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La fiesta de la pluralidad

Un día no muy lejano tal vez podremos disfrutar, si la suerte y los astros de la pequeña pantalla nos acompañan, de la gran fiesta de la pluralidad televisiva. Una de esas jornadas inolvidables, inconmensurables e inigualables para el recuerdo. Será por la noche, evidentemente. Y en prime time, qué duda cabe. La juerga estará patrocinada por todas las cadenas, y contará con absolutamente todos los telespectadores del Estado español como invitados de lujo. En ese momento de gloria, en ese instante para la historia de la comunicación audiovisual, pongamos el canal que pongamos veremos la misma cosa. Una película comercial, una serie de mierda, un concurso de medio pelo, quién sabe si una corrida de toros o el informativo más tendencioso de todos los tiempos. El pasado jueves asistimos a un ensayo de tan memorable jornada…

Telecinco y Cuatro han emitido el mismo día y a la misma hora, diez y media de la noche del jueves, la exitosa película “Ocho apellidos vascos”. Y han reventado las audiencias: 8.270.000 espectadores y un 47,5% de cuota de pantalla. 5.359.000 espectadores y un 30,8% de cuota de pantalla en Telecinco, y 2.911.000 espectadores y un 16,7% de cuota en Cuatro. Cifras escalofriantes, datos estremecedores: Ocho apellidos vascos” se convierte en la película más vista de los últimos 20 años, y en la tercera película española más vista de la historia en televisión. En este aspecto sólo es superada por ‘Cateto a babor’ (10 millones y 60.5%) y por ‘El hijo del cura’ (9,2 millones y 54.8%), ambas en La 1 en 1992”.

En las siguientes imágenes, fotogramas de la película “Ocho apellidos vascos” durante su emisión en Telecinco (arriba) y en Cuatro (abajo).

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La fiesta de la pluralidad, insisto, está al caer. Será el gran día. Todas las cadenas compinchadas para vendernos la misma bazofia, algo que hasta la fecha solo sucedía con motivo de los discursos navideños del rey. ¿Para qué gastar en producciones carísimas si el paladar del telespectador está atrofiado? ¿Por qué enfrentarnos y competir como alimañas si las dos empresas estamos en esto por la pasta? ¿Por qué diseñar y poner en marcha diferentes programaciones, si podemos llegar a un acuerdo amistoso, perro no come perro, para fabricar el mismo pienso compuesto? Razonarán los sesudos ejecutivos del duopolio. Y es que unidas Atresmedia y Mediaset en una programación común, en el control está el poder, podrían multiplicar aún más sus beneficios.

La televisión en abierto cada vez es más monótona, menos nutritiva, más rentable. Y lo es en nombre de la pluralidad.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Zeroville.

Autor: Steve Erickson.

Editorial: Pálido Fuego.

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“Zeroville” es una locura de película de papel, de film de Hollywood con forma de libro, de proyección para lectores cinéfilos, de documental psicotrópico con actores de ficción y escenarios reales. “Zeroville” es una pasada, un viaje a las entrañas de un viejo proyector, a las primeras filas de una sala de cine reservada para paladares exquisitos. Steve Erickson, responsable de esta bendita excentricidad, es un profesor de literatura y crítico de cine capaz de unir sus dos pasiones en un texto técnicamente fascinante. Breves capítulos numerados que dan un ritmo frenético a una narración arrolladora, a una avalancha de actores, películas, esperanzas, anécdotas, fracasos…

“Este tío no es un cineasta, es un cineautista.

- ¿Un qué?

- Cineautista.

- Eso implica que es retrasado”.

Finalizan los años 60 en la California del sexo, las drogas y… la Meca del cine. En Hollywood aterriza nuestro cineautista, Vika, un tipo poseído por las historias y los actores que persigue la película secreta, esa que está escondida, fotograma a fotograma, en todas las demás películas. Vikar tiene un tatuaje con Montgomery Clift y Elizabeth Taylor en la cabeza, un gran talento para el montaje y una sensibilidad brutal para la secuencia. Y por supuesto unos conocimientos enciclopédicos sobre el séptimo arte y aledaños. Se obsesiona con el cine, con la  literatura, con algunos vivos, con los muertos: “Comienza a recorrer nocturnamente las criptas y cementerios de Los Ángeles. Marilyn Monroe está enterrada en Westwood y Bette Davis está enterrada en Burbank junto con Fritz Lang y Buster Keaton; en la tumba de Bette, bajo su nombre, Vikar habría esperado leer la inscripción No pidamos la luna, tenemos las estrellas. En cambio, pone: Eligió el camino difícil.

“Zeroville” es un derroche de ingenio e imaginación. El viaje de un individuo de talento prodigioso por las calles de una ciudad en llamas (“El autobús pasa como una exhalación por el Continental Hyatt, donde los músicos de rock arrojan pianos desde la última planta”), en busca de la perfección cinematográfica, de la belleza triste de personajes sumidos en la violencia, la droga, la marginación. Narrativa de primera en una propuesta tan sorprendente como genial, tan deslumbrante como absorbente. Una proeza literaria.

 

Los putos amos

No hay día en que el prestigioso diario El País no recuerde a sus lectores, una vez confirmado que Prisa queda fuera del mamoneo audiovisual al no resultar beneficiada con alguna las nuevas licencias de TDT concedidas por el Gobierno, lo terrible que resulta el duopolio televisivo ibérico: El Gobierno potencia el duopolio televisivo en detrimento del pluralismo, aseguraban hace solo unos días. El pasado lunes, en su página dedicada a la pequeña pantalla, insistía en el drama: Mediaset y Atresmedia copan más del 58% de la audiencia de octubre”.

Dos grandes grupos, Mediaset y Atresmedia, dominan el panorama audiovisual español. Reúnen más del 58% de audiencia y, lo que no es menos importante, casi un 90% de la facturación publicitaria. ¿Pluralismo? No con las cosas de comer. Un duopolio de manual al que no le falta de nada: influencia, poder y dinero. Bueno, quizá les vendría bien algo de vergüenza: es habitual que a estos dos grandes grupos la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) les abran expedientes sancionadores por exceso de publicidad. Son ansiosos e insaciables.

Ver la televisión puede ser una tortura más allá de los contenidos. Esas pausas publicitarias interminables, con subida de volumen incluida, en las que se juega con la paciencia del telespectador: “No se vayan, volvemos dentro de unos minutos”, dice el presentador. Pasan interminables minutos, regresa el presentador y lo hace para despedirse: “Mañana volvemos”. ¿Estafa? No, solo un abuso y una inmoralidad propia de quien tiene la sartén por el mango, de quien no tiene competencia.

En cualquier caso, el artículo 14.1 de la Ley 7/2010, de 31 de marzo, General de Comunicación Audiovisual, establece el límite de tiempo de emisión de publicidad de mensajes publicitarios y de televenta en 12 minutos por hora natural: “Para el cómputo de esos 12 minutos se tendrá sólo en cuenta el conjunto de los mensajes publicitarios y la televenta, excluyéndose el patrocinio y el emplazamiento. También se excluirá del cómputo la telepromoción cuando el mensaje individual de la telepromoción tenga una duración claramente superior a la de un mensaje publicitario y el conjunto de telepromociones no supere los 36 minutos al día, ni los 3 minutos por hora de reloj”.

El pasado mes de junio la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencias sancionó a Mediaset con 229.136 euros por haber superado los límites de tiempo de emisión de publicidad. No les importa. Presentan alegaciones. Retrasan los procesos. Y si hace falta, pagan. Son los putos amos: Mediaset España ha obtenido un beneficio neto de 97,8 millones de euros en el primer semestre del año, lo que representa cuadruplicar lo registrado en el mismo periodo del ejercicio anterior. 

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