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Los niños, esos teleadictos

Son pequeños, inocentes y manejables. Su cerebrito infantil aún no está desarrollado: podemos moldearlo como si fuese de plastilina. Por eso mismo cuando nos dan el coñazo los enchufamos a la televisión. ¿El niño no come bien? Si le metemos dos horas de Bob Esponja en vena se zampa hasta las piedras. ¿El niño quiere jugar mientras me tomo un sol y sombra y relleno la quiniela? Media docena de capítulos de Pocoyó y se queda como una malva. ¿El niño tiene mala cara porque como estoy superocupado no le he sacado a la calle en toda la semana? Las radiaciones de la pantalla que acumula después de una sesión maratoniana de Canal Disney le dejarán como a Kunta Kinte.

Los niños españoles de entre cuatro y doce años pasaron en el mes de febrero delante de la televisión, una media de dos horas y 38 minutos al día, según un informe de Barlovento Comunicación para Europa Press. “Esto supone un incremento del 11,2% respecto al tiempo que los niños españoles dedicaban a ver la televisión en 2005, cuando la media diaria era de 2 horas y 22 minutos”, informa la web vertele.com.

Nuestros chavales consumen más televisión que nunca. ¿Un problema? De ninguna manera: un chollo. Lo que deberíamos hacer es acabar de una vez por todas con esa tontería del horario de protección. ¿Quién puede cuidar de nuestros hijos mejor que los entrañables teletubbies? Es más, el ahorrador Gobierno de nuestro querido Rajoy debería aprovechar esta circunstancia, que no es otra que la adicción de los niños a la televisión, para cerrar las guarderías subvencionadas por el Estado.

La mejor guardería, la más barata y cercana al hogar, es una buena televisión plana de 54 pulgadas en el salón. Ahora, con la proliferación de las TDT y la polinización entre cadenas e internet, crece el consumo infantil de televisión porque crece la oferta: bebés, niños, preadolescentes, adolescentes y militares chusqueros encuentran el dial a su medida. ¿Calidad? Una pregunta estúpida que indica que no ha leído con atención la primera frase: el cerebrito infantil aún no está desarrollado. Son pequeños zoquetes, merluzos diminutos que atienden a impulsos muy básicos y fáciles de satisfacer. La televisión para niños es rentable porque no es necesario invertir en productos de calidad.

Así las cosas, el cierre por los recortes en TVE de un canal infantil como Clan sería el equivalente a la clausura de una narcosala por Esperanza Aguirre. Un drama.


 

 

El carrusel

La vida es una tómbola, de acuerdo, pero también un carrusel: unos suben y otros bajan, unos vienen y otros van, algunos triunfan y casi todos somos derrotados. ¿Y la televisión qué es, sino una prolongación de la vida? Filosofía de saldo para describirle las trayectorias inversas de dos leyendas de la comunicación de perfil bajo: Bob Esponja y Jiménez Losantos. ¿Vidas paralelas? En algunos aspectos: recuerde que fueron rivales en las mañanas de la primera TDT. En otros, vidas inversas. No lo digo yo, lo dice el mercado audiovisual español.

El repugnante personaje de expresión estúpida, ojos de loco y deteriorado discurso está de capa caída. Me refiero a Bob Esponja. El presidente mensual de la Corporación RTVE ha dicho que, debido a la reducción de 204 millones de euros en el presupuesto de la tele pública, tendrán que cerrar la cadena Clan, con lo que el acelerado invertebrado acuático se queda sin curro. Imaginen cómo está el mercado laboral para que un mito del entretenimiento de baja calidad se quede en la calle. Él y sus secuaces, Patricio Estrella, Arenita Mejillas y el caracol Gary.

En el lado contrario, y de ahí el concepto carrusel, un Jiménez Losantos que no deja de crecer. Metafóricamente hablando, me temo. El locutor crisposo, innovador término que resume los conceptos crispante y grimoso, vive días de gloria  tras la victoria del PP, la orden del Fiscal General de reabrir la investigación de los trenes del 11M y, en último lugar pero no por ello menos repugnante, su posible fichaje para gestionar los informativos de Telemadrid. Y es que corre el rumor de que si el Gobierno modifica la ley audiovisual, para liberalizar-privatizar la gestión de las cadenas autonómicas, Losantos pillaría cacho en Telemadrid.

Así de cruel es la televisión. El Bob Esponja que hace poco más de dos años se pasaba por la piedra, hablamos de audiencia matinal, a Jiménez Losantos, ahora hace cola en la oficina del INEM del fondo del mar. Y el Jiménez Losantos humillado entonces por el espongiforme ser, resurge ahora de sus cenizas para liderar el proyecto más increíble de nuestra democracia: hacer aún más tendenciosos los informativos de Telemadrid.