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El museo del horror

Durante la presentación de la figura de Donald Trump en el Museo de Cera de Madrid, una activista de Femen con los pechos desnudos intentó boicotear el acto. Quería, según sus gritos, “coger de los huevos al patriarcado”. El jefe de prensa del museo trató de taparle los pechos con, no se lo pierda, la mismísima gorra de Trump. Un caos absoluto que terminó con la activista reducida tras agarrar por la entrepierna la estatua del que será, en un par de días, presidente de los Estados Unidos.

Los pechos de la activista de Femen eran un soplo de aire fresco, piel y carne vivas, en uno de los lugares más espantosos de Madrid. Recuerdo una visita con el colegio al Museo de Cera, hace cientos de años, como uno de los momentos más espantosos de mi vida. Una pesadilla ¿Cómo se puede reunir una colección de estatuas tan feas, tan inexpresivas, tan… cerúleas? ¿Cómo es posible que alguien acuda no ya de manera voluntaria, sino incluso pagando, a semejante museo del horror?

Y eso que por aquel entonces no estaba aún la figura de Fernando Alonso

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Trump es el presidente electo peor valorado de los últimos 20 años. Según un informe realizado por la encuestadora Gallup, solo un 44% de los norteamericanos aprueba la forma en que está manejando la transición de poder. Obama obtuvo un 83% en el mismo estudio.

En cualquier caso, no nos llevemos las manos a la cabeza con Trump. Los ciudadanos españoles estamos siendo gobernados por un partido dopado. El PP de la “contabilidad extra contable”, de las cajas B, de los tesoreros corruptos, de los sobres con dinero negro. El partido de Trillo y Esperanza Aguirre, de Hernando y Granados. De la Gürtel. El grupo político cuyo tesorero, Luis Bárcenas (designado directamente por Mariano Rajoy) tenía casi 50 millones de euros en Suiza “como un plan de pensiones fuera de España”.

El verdadero museo del horror está muy cerca del Museo de Cera. A cinco minutos, al otro lado de la calle. En Génova 13.

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I Master de Rock and Roll Matutino sobre Ruedas.

Martes 16 de enero

The Stooges

Down on the Street.

Es difícil definir a los Stooges, la banda formada en el Detroit de 1967 que puso los cimientos del punk, el garage y hasta el rock duro. Todo el mundo se fijaba en su cantante, un tipo asilvestrado que se movía como una iguana: Iggy Pop. Pero detrás estaban guitarristas del calibre de los hermanos Asheton. Un auténtico tornado sonoro, del que estos días es fácil obtener más información gracias a “Gimme Danger”, el documental sobre la banda que ha grabado Jim Jarmuch y que se acaba de estrenar. El segundo disco de The Stooges, “Fun House”, se publicó en 1970 y es una de las piezas fundamentales en la historia del rock. Del rock de guitarras, primitivas y salvajes, distorsionadas, indomables. Esta canción llamada “Down on the Street”, un tsunami de guitarras desbocadas, abre esa joya…

Hoy

Elvis Costello

Oliver´s Army

La nueva ola británica. La Inglaterra post punk, de finales de los 70 y comienzos de los 80, quiere volver a escuchar canciones de mas de dos acordes. Estuvo muy bien la protesta sonora de los Sex Pistols y compañía, pero el país de los Beatles y los Stones quería algo más. La nueva ola, con miembros del punk reciclados escribiendo canciones absolutamente perfectas. Una de ellas es ésta, grabada por Elvis Costello, el Buddy Holly londinense, estaba incluida en su tercer disco, publicado en enero de 1979. Rozando la perfección pop, Olivers Army.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Perímetro

Autor: Jair Domínguez.

Editorial: Catedral.

9788416673117

Leyendo esta novela descarnada y salvaje, un western postmoderno, imagino a Jean Giraud, Moebius, dibujando las aventuras y desventuras del protagonista, El Ingeniero, un tipo que busca venganza en un desierto áspero habitado por deshechos humanos. Domínguez ha escrito un western del siglo XXI, y Moebius sería el artista idoneo para reflejar el carácter lisérgico de un texto fascinante, por original y crudo.

“Una noche de agosto, después de haber tenido una conversación con una puta, al Ingeniero le invadió la culpa. Al llegar a casa cogió la Biblia y leyó las palabras de Jesús según San Mateo qua hablaban de aquellos que se habían convertido en eunucos para alcanzar la gloria del Reino de Dios. El ingeniero cogió unas tijeras y practicó una incisión en su escroto, extrajo sus testículos y los cortó con decisión. Se vistió y asistió al sermón de la tarde. Al cabo de unas horas, al ver que quizás estaba perdiendo más sangre de la cuenta, visitó al médico del pueblo. El doctor le hizo una cura de urgencia sin hacer demasiadas preguntas”.

El Ingeniero busca al hombre que mató a su familia. La venganza y el odio son excelentes motores. El Ingeniero es un pistolero que tuvo un maestro, Benkei, la Flor de la Ribera, que murió hace 200 años. “Siete balas. Una para cada pecado capital. La séptima es para el diablo”. Mientras camina hacia La Toussaint, el asesino de los suyos, a través del desierto, el Ingeniero va conociendo a gente más o menos asilvestrada…

“Tarados, locos, enfermos, violadores y asesinos. Malvados hijos de puta sin escrúpulos. No se puede tener piedad de ellos. Todos deben morir”

“Perímetro” es una excelente novela. Experimental, pero no tanto. Se lee con la amarga satisfacción con que se vería una película de un Sam Peckinpah en ácido. O de Tarantino víctima de una insolación. Un placer literario amargo, complejo, con delirios del Cormac McCarthy fronterizo y montaraz, con los colores muertos del mejor Blueberry, con una originalidad y una intensidad que desarman. Brillante.