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En pelotas

Aránzazu Aznar, sobrina del ex presidente José María Aznar, ha posado en pelotas para Interviú. En una foto enseña los pechos, en otra aparece tumbada en la cama con el culo en pompa… Algunos lectores sentirán arcadas al pensar que Aránzazu tiene el mismo surco en la línea media del labio superior (columna filtral), y el mismo arco de cupido, que su tío. El morrillo. Otros pensarán en positivo: gana mucho cuando se quita el jersey de cuello alto y se desabrocha un par de botones de la camisa. Los más, creerán que cuando Arán resulta más interesante es cuando desnuda sus pensamientos: “Mi tío es un cachondo mental”, asegura la sobrinilla. La noticia ha sido, como no podía ser de otra manera, un bombazo: la más leída durante toda la jornada de ayer en un diario del prestigio y la categoría de ElMundo.es.

No todo va a ser corrupción, desahucios, paro y otras zarandajas de mayor o menor importancia. La presencia de Arán Aznar en la cumbre de la pirámide informativa de los grandes medios de comunicación supone un soplo de aire… ¿fresco? ¿Quizá tórrido? No importa: la ciudadanía necesita este tipo de simplezas para evadirse de la realidad, al menos durante los minutos que dure la lectura de la noticia o la contemplación de las imágenes. Algunos lo verán como la insoportable levedad de la información, mientras que para otros quizá se convierta en un oasis intelectual. “Déjeme que beba tranquilo, mientras no ponga en riesgo a nadie”, dijo el Aznar de verdad, el del bigote, el creador de la Marca España.

No se debe confundir, cuidado, la Marca España con la  españolidad. Ni a un político de derechas, como Aznar, con un deportista fachilla, como Salva Ballesta. La segunda noticia chorra del día es que el Celta de Vigo, uno de los clubes históricos de la Liga Española de Fútbol, ha vetado al entrenador y ex jugador del Atlético de Madrid por, según dice La Gaceta en su portada, “ser de derechas”. ¿De derechas? Ballesta ha dicho que le gustaría “conocer a Tejero”. Pero esto es lo de menos. Lo peor es que tras el 11-M, y ante la posibilidad de que ETA fuera autora de los atentados, afirmó: “Dadles 72 horas a los que hay que dárselas y veréis como acaban con esto rápido”.

Veto ideológico, lo llaman El País y otros diarios. “Un sector de la afición no comulga con mi idea de la españolidad”, asegura el futbolista con tendencias golpistas. ¿Españolidad dejar la justicia en manos militares? Quizá no sea tan extraño que los seguidores del Celta no quieran un tipo así entrenando a su equipo.

 

P.D.

Julio Somoano, actual director de informativos de TVE, recogió el pasado martes el Premio Nacional de Televisión concedido en noviembre de 2011 por el Ministerio de Cultura a los Servicios Informativos de TVE  que entonces dirigía… ¡Fran Llorente! Con dos cojones. Los mismos con que apareció en el Telediario trincando el galardón y diciendo que se trataba de “un premio a todos los profesionales de TVE y a todos los espectadores que todos los días, con su mando a distancia, apuestan por unos informativos con rigor y calidad”. Con el rigor y la calidad de antaño, debió decir.

Los actuales informativos de TVE son lamentables. Y lo lógico y cabal es que los Servicios Informativos de la televisión pública de hoy día no recibieran ningún premio por, como sucedió con los de la época de Llorente, “el tratamiento escrupuloso de la diversidad de la opinión como reflejo de la pluralidad social, el trabajo siempre atento a la dimensión ética y de valores, así como la altísima calidad profesional de sus equipos, el continuo perfeccionamiento técnico y, específicamente, el tratamiento cuidadoso de la información cultural”.

Los informativos de Somoano son exactamente lo contrario a “escrupulosos con la diversidad de la opinión”. Cada día más sectarios, populacheros y simplistas, los actuales telediarios son lamentables. Y al responsable de los mismos se le debería caer la cara de vergüenza al recoger premios inmerecidos. Y ajenos. ¡Enhorabuena a Fran Llorente!

 

Un motivo para NO ver la televisión

Los pájaros de Auschwitz

Autor: Arno Surminski.

Editorial: Salamandra.

Nacido en Prusia Oriental, Arno Surminski y sus padres fueron perseguidos durante la segunda guerra mundial. Por tanto, cuando habla de los desplazados sabe de qué habla. En este libro narra la historia de dos hombres aparentemente antagónicos unidos por las aves. Uno de ellos es Hans Grote, militar alemán obsesionado por la ornitología. El otro es Marek Rogalski, un estudiante de arte polaco. Coinciden en el Auschwitz de 1940, en circunstancias evidentemente muy diferentes. Grote inicia un estudio científico de las aves de la región, y solicita al prisionero Marek para que dibuje los pájaros y le ayude a disecarlos.

Entre los dos nace algo parecido a una amistad. Pero pese a la aparente complicidad, creada por la belleza de la avifauna local, Grote y Marek son agua y aceite. El primero presume de familia numerosa, mientras el segundo sueña con volver a ver alguna vez a su novia. ¿Puede existir camaradería entre cazador y presa? Los presos de Auschwitz llegan a considerar a Marek un traidor, él se cree capaz de matar a su verdugo. Grote busca excusas que le eximan de su responsabilidad criminal: cumplir con el deber, dice.

Las aves migratorias van y vienen, siempre por encima del olor y el humo de los hornos crematorios. Con los años, ya en tiempo de paz, Grote regresó a Auschwitz. Marek prohibió a sus hijos que se acercaran por el lugar donde se levantaba el campo de concentración. Un libro estremecedor sobre la distancia diminuta que separa la belleza sublime del dolor insoportable.