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Desguace americano

Un motivo para NO ver la televisión

Desguace americano.

Autora: Bonnie Jo Campbell.

Editorial: Dirty Works.

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Catorce relatos formidables sobre la vida en el Michigan rural, un mundo en blanco y negro en el que sobreviven trabajadores sin futuro, bebedores sin paladar, cazadores sin escrúpulos y drogatas sin cerebro, condenados todos ellos a cadena perpetua. Pueblos como cárceles, trabajos como condenas, para los miembros de una sociedad que carece de esperanza y nunca aparece en las páginas del New York Times. Perdedores, a veces maravillosos, casi siempre tristes y descascarillados, que buscan una redención imposible. Bonnie Jo Campbell ha bebido los mismos matarratas caseros, se ha pegado en los mismos garitos y ha conducido por las mismas carreteras secundarias que los protagonistas de sus historias. Sabe de qué escribe cuando describe un accidente laboral, la enésima borrachera, una pelea multitudinaria o un desengaño amoroso.

“Slocum pensó en los ojos verdes de Wanda, en su piel blanquecina y en la forma en que le estrechaba contra ella con los brazos y las piernas, en que siempre tenía algo inteligente que decir, y golpeó a King Cole una tercera, una cuarta, una quinta vez. King cayó a la nieve y se quedó quieto. Tenía la cara cubierta de sangre, que también había empapado su barba y la nieve a su alrededor. Slocum nunca había matado a un hombre y no había sido su intención matar a este, así que concentró su atención en comprar carritos enteros de comida para los niños de Wanda y medicinas para sus infecciones de oídos”.

Bonnie Jo Campbell escribe con la naturalidad y la sencillez con que charla una buena conversadora. Tiene un don. Es capaz de contar esa historia descarnada, repleta de dolor y melancolía, con la misma intensidad y emoción con que lo haría a unos amigos, cerveza en mano, durante una barbacoa de domingo o el desguace de una camioneta. De hecho, sus historias hablan de desguaces. Humanos. Hombres y mujeres hechos trizas que esperan pocas cosas de la vida. Habitantes de un mundo subterráneo, los intestinos atascados de una nación que se cree todopoderosa, que luchan a su manera por mantener algo de dignidad en medio del caos. No siempre lo consiguen.

“Cal le había hecho una raja en la mejilla a Strong y en el hospital, más tarde, le afeitaron la barba para darle puntos. Marylou apenas reconoció a su padre; volver a casa con él después fue como volver con un desconocido. Desde entonces no se ha vuelto a dejar barba otra vez por el nuevo trabajo, donde le pagan la mitad de lo que cobraba en Metales Murray. La desnudez de su cara aún sobresalta a Marylou”.

Nada nuevo, por tanto, en el último lanzamiento de Dirty Works. Afortunadamente. Porque no es necesario cambiar aquello que es perfecto. Tan perfecto e inamovible como el sonido del último disco de John Prine, el sabor del penúltimo Southern Comfort, o el petardeo de una Sportster de comienzos de los setenta. Gloria bendita.

Coche

Un motivo para NO ver la televisión

Coche

Autor: Harry Crews.

Editorial: Dirty Works.

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Este libro cuenta la historia de un tipo que se quiere comer un coche. Concretamente un Ford Maverick del 71.

Lo normal.

Normal cuando el que ha tenido la idea, el responsable de la narración, es Harry Crews, uno de los escritores más locos, salvajes e impredecibles de las letras norteamericanas. Un escritor despiadado con el sistema, con la cultura del espectáculo y con el modo de vida del americano medio. Crews los despelleja con un humor demoledor, con fina ironía y con un desprecio absoluto por lo establecido. Es un maestro de lo grotesco, con destellos geniales, imágenes vertiginosas y auténticos desmadres en un libro que como, decía Henry Miller, no busca “el Mejoramiento del Hombre”. Afortunadamente.

“Coche” se lee en una sentada, puesto que funciona con la precisión del motor en línea del Maverick: seis cilindros, 2.781 centímetros cúbicos, 106 caballos… Crews pisa el acelerador, y lo que en las primeras páginas parece una historia surrealista, coge ritmo y se convierte en una declaración de amor por los automóviles, por los perdedores, por los personajes excéntricos obsesionados con detalles retorcidos. La puta del hotel, el conductor de grúa que magrea con avidez los pechos aprisionados en cuero de una chica “a la que respeta por eso”, el empresario que organiza el espectáculo gastronómico…

“Cortaremos doscientos cincuenta gramos por sesión, empezando por la parte derecha del parachoques frontal. Del parachoques pasaremos a la rejilla del radiador. El coche… la carcasa… permanecerá expuesto aquí mismo, durante todo el tiempo que le lleve a Herman Mack ingerirlo”. El show está perfectamente diseñado. Dos pases diarios. Herman se va comiendo el carro, convenientemente troceado, estrujado y lijado en sus bordes afilados, en una toma a las seis de la tarde. Aproximadamente a las nueve y media de la mañana evacua los restos, que se subastan al mejor postor.

“Me niego a que los coches sean los que me midan la vida”, exclama Herman. “¡Los putos coches son los que nos miden! ¡Ellos a nosotros! ¿Es que no ves que estamos en el lado equivocado de la ecuación?”. Y entonces decidió zamparse uno. Estaba en el mejor hotel de Jacksonville, Florida, junto a su menú de los próximos años. Un Maverick del 71 que es puro sexo. “Abrió solemnemente la boca como si fuera a recibir el sacramento pero, en lugar de eso, su flácida lengua rosada tocó metal, lamió el capó del Maverick. Estaba limpio y frío y sintió que los músculos de la tripa se le endurecían. Anhelaba tenerlo en su boca. Sentirlo en su garganta. Contenerlo en su estómago. Asombraría al mundo”.

No deje pasar esta oportunidad de sorprenderse, de leer algo realmente diferente, de reír a carcajadas y admirar la bendita locura de Crews, un escritor distinto, un personaje irrepetible. Un individuo con una visión histórica muy particular: “Todo lo que ha ocurrido en este país en los últimos cincuenta años –dijo Herman-, ha ocurrido encima, dentro o alrededor de un coche, se ha hecho con un coche o cerca de un coche. –Sonrió con su sonrisa soñadora-. Y todo el mundo quiere regresar a la escena del crimen”.

Furtivos

Un motivo para NO ver la televisión

Furtivos

Autor: Tom Franklin.

Editorial: Dirty Works.

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Tengo que comenzar esta reseña de manera contundente: “Furtivos” se ha convertido en mi libro favorito del catalogo de Dirty Works. Lo cual, teniendo en cuenta que estamos hablando de una de las editoriales más coherentes (la Norteamérica profunda) y fiables (ni un libro despreciable) de nuestro país, es mucho decir. Visten sus títulos de un negro riguroso, mantienen un diseño inquietante y no se anda por las ramas: ha traducido exquisiteces del calibre de “Volt” (Alan Heathcock), “Trabajo sucio” (Larry Brown) o “El hielo en el fin del mundo” (Mark Richard). Pero “Furtivos” es… especial.

“Nunca he perdido la necesidad de hablar de mi Alabama, de revelarla tal y como es, frondosa, verde y llena de muerte. Así que regreso con todo lo que he aprendido. Vuelvo a donde la vida muere con lentitud y cazo historias como un furtivo. Cazo como un furtivo porque quiero recuperar los senderos antes de que sea demasiado tarde, antes de que retumben los últimos camiones madereros y las viejas y oscuras costumbres queden taladas para siempre”.

Tom Franklin no solo escribe de maravilla, con una sencillez apabullante que le hace utilizar las palabras justas, sin estridencias, sin forzar descripciones o situaciones, sin abusar de adjetivos, sin un solo alarde estilístico o emocional, con precisión no de forense, sino de cirujano. “Furtivos” es una colección de relatos que hablan de personas al límite, como todos los títulos de Dirty Works, pero lo hacen de una manera diferente. Mientras otros huelen la sangre, se regodean en la violencia o apuestan por dejar al lector empapado en sudor, Franklin hace gala una sutileza exquisita, un ritmo narrativo trotón (sin altibajos), y una humildad conmovedora. Sus personajes pierden, beben, se pelean, lloran y se lamen las heridas como los demás, pero lo hacen en una escala diferente, en un tono distinto. Pura armonía. Todos guardan un poso de dignidad, ninguno es humillado. Ni siquiera los hermanos Gates, protagonistas del increíble relato que da título al libro…

“- Joder, Sugarbaby. Esos chicos no necesitan un abogado. Lo que necesitan es quedarse en el bosque, que es donde tienen que estar. A estas alturas la gente ya tendría que saber que lo mejor es dejarlos en paz.

Goodloe se apartó un paso de la camioneta. Chasqueó los labios.

- Me temo que nadie tuvo tiempo de advertírselo al difunto”.

Puede que Tom Franklin sea el mejor de todos los escritores publicados por Dirty Works. Hay otros más asilvestrados, más directos, más impactantes, más sucios, febriles y aparentes…. Pero ninguno resulta tan fascinante como este hombre nacido en sur de Alabama que siempre ha realizado trabajos duros, desde inspector de residuos tóxicos a empleado de una funeraria. Quizá por eso los diez relatos que forman este libro son auténticas obras maestras, piezas trabajadas de manera artesanal, minuciosa, que se presentan al lector con una naturalidad que desarma. Con una sinceridad que emociona. Y con una calidad que apabulla.

Nos roban el futuro

Ya se que no es políticamente correcto hablar de otra cosa que no sea el sainete catalán, pero lo voy a hacer porque se trata de la noticia más importante de los últimos tiempos. Y algunos grandes medios nos la están ocultando. No es nada nuevo, es la eterna trampa. Es la garantía de un futuro conservador. Es todo aquello que no deberíamos consentir…

El Gobierno reducirá en 2018, por tercer año consecutivo, la proporción de Producto Interior Bruto (PIB) que destina a Sanidad, Educación y Protección Social.

Poco más que decirle. Salvo que la corrupción no es lo peor que nos está pasando. Nos están robando el futuro.

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Un motivo para NO ver la televisión

Casa de oración nº2.

Autor: Mark Richard.

Editorial: Dirty Works.

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Hay vidas… y vidas. Es decir, gente que nace, sobrevive y muere… y gente que aprovecha cada minuto, que bebe y se pelea, que ama y odia, que escribe y navega, que duerme en sofás y escribe a máquina, que tiene problemas con su padre y novias que trapichean, que ama los bares y las bibliotecas, que dispara a la policía con pistolas de agua. Gente que vive varias vidas. Mark Richard es uno de estos últimos. Se trata de un viejo amigo, al que ya conocíamos gracias a “El hielo del fin del mundo”, novela que nos regaló la editorial Dirty Works hace algunos meses.

“Así que te pones a escribir cuentos sobre cosas que conoces, barcas robadas, trapicheos frustrados con drogas, asesinatos menores, meteorología inusual, cosas que has visto con tus propios ojos en el Thunderbird Lounge. Se los mandas a la revista Squire, a veces uno a la semana, y te los devuelven siempre”.

“Casa de oración Nº2” cuenta la vida de un superviviente, desahuciado por los médicos y rescatado por la literatura. Un cerebro agudo instalado en un cuerpo defectuoso. Un niño roto que crece a golpes y a golpes escribe. Entre el chico “especial” de huesos quebrados y el escritor que tropieza y se levanta una y otra vez pasan cosas, muchas cosas, la esencia de este libro intenso hasta el agotamiento. Mark Richard no se aburre: el catálogo de aventuras y personajes reunido en estas páginas hace que Jack London parezca estático, que Bukowski resulte pusilánime y que Edward Bunker invite al sueño.

“En tu último viaje al norte, el capitán y el primer oficial toman chupitos de vodka cuando se acaba la heroína que han comprado. Un tipo intenta tirarte por la borda una noche por una discusión sobre un gorro para la lluvia. La Guardia Costera entra en la embarcación a punta de pistola y nos obliga a atracar en Cape May”.

Los lugares favoritos de Richard son la biblioteca y el cine. El resultado es una vida de película, con casas encantadas, escaleras ocultas, predicadores y coros de gospel, abrigos de piel de mapache, armarios repletos de revistas Playboy… y muchos follones.

“La primera vez que te detienen es por agresión a un agente de policía. Tus padres y tu hermanita están fuera de la ciudad. Estas en Main Street y es sábado por la mañana, después tendrás que ir a la emisora. Estás de pie entre dos coches aparcados y disparas al tráfico con una pistola de agua… De pronto llega un coche de policía. Te acercas a su coche y disparas a los policías en la cara. De pronto estás en el asiento trasero de policía a una manzana de la cárcel”.

Estamos ante la biografía perfecta de un tipo imperfecto. Un chico que busca su lugar en el mundo, lejos del hielo y las baldosas mojadas, contando grandes pequeñas historias de tipos “que hacen las cosas que siempre han hecho falta pero nunca han sido capaces de hacer”. La lucha por la vida de un beautiful looser, que diría Elliot Murphy. Maravilloso.