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TVE vende toros

En TVE no hay publicidad. Dicen. Pero lo cierto es que mediante algunos trucos, más o menos burdos, se pueden ver anuncios en la tele pública. Por ejemplo con los patrocinios, eufemismo de campañas publicitarias. O con los telediarios, eufemismo de informativos.

“El abono (a la feria de San Isidro) ahora nos va a costar 105 euros, lo que supone 1,6 euros por festejo”, dice Gonzalo Bienvenida, presidente de la Asociación Juvenil Taurina. Y lo dice no en la barra del bar “El burladero”, entre raciones de rabo de toro y olor a colilla de puro, sino en el prime time de la televisión pública. Publicidad taurina en el informativo estrella de TVE, el Telediario de las nueve de la noche: “31 tardes ininterrumpidas de toros, 24 corridas, cuatro de rejones, tres novilladas. Vuelve Enrique Ponce”, dice la presentadora de una pieza que invita a la juventud a rascarse el bolsillo para financiar la tortura de herbívoros: “Una feria en la que los menores de 25 años tendrán por primera vez una grada reservada para toda la temporada. El número de abonados jóvenes se ha multiplicado por cinco… esperando que se repita el éxito del pasado San Isidro”.

¿El éxito de los toros? Tan grande es que TVE consiguió el pasado año una audiencia mínima histórica para una emisión taurina en la primera cadena: 10,2% de cuota de pantalla. Y para colmo de males en horario infantil.

Las corridas de toros son un asco. Un espectáculo sórdido que agoniza, pese a los esfuerzos conservadores por apoyar la tortura. Con la televisión pública, con subvenciones e incluso con el turismo masivo de baja calidad. ¿Recuerda los 3.000 chinos que han pasado unos días invitados en España? Pues se los llevaron a los toros. Chinos que vienen a España a miles, pero que para desesperación de hosteleros y vendedores de espadas toledanas no gastan un duro. Ratas. Nosotros nos dejamos los salarios basura en sus tiendas de todo a cien y en sus ultramarinos abiertos 24 horas. Y ellos, en lugar de fumarse un Farias y beberse un cubata en el tendido de sombra, sacan los rollitos primavera del papel albal entre el tercero y el cuarto de la tarde y se los zampan con un trago de agua. Así no salimos de la crisis.

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Un motivo para NO ver la televisión

La naturaleza es un campo de batalla.

Autor: Razmig Keucheyan.

Editorial: Clave Intelectual.

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Este es un libro duro que habla de una política despiadada, de un capitalismo voraz, de unas estrategias neoliberales depredadoras, de una naturaleza amenazada. De los ingredientes, en resumen, de un futuro muy negro. Todo el mundo lo sabe, el planeta está en peligro, pero son muy pocos los que toman conciencia, analizan el problema y luchan para deshacer “el tríptico que forman el capitalismo, la naturaleza y el estado, e impedir que este último obre en favor de los intereses del capital”. Las desigualdades que sacuden el mundo también tienen consecuencias medioambientales.

“Las desigualdades ambientales constituyen un dato estructurante de las relaciones de fuerzas políticas en la época moderna. Ellas implican que las consecuencias nefastas del desarrollo capitalista no son padecidas de la misma manera, en el mismo grado, por todos los sectores de la población. Estas desigualdades preceden holgadamente a la crisis ecológica actual. No obstante, esta tiende a agravarlas. Una forma particular de desigualdad ecológca llamó aquí nuestra atención: el racismo ambiental… El capitalismo es generador de crisis, pero también produce anticuerpos a la crisis que le permiten amortiguar sus efectos y, de paso, sacarles provecho… El aseguramiento de los riesgos climáticos, una de las formas que adoptan hoy las financias ambientales”.

Razmig Keucheyan es doctor en sociología y profesor-investigador titular en la universidad de París-Sorbona. Especialista en el pensamiento de Antonio Gramsci, Keucheyan cree que los grandes perjudicados por la crisis medioambiental son los de siempre: los más pobres, los menos favorecidos, los abandonados a su suerte. Y es que la naturaleza es, dice, “la más política de las entidades”.

“El capitalismo no morirá de muerte natural, por una simple razón: tiene los medios de adaptarse a la crisis medioambiental. Una vez más, está en vías de hacer la demostración de su asombrosa resiliencia… El capitalismo no es solo capaz de adaptarse a la crisis ambiental sino por añadiduría de sacarle provecho”.

“La naturaleza es un campo de batalla” está dividido en tres grandes bloques: Racismo ambiental, Financiar la naturaleza (el seguro de los riesgos climáticos) y Las guerras verdes (la militarización de la ecología). En los tres casos se trata de teorías imaginativas desarrolladas con rigor y con sentido común, desde una visión profundamente crítica del problema. Un libro innovador, exigente y certero que plantea el reto medioambiental como lo que es: un desafío económico y social por explorar, por abordar y por vencer. Imprescindible para todos esos ciudadanos comprometidos que se avergonzaron del primo de Rajoy.