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Hasta siempre, comandante

Ha muerto Hugo Chávez. Y como no me gustaría ser el único bloguero de España que deja pasar la oportunidad de escribir alguna simpleza sobre el líder bolivariano, le voy a dedicar el post de hoy. Por eso y porque admiraba profundamente a Chávez, un político mediático con programa de televisión propio. Sé que era populista, demagogo, bocazas, manipulador y hasta grotesco. No ignoro su pasado golpista y el carácter militar de su formación, y estoy al tanto de sus maneras avasalladoras, de sus reformas torticeras de la constitución y de las restricciones a los medios de comunicación. Pero no puedo por menos que sentir un respeto enorme por un hombre tan dotado para el socialismo como para reconocer la presencia del  imperialismo incluso a través de las pituitarias…

En una tarde inspirada, Chavéz era capaz de hablarle a su pueblo mucho más de lo que le hablaría Mariano Rajoy al suyo en toda una vida. Tanta era su verborrea que el Rey Juan Carlos, un tipo que prefiere hacer las cosas a la chita callando, le soltó el famoso “¿Por qué no te callas?”.

Chávez tenía su propio programa de televisión, algo al alcance de muy pocos. “Aló Presidente” se emitió durante trece años por el Sistema Nacional de Medios Públicos de Venezuela, con horario de comienzo pero sin horario de cierre: horas y horas de doctrina, de presidente bolivariano en estado puro. El sueño de Pedro Ruiz.

Los medios de comunicación españoles se burlan del Chávez mediático, y repiten una y otra vez las imágenes más patéticas: Chávez cantando rancheras, Chávez luciendo chándal y arengando a las masas, Chávez haciendo que boxea contra el imperialismo… Olvidan mencionar que trabajó duro por los menos favorecidos, que devolvió la dignidad a los venezolanos más humildes, que rebajó enormemente la deuda externa, que consiguió alfabetizar al 92% de la población o que redujo la pobreza en su país en un 40%. “Hasta siempre, comandante”, titulaba Gramma.

En una tertulia teóricamente de izquierdas como “Al rojo vivo” (La Sexta) prepararon una encerrona a Juan Carlos Monedero, politólogo y profesor de universidad chavista: “Chávez tiene un estilo de voz de patio de cuartel que me echa para atrás”, dice John Muller, periodista de El Mundo. Ramón Pérez-Maura, adjunto al director de ABC, va más lejos: se descojona de la muerte del “dictador”, y con su voz de pito disparada hasta límites solo posibles desde la castración, le llama “payaso”. Dicen que el nivel de la democracia venezolana no es homologable al de las democracias occidentales.

Medios de comunicación españoles tan sospechosos como El Mundo o ABC sacuden a Chávez desde la anécdota. Que si bailaba, que si cantaba, que si era  populista, que si era un dictador… La prensa española se atreve a calificar al gobierno de Chávez como de “régimen corrupto”. Mientras realiza esa definición de un gobierno democrático, por mucho que les pese, se conocían los resultados del último barómetro del CIS: la corrupción se dispara en España. Ya se ha convertido en el principal problema para el 40% de los ciudadanos, solo superado por el paro (79,9%). Los periodistas, por cierto, se han convertido en los profesionales peor valorados por los españoles…

Me temo que no estamos para dar lecciones de democracia ni de integridad a nadie. Y no se lo digo solo por la corrupción, el descrédito político o nuestra amistad con países tan dudosos como Marruecos, Arabia Saudí, Guinea Ecuatorial o Libia. Se lo digo por más cosas…

 

Un motivo para NO ver la televisión

Huellas

Autor: Ida Fink.

Editorial: Errata Naturae.

El día en que termino de leer “Huellas”, uno de los libros más bellos y sutiles que he leído sobre la vida antes, durante y después del Holocausto, me entero por el periódico de que el genocidio judío adquiere una dimensión aún mayor: los campos de la muerte creados por el III Reich no eran 7.000, como se creía, sino más de 42.000 (30.000 campos de trabajos forzosos, 1.150 guetos judíos, 980 campos de concentración, 500 burdeles de prostitución obligada…). El número de víctimas de esos centros de reclusión y tortura asciende a entre 15 y 20 millones de personas, en su mayoría judíos.

La polaca Ida Fink estudió música hasta la ocupación nazi. Se nota en el ritmo de sus relatos, breves pero deliciosos ejercicios de narración ascendente. Todos mantienen un tiempo cadencioso, sin estridencias, quizá por estar ambientados en lo cotidiano. A diferencia de otros grandes libros sobre el dolor causado por el nazismo, en éste nada chirria, nada se muestra en su desnuda brutalidad. Las historias de Fink se caracterizan por la sutileza del dolor, la precisión de los detalles, la sencillez de los personajes.

Quizá por eso impresiona leer en uno de los mejores relatos, titulado “Julia. Apuntes para una biografía”, cómo en muchos locales de la ciudad (llamada P) colgaron este cartel: “Prohibida la entrada a perros y judíos”. Impresiona porque en “Huellas” nada es rudo, todo es poesía. Incluso el miedo a salir de casa para enfrentarse a los invasores: “En aquellos días, cada umbral se convertía en un camino hacia lo desconocido”.

Pese a la escritura majestuosa, que huye del sensacionalismo y se recrea en situaciones y trazos, el dolor, la tristeza y el terror impregnan cada página: “Pocos días después llegó la guerra. En los primeros días conocí el miedo de las bombas, un miedo infantil y ridículo en comparación con aquel de los días venideros: el miedo de la gente”.

Pinchar para leer las primeras páginas.

Lenguaje corporal

El último barómetro del CIS confirma aquello que nos temíamos: la decepción del ciudadano con los políticos sigue en aumento. La valoración de estos últimos no cesa de bajar: ningún ministro aprueba y algunos se estrellan clamorosamente, como un José Ignacio Wert que solo consigue un patético 3,19. ¡Se quedó sin beca! Rajoy también sufre un duro castigo, puesto que pierde cuatro puntos con respecto al 20-N y queda por debajo de un Rubalcaba que encabeza la oposición. Algo deberían hacer nuestros líderes para mejorar su imagen, para conseguir la atención del pueblo. ¿Trabajar más y mejor? ¿Mentir menos? No van por ahí los tiros. Me explico…

El debate televisado era importante, puesto que reunía a los cuatro políticos del momento en México: los candidatos presidenciales de cara a las elecciones del 1 de julio. Pero los telespectadores no prestaron atención a sus propuestas económicas, sus promesas de bienestar o sus alternativas al desempleo. Nadie recuerda las palabras de los políticos, ninguna de sus reflexiones pasará a la historia. Sin embargo todos los mexicanos hablan de una mujer que, en lo que fue una actuación sin guión de apenas 24 segundos, repartió un sobre a cada candidato. Un generoso escote y un pecho prominente hicieron el resto. Julia Orayen, portada de Playboy México en su edición de septiembre de 2008, eligió personalmente el vestido blanco y muy ceñido, largo hasta los pies y con una abertura en la espalda, con que apareció en pantalla. Y acertó: los medios de comunicación mexicanos no han hablado de otra cosa en los últimos días. Incluso alguno de los candidatos se despistó al mirarla de reojo…

Parece evidente que los contenidos políticos están sobrevalorados. Estamos cansados de promesas. Hemos dejado de confiar en el pensamiento y la palabrería. Buscamos algo nuevo en que creer. La conejita Julia ganó el debate de las ideas sin abrir la boca, sin decir ni pío, con un vestido reprieto y unos senos generosos como únicos e incontestables argumentos. Puritito lenguaje corporal, que diría un analista político mexicano.

 

P.D.

 

Un motivo para NO ver la televisión

La historia de mi gente.

Autor: Edoardo Nesi.

Editorial: Salamandra.

Edoardo Nesi es un escritor que codirigía junto a su familia una empresa textil en la Toscana. Un buen día venden el negocio, y durante el bajón posterior analiza las circunstancias que les han llevado a tomar esa decisión. Comienza por los buenos tiempos de la industria textil, aquellos que incluían la conquista del gran mercado chino. Y termina con la crisis causada por una globalización “sin gobierno y sin derechos”, que desemboca en la invasión de productos chinos. Cita a Fitzgerald: “Por eso dejo ahora mi ciudad perdida. Ya no susurra fantásticos éxitos y eterna juventud. Todo está perdido, salvo el recuerdo”

Nesi está muy cabreado: su concepto de progreso, basado en los negocios locales y familiares que generan riqueza para toda la comunidad, parece obsoleto. El nuevo modelo desprecia tanto la calidad del producto como al trabajador. Solo busca la rentabilidad más elevada. Sus excelentes telas no podían competir con los baratos trapos chinos.

“Quién sabe si hubo un momento, una hora, un día en que llegamos a la cúspide de nuestras vidas económicas y, desde entonces, nuestros sueños se volvieron quimeras; nuestros éxitos, privilegios; nuestro futuro, una medida imaginaria. Quién sabe si es posible apuntar con el dedo y señalar una fecha que haya que recordar y transmitir a nuestros hijos e hijas como el día en que todo lo que siempre había ido bien empezó a ir mal”.

Una brillante historia autobiográfica, en ocasiones emocionante y lírica, siempre comprometida, que ayuda a entender estos tiempos de depredación y desprecio por el trabajador y el trabajo bien hecho.