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Usted perdone

Reconozco sentir un enorme repelús por Javier Sardá, una de esas estrellas de la televisión absolutamente indiscutibles. Y creo conocer la razón: ha desperdiciado un talento descomunal. Podía haber hecho grandes cosas, pero solo ha hecho dinero. La alergia viene de los tiempos de “Crónicas marcianas” (Telecinco), el late night que arrebató a “La sonrisa del pelícano”, de Pepe Navarro, el trono de la telebasura. Hasta entonces, Sardá era un periodista prestigioso, con fama de inteligente, rápido y con criterio gracias a su trabajo en la Cadena SER. Tenía todos los ingredientes para hacer televisión importante, para dinamizar el medio, pero eligió el lado oscuro. Y se convirtió, usted perdone, en un divo: soberbio, repelente,  millonario y aburrido. Insoportablemente aburrido.

En televisión, Sardá es “Crónicas marcianas”. Y poco más. El popular late show se acabó en verano de 2005. Dos años más tarde regresó con “Dutifre”, y pasado algún tiempo lo intentó de nuevo con “La Tribu” e “Infiltrados”. Concesiones a su currículo. Dos años después regresa con “Usted perdone”, un espacio de entrevistas a famosos que Antena 3 emite los domingos, cerca de la medianoche. Sesenta minutos en los que Sardá prometía “desnudar” a sus invitados. Nada de eso: charlas amigables, relajadas e insípidas en las que el entrevistador, Sardá, quiere quedar bien con los invitados y dejar claro que es más brillante que ellos.

Hay que estar muy desvelado, y no tener ningún libro a mano, para ponerse a las doce de la noche a ver una entrevista con David Bustamante o Elsa Pataky, futuras víctimas del programa. Y si la presenta Sardá, ni le cuento. Y si viene después de que Buenafuente haya charlado, como sucedió ayer, con un momificado Miguel Bosé, pues… usted perdone.

Sardá se estrenó anoche entrevistando a Serrat. Una careta impresentable. Mal sonido callejero. Ausencia de ritmo, una lentitud exasperante. Y el ego de Sardá sobrevolando por encima del cantautor, interrumpiéndole, convirtiéndose en protagonista. Televisión viejuna en su concepto, en su realización, en su montaje, en los rótulos… Hay más talento en cinco minutos de “Salvados” que en los sesenta minutos de “Usted perdone”.