Un motivo para NO ver la televisión
Un día más en el paraíso.
Autor: Eddie Little.
Editorial: Sajalín.
Eddie Little, escritor californiano que murió en 2003 con cuarenta y siete años, esnifó por primera vez pegamento cuando tenía ocho. Se nota. En cada palabra, en cada párrafo, en cada página. Little sabe de qué escribe cuando cuenta la historia de Bobbie Prine, un chaval de catorce años que en solo unos meses pasa de reventar tragaperras a triunfar en las grandes ligas del crimen. Bobbie es Eddie, y “Un día más en el paraíso” su estremecedora autobiografía, un libro repleto de acción que se lee al ritmo de las anfetas y te deja tan doblado como un zurriagazo de jaco. Un clásico del robo y la drogadicción.
Bobbie se cree “un Robin Hood honrado y drogadicto de catorce años”. Casi acierta. En realidad es un delincuente de medio pelo que esnifa speed, se pone “hasta el culo” de pastillas y de vez en cuando se pincha caballo. Para financiarse estos insignificantes vicios comete “pequeños delitos”, como robar radiocasetes de coche. Trapichea, 200 ó 300 dólares a la semana, poca cosa. “Lo único que excede a mi arrogancia es mi ignorancia”, asegura, consciente de sus limitaciones.
Pero conoce gente. Gente que parece la adecuada para hacer realidad sus ambiciones. Primero Rosie, una portorriqueña-irlandesa de diecisiete años con los ojos “tristes y extraviados”, se convierte en su novia. Después Mel y Syd, una pareja de ladrones adultos y profesionales, le cuidan tras una salvaje paliza. Mel se convierte en su Pigmalión. Un hermano mayor que le guía por los caminos del hampa, le hace crecer a golpe de atraco y le siembra el camino de trampas: “Tu amigo Mel es el judío más descerebrado que he conocido en mi vida, pero según tengo entendido hay por ahí un país entero lleno de ellos: Israel. Esos sí que son unos hijos de puta”, le dice el doctor Ben.
Y es que en este “Un día más en el paraíso” encontramos mucho más que atracos a almacenes de droga, cócteles de estupefacientes y personajes con tendencia a la autodestrucción. Problemas emocionales y sociales, incapacidad de amar y expresar sentimientos, el fracaso de la justicia y el sistema penitenciario, la hipocresía de la droga… y por supuesto el racismo: “Vamos chaval, espabila. Si Rosie no pone a parir a los negratas, me como ahora mismo el volante. Todo el mundo se caga en todo el mundo, los negros en los hispanos, los hispanos en los negros, y todos, los negros y los hispanos, en los paletos blancos, en los irlandeses de mierda, en los blancuchos y en los blanquitos, llámalos como quieras. Mel es un puto judío, un usurero, un pichacortada; con esa cuadrilla en la que andas metido tendrías que pasarte todo el tiempo asegurándote de no herir los sentimientos de nadie…La regla es la misma en todas partes: en cuanto un grupo étnico sale de la habitación, se abre la veda”.
“Un día más en el paraíso” tiene todo aquello que buscan los fieles lectores de la colección “Al Margen”, el reducto para manguis, drogatas y convictos de editorial Sajalín. Y lo tiene a lo grande, en intensidad y calidad. Una escapada épica de las dos parejas en busca de no saben muy bien qué, complicada por las adicciones desbocadas, la violencia irracional y unos sueños condenados a fracasar. La historia de una derrota anunciada. Sin duda, uno de los mejores títulos de este catálogo.