros que los vividos bajo la zarpa de Jesús Gil y Gil. Maleducado, racista, populista, presidiario… Gil fue todas estas cosas y muchas más. El periodista Iván Castelló lo cuenta de maravilla en este libro, imprescindible para disfruta plenamente del momento que vivimos… Y para no olvidar el abismo del que venimos, para ser conscientes de que las raíces del mal siguen ahí y, si fuera posible, para evitar que la historia se repita.

“Gil es la persona más indultada en la historia de España, con indultos a derechas y a izquierdas. De la dictadura a la democracia, de Franco a Felipe González, de Carrero Blanco a Belloch, del franquismo al socialismo, rey Juan Carlos de por medio… El caso es que Jesú Gil ingresó seis veces en prisión (en cinco centros penitenciarios distintos, Segovia –dos veces- Carabanchel, Mirasierra, Alhaurín de la Torre y Alcalá-Meco) como consecuencia de los tres procesos judiciales finalmente condenatorios en los que se vio involucrado durante su vida. Para algunos, fueron pocos”.

“Salvaje”, muy acertadamente subtitulado “La imperiosa historia de Jesús Gil y Gil”, captura a la perfección la esencia de un personaje excesivo sobre todas las cosas. En su carácter, en su política (la futbolística y la otra), en su discurso, incluso en sus delitos. A medida que leía el libro recordaba las dos o tres veces en que coincidí con Gil, cuando trabajaba como guionista en un programa de deportes de Telemadrid. Una noche llevó al plató a Imperioso, su caballo favorito, y el pobre animal se asustó con los focos y el público y salió herido en una pata. O una comida de la que recuerdo sobre todo su ansiedad, sus sudores y cómo metía la servilleta en la copa de agua para refrescarse la frente. De detalles así, y de otros mucho mas jugosos, habla Castelló en esta biografía definitiva de un pillo que estuvo a punto de hundir al Atleti. Sin olvidar, por supuesto, el periodismo: “Salvaje” tiene todos los datos, toda la información, sobre los trapicheos económicos, deportivos y políticos del hombre que tenía como ídolos a Jesús, Franco y al Che Guevara.

“Gil fue, literalmente, un aniquilador de técnicos. Los tenía entre ceja y ceja, y su legendaria falta de paciencia le costó probablemente el enorme fracaso deportivo que marcó casi todo su mandato. Esa es la principal conclusión por la deriva permanente en que quedaron las sucesivas plantillas de jugadores con entrenadores de reconocido prestigio y con técnicos de la casa. Porque Gil probó con todos los modelos, con todos los cócteles, hasta quedar embriagado de poder y soberbia para finiquitarlos”.

¿Cómo no supimos ver que después de Gil vendría todo lo demás? Es decir, que después de Marbella llegaría la Gürtel, la Púnica… Gil fue un visionario, que vio en el dinero público la fuente de ingresos más accesible del país. Y mostró el camino a decenas de políticos, constructores y presidentes de equipos de fútbol que vendrían después. Lean “Salvaje” y entenderán mucho mejor dónde estamos y de dónde surgieron los actuales lodos.

En busca de los discos perdidos

Un motivo para NO ver la televisión

En busca de los discos perdidos.

Autor: Eric Spitznagel.

Editorial: Contra.

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La historia que cuenta este libro puede parecer absurda: el autor del texto pretende recuperar aquellos discos que marcaron su juventud, y que vendió de mala manera en el momento en que el vinilo dejó paso al CD. Pero no quiere copias actuales o reediciones de aquellos títulos. El muy freak quiere hacerse con los mismos discos exactamente, con sus saltos en el comienzo del tema 3 de la cara B. Con la marca de vaso de gin tonic en la carátula. Con el olor a marihuana del que utilizó como escondite de droga. Esos discos fueron su vida y quiere que vuelvan a serlo.

Una historia absurda, insisto, si no fuera porque está escrita por Eric Spitznagel, periodista musical de enorme talento que ha firmado, entre otros medios, para Rolling Stone, Vanity Fair o Esquire. Spitznagel sabe de música, pero sobre todo sabe de gente que ama la música: es uno de ellos. Y conoce todos los tics, todas las manías, todas las debilidades de aquellos individuos capaces de dar la vuelta al mundo por un single de los Flamin Groovies solo porque tiene una canción inédita en la cara B.

“El dolor me estaba cercando deprisa. Veía cómo me envolvía. Lo olía en el aire. Me rodeaba en círculos como un tiburón en busca de la manera de penetrar. Si me quedaba allí sentado, encontraría tarde o temprano la manera de acceder a mi pecho. Tenía que hacer algo, encontrar un modo de mantener mi cerebro ocupado y distraído. Así que fui a buscar mi copia del Let It Be. No estaba en ninguno de los lugares habituales, así que amplié la búsqueda. Busqué por las estanterías, vacié las cajas, escarbé en cada armario. Prácticamente puse la casa patas arriba intentando encontrarlo… Deshacerme de mis discos y mi tocadiscos fue algo que hice sin pensar demasiado. Pero durante aquella noche, mientras deambulaba por mi apartamento de Burbank envuelto en una nebulosa, vaciando estanterías en busca de joyas, habría dado cualquier cosa por recuperar mi Let It Be”.

Spitznagel me cayó bien desde el principio: uno de sus discos favoritos es el “Let it Be” de los Replacements. El disco que quiso escuchar cuando murió su padre. Pero me fascinó completamente cuando inició su trabajo de investigación, mezcla de detective privado y adulto tratando de recuperar la frescura de sus raíces. Habla de los discos, de la música y los músicos con tanto conocimiento como entusiasmo, ironía y desparpajo: es un tipo divertido. Pero resulta aún más recomendable el perfil que traza del maniaco de la música, del coleccionista de vinilos, del seguidor acérrimo de un determinado grupo, de todos aquellos, en resumen, que hemos estado enganchados de forma irracional al rock.

Nick Hornby hubiese firmado feliz este libro. Un canto a la música como escuela de vida, como último refugio, como un mundo personal e intransferible al que siempre podemos regresar.

5G

Coincidiendo con la confirmación de la ruina del fondo de reserva de la Seguridad Social, del que Rajoy ha gastado casi un 40% en tres años, el Gobierno anuncia que ha comenzado a diseñar el plan y el calendario para la liberación de la banda de 700 Megahercios (MHz), que alojará la quinta generación de telefonía móvil o 5G.

Es decir, que dentro de no demasiado tiempo no tendremos médico que nos atienda cuando estemos enfermos. Pero podremos mirar los síntomas en un internet rapidísimo y auto diagnosticarnos de inmediato.  Si no acertamos en la evaluación, también podremos bajarnos a toda hostia el resguardo de la cita de un ambulatorio que, mecagüen, llevará meses cerrado.

Cuando sea mayor, más mayor, seguramente no cobraré pensión. Es decir, que no podré pagarme ni las pastillas, ni la prótesis, ni unas vacaciones. Ni siquiera la quinta generación de telefonía móvil. Viejo, enfermo y sin conexión 5G.

Quizá usted pueda ayudarme: ¿Avanzamos o retrocedemos?

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Un motivo para NO ver la televisión

Perelmanía.

Autor: S.J. Perelman.

Editorial: Contra.

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Me repugnan los monólogos cómicos, en los que guionistas que se creen tan brillantes como graciosos enlazan chistes patéticos para delirio de un público sin criterio. Soy exigente con el humor. Dicho esto, le diré que me he descojonado vivo con “Perelmanía”, el libro editado por Contra con una selección de los mejores relatos del humorista norteamericano S. J. Perelman. El humor tiene niveles, y exige compromiso, y requiere talento, y crece con la inteligencia, y es una excelente forma de crítica, y se engrandece con el lenguaje. Perelman está en la cumbre del humor. Perelman (1904-1979) tenía nivel, compromiso, talento, inteligencia, sentido crítico y un vocabulario que envidiarán muchos escritores de prestigio. Hay que leer a un Perelman por el que no pasa el tiempo.

“Por un instante, consideré reivindicar mi profesión con un gesto llamativo y estamparle un directo a su mandíbula, pero entonces pensé que él también podría reivindicar la suya con un directo a la mía, así que lo dejé correr. Con todo, al recordar ese episodio más tarde, me pregunté si el testimonio de la dama, pese a su extremada magnanimidad, acaso podía acarrear consecuencias aciagas. A lo largo de los años, los editores han aprendido a aceptar la desconfianza, el rencor y la perversidad de los autores; de hecho, sobre ello se cimenta su propia existencia. Si de repente a los escritores les diera por agasajar a los mecenas como si fueran perritos falderos y cantar sus virtudes a los cuatro vientos, su amour-propre se extinguiría de un día para otro, generaciones de ejecutivos adiestrados para postrarse y humillarse quedarían obsoletos y la estructura entera del negocio acabaría por desintegrarse”.

Guionista de algunos de los mejores trabajos de los Hermanos Marx, y de brillantes textos publicados en The New Yorker, Perelman ha marcado a varias generaciones de escritores, no solo humorísticos, desde Kurt Vonnegut a Bill Bryson pasando por Woody Allen. Es lo que tiene ser un superdotado, a nivel intelectual: Perelman dominaba la parodia, utilizaba el surrealismo más loco, y se podía mostrar descarnadamente irónico. Cualquier detalle aparecido en un articulo del diario del día, o en un anuncio de una revista, le servía para escribir una crónica delirante, desternillante, magnífica. Textos que podían tener forma de artículo periodístico o de simple carta, breves como suspiros o extensos como relatos. Un puñado de esas joyas, la mayoría publicadas por The New Yorker, han sido recogidas con gran criterio en este libro disparatado, tronchante, imprescindible. El humor inteligente era esto.

El sagrado tiempo de lectura

“Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros”. Cicerón, (106 AC – 43 AC).

¿Necesita el mercado editorial español una biografía del presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, escrita por su hijo de 22 años? Por si le queda alguna duda sobre la respuesta correcta le diré que el libro se llama “Guillermo Fernández Vara, el desafío del cambio”, y que el prólogo es obra de Alfredo Pérez Rubalcaba.

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Luego dicen que en España se lee poco. Escucho en el prime time matinal de Antena 3 cómo presentan este libro, con el dicharachero hijo del líder socialista charlando muy suelto con Susanna Griso, como si él fuera Gay Talese y su padre Winston Churchill. Encontraríamos mayor parecido, qué duda cabe, entre Griso y Oprah Winfrey.

El hijo del barón socialista cree que su libro es único porque es la primera biografía realizada a un político desde dentro. Desde su propia casa, contando su vida privada, para que usted me entienda. Yo creo que una biografía profesional de Fernández Vara no puede tener, de ninguna manera, bajo ningún punto de vista, el menor interés: se trata de una de las momias socialistas que destacan por su soberbia y su mediocridad, que piensan que el partido es suyo, que se creen dioses de la izquierda. Imagine una biografía íntima, privada y detallada. Puag!

Nos falta tiempo para leer. Las librerías están llenas de títulos sugerentes, de biografías excitantes, de historias alucinantes protagonizadas por seres ingeniosos, brillantes, hilarantes… Pero algunos se empeñan en robarnos la ilusión, el futuro, en ocasiones incluso la pasta… no consintamos que también nos sisen el sagrado tiempo de lectura.

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Un motivo para NO ver la televisión

El eterno intermedio de Billy Lynn.

Autor: Ben Fountain.

Editorial: Contra.

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Son ocho tipos más o menos tarados que han sobrevivido a una guerra, Irak, y regresan a casa. Héroes de cartón en los que se reflejan las miserias de su país. Un recorrido espeluznante por el país de Trump con los miembros del Escuadrón Bravo como perfectos anfitriones. Uno de ellos es Billy Lynn, soldado raso que, tras vivir el dolor, la pérdida, el miedo y la nostalgia, regresa al hogar convertido en un héroe. No está seguro de serlo, pero su país es una máquina perfecta de triturar ciudadanos: “América, con sus millones de hectáreas de maíz y trigo, sus lagos de leche, su manar inacabable de frutas y verduras, y la carne, esa extraordinaria parada de terneras, aves de corral, mariscos y cerdos cebados, vitaminados e hipodérmicamente inmunizados en ruidosas factorías de rauda producción proteínica que, tras varias generaciones de nutrición épica, halla su culminación en esta raza de humanos de tamaño industrial”.

Ben Fountain utiliza a estos desubicados militares para ironizar sobre Estados Unidos, para burlarse del sistema, criticar el puritanismo y la impostura, reírse de la ignorancia y, sobre todo, denunciar el ombliguismo de una sociedad profundamente hipócrita. Abogado de Carolina del Norte, Fountain conoce bien los resortes de un país que se divide en ganadores y perdedores.

“Lo que quiero decir, chicos, es que todo el mundo os ama, negros, blancos, ricos, pobres, gays, heteros, todo el mundo. Sois los paladines de la igualdad de oportunidades del siglo veintiuno. Yo soy tan cínico como el que más, pero vuestra historia le ha tocado el corazón al país. Lo que hicisteis en Irak: os las visteis cara a cara con unos malos muy malos y les pateasteis el culo. Hasta un papanatas pacifista como yo se siente agradecido”.

Ang Lee ha rodado la versión cinematográfica de esta novela. Y no puedo imaginar si el resultado será una película bélica, una comedia tronchante o un drama demoledor. O quizá las tres cosas. De todo hay en “El eterno intermedio de Billy Lynn”, uno de esos libros que describen un país con precisión de cirujano. Y con enorme solvencia literaria, navegando entre obuses y culos de cheerleader, en el lejano desierto o en un estadio de fútbol, acompañado de héroes o de villanos. Sorprendente.

“Billy siente frío allí donde debiera sentir más calor, como si de buenas a primeras el significado de lo que lo rodea se alojase de forma natural en el más delicado de los instrumentos a su disposición: sus pelotas. Tiene miedo. Sabe que está en mal sitio. Ellos disfrutan hablando de Dios y de la patria, pero lo que proponen es el demonio, todos esos atareados demonios bioquímicos del sexo, la muerte y la guerra que fermentan en la base del cráneo y hacen aumentar la temperatura unos grados hasta que hierven y se derraman por los bordes”.