Hoy he desayunado tan fuerte que se me han revuelto las tripas. Café solo, pan con tomate y la fotografía de un niño sirio de tres años ahogado en la playa griega de Bodrum (firmada por Nilufer Demir). No hay estómago que lo resista ¿verdad? Los europeos somos así de sensibles con respecto al sufrimiento ajeno. Gracias a Dios medios de comunicación como La Razón o ABC nos han evitado el mal trago, un crío muerto en portada, y lo han sustituido por Artur Mas, el líder de la deriva independentista que amenaza no solo la unidad de España, sino la de todo este gran continente que es Europa.
Porque Europa es un gran continente, como diría Rajoy. No hay más que ver toda la gente que quiere entrar aquí para vivir como si fueran personas, basta con escuchar las palabras de sus líderes políticos: “Cuando hay gente que se asfixia en camiones y llegan cuerpos de niños a la orilla, es hora de actuar”, dice Yvette Cooper, candidata laborista del Reino Unido. Yo creo que había que haber actuado un poco antes. Es decir, antes de que la gente se asfixie en camiones y lleguen cuerpos a las orillas. Pero es solo una opinión.
Las opiniones son, como todo en esta vida, cuestión de geografía. Dependiendo de la región del quiosco en que usted deposite la mirada pensará que el gran reto europeo es la inmigración o Artur Mas. Es la pregunta de siempre: ¿Debemos ver la fotografía del niño ahogado? Yo creo, como siempre, que es inevitable, que es necesaria. Se trata de una imagen que cuenta una historia que nos atañe, pues habla de gente que intenta escapar de la miseria, pero también de nosotros, de nuestra política, de nuestra sociedad. De un continente que se hunde un poco más con cada persona ahogada en el Mediterráneo, que está más cerca de la derrota como proyecto con cada refugiado ignorado, maltratado, repatriado. Europa solo es posible desde la solidaridad absoluta, desde la fraternidad total. Mirar para otro lado es de cobardes.
Los viernes en Enrico´s.
Autor: Don Carpenter.
Editorial: Sexto Piso.
Don Carpenter es uno de los grandes. Lo supe nada más terminar de leer “Dura la lluvia que cae” (Duomo ediciones), una novela espectacular, imprescindible, vibrante, sobre la delincuencia juvenil y las prisiones en tiempos de la generación beat. “Los viernes en Enrico´s” apareció, inacabada, en los archivos de Carpenter casi diez años después de su muerte. Los herederos del escritor de Berkeley, California, pidieron a Jonathan Lethem que ordenara y editara el manuscrito. Lethem aceptó y nos regaló esta obra maestra de la literatura sobre escritores y bebedores. Porque eso es “Los viernes en Enrico´s”, un libro sobre hombres y mujeres que sueñan con escribir grandes libros y, mientras tanto, beben.
Carpenter sigue situado en plena época beat. Pero en estas páginas los nombres de Kerouac y compañía solo aparecen de refilón: una chica que conoció a fulano en una fiesta. Los protagonistas son Dick, Charlie, Stan, Jaime… Hombres y mujeres de diferentes procedencias, algunos de buenas familias y otros carne de presidio, unidos por un vínculo común: la escritura. Todos están enganchados a sus máquinas de escribir, todos buscan rutinas para sentarse a trabajar cada día, todos quieren hacerse ricos y famosos vendiendo sus historias. Primero relatos cortos a revistas, poco importa si se trata de pulp o Playboy. Después una gran novela en una editorial potente. Finalmente Hollywood, el cine se interesa por las grandes historias, busca guionistas, es el lugar donde está el poder y el dinero.
Escritores de diferentes pelajes van creciendo en paralelo, vidas cruzadas, en un mundo, el de la literatura, “realmente extraño”: “Podías escribir y escribir y no saber nunca qué diablos estabas haciendo. Él no había escrito una historia sobre un hombre obsesionado con el sonido de su propia sangre. Había escrito sobre lo fascinante que era escuchar tu propia sangre”.
Carpenter describe de maravilla a los personajes, sus debilidades y grandezas, sus sombras y ambiciones. Y al tiempo ofrece un máster en el arte de escribir. Literatura y guión: “El guionista no se inquieta por el detalle, sólo debe ceñirse a una historia en bruto y al diálogo”. Un máster en el que Jonathan Lethem pone la guinda con una edición simplemente brillante. Desconozco el estado del libro cuando cayó en sus manos, pero se que el resultado es soberbio. Una nueva obra maestra de Carpenter.