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Ciudadanos de a pie

Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y Borbón ha concedido, nada más cumplir los 18 años, su primera entrevista a una televisión. Por fin: ¡Los ciudadanos estábamos en ascuas! ¿Sería capaz de superar la losa genética y enlazar palabras hasta completar frases comprensibles? El mérito periodístico es de “Espejo público”, el programa de Susanna Griso en Antena 3. Un espacio televisivo de gran compromiso tanto social como informativo, capaz de ofrecer su exclusiva con Froilán (permítanme resumir su noble nombre) entre las declaraciones del padre de una niña desparecida y las opiniones de Cayetano Martínez de Irujo, su flamante nuevo fichaje como analista político.

¿De qué habló Froilán el día en que abrió su real boquita? ¿Quizá de los problemas de la juventud, un drama en este país líder en abandono escolar? ¿O tal vez de pobreza infantil? ¿Del aumento de los desahucios de vivienda habitual en las últimas semanas? No, no y no. El bueno de Froilán ha querido pasar a la historia por dedicar sus primeras palabras televisivas a defender la tauromaquia: “Espero se sigan respetando las fiestas nacionales”, dijo el chaval que se había pegado otro tiro en el pie.

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Mucho le gustan a estos Borbones los animales muertos. Recuerden las fotos del abuelo con el elefante y con el oso. Normal. La monarquía y los toros viven existencias paralelas: son dos fenómenos casposos que se están extinguiendo por su propio peso, como costumbres prehistóricas que son. Agonizan de puro rancio, lenta pero inexorablemente. No les vendría mal un empujoncito. En eso estamos.

P.D.

Y hablando de pies… ¿Qué me dice usted del nuevo tertuliano político de Antena 3? Sí, Cayetano Martínez de Irujo. “Voy a dar mi opinión como ciudadano de a pie”, dijo el tipo que igual está brincando sobre el lomo de un purasangre que gestionando los tres millones de euros que recibió su familia de la PAC en 2014. ¿Le imaginan hablando del paro, de la pobreza energética, de Podemos o de los contratos basura? Como ciudadano de a pie, digo. Y luego aseguran que la telebasura no existe…

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El padecer es lo que importa

“Nacer en un palacio no es un lujo, es una responsabilidad”, dijo Cayetano Martínez de Irujo y Fitz-James Stuar a Risto Mejide en el programa de entrevistas “Al Rincón” (Antena 3). Difícil no emocionarse ante la sinceridad de las palabras del aristócrata, jinete hijo de la Duquesa de Alba al que quizá recuerden por las gilipolleces que dijo en “Salvados”, el programa de Jordi Évole: “En Andalucía la gente jóven no tiene ganas de progresar”. El V Duque de Arjona y XIV Conde de Salvatierra, Grande de España, heredero de 25.000 hectáreas de terreno por las que recibe unas subvenciones de la UE que ascienden a tres millones de euros, lo tiene clarísimo: A nadie le regalan nada”.

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Los programas de televisión con gentes de otras galaxias parecen fascinar  a los telespectadores españoles. Y no lo digo por Iker Jiménez, que igual te habla de un marciano que de la chica de la curva o el hombre lobo. Lo digo por las conversaciones en horario de máxima audiencia televisiva que tienen lugar en un país en crisis, con trece millones de personas en riesgo de miseria o exclusión social, alrededor de dos millones de niños viviendo por debajo del umbral de la pobreza y decenas de desahucios diarios. Las  circunstancias sociales parecen exigir a Noam Chomsky para el prime time (o al menos a Jorge Vestrynge), pero me temo que quienes triunfan son personajes con otros perfiles. Un día Bertín Osborne con sus entrevistas a la nieta de Franco o a Carlos Herrera, y al siguiente Mejide conversando con el señorito Cayetano.

Los españoles ¿somos unos pervertidos? No hablo de votar de nuevo a Rajoy, sadismo, ni siquiera de hacerlo por primera vez con Albert Rivera, masoquismo. Me refiero al extraño placer, sin duda enfermo, que podemos sentir viendo en televisión a personajes como Osborne, Cayetano, Herrera o Martínez-Bordiú. Quizá sea nuestro carácter, una anomalía claramente freudiana: “el padecer es lo que importa, no interesa que lo inflija la persona amada o una indiferente”.

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P.D.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Adiós en azul.

Autor: John D. MacDonald.

Editorial: Libros del Asteroide.

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Los tesoros escondidos existen. Literariamente hablando. Y ahí están las buenas editoriales para descubrirlos, desenterrarlos y llevarlos a las mejores librerías. “Adiós en azul”, editado en 1964, es una de esa gemas que permanecían ocultas en el fondo del baúl de la novela negra. Estamos ante una gran historia de corte clásico, protagonizada por un detective original que vive al margen de las necesidades sociales y tiene imán para las mujeres bellas y problemáticas. Añádale un malo de manual, altivo y sonriente, ambicioso, sin escrúpulos y muy violento. Y un puñado de piedras preciosas robadas. Ya tiene los ingredientes de este libro incombustible, una trama sólida con personajes entrañables, capaz de situarse junto a los mejores títulos del género policiaco.

“Adiós en azul” supuso el nacimiento de Travis McGee, un investigador insólito que vive en un barco amarrado en Florida, el Busted Flush. McGee se rige por códigos primitivos: nada de bancos, televisión o política. Y nada de tarifas convencionales: si recupera lo que le han robado, se queda con la mitad. “Recelo de las motivaciones emocionales. Igual que recelo de otras muchas cosas, como las tarjetas de crédito, las deducciones de la nómina, los seguros, las rentas para la jubilación, las cuentas corrientes, los cupones de ahorro, los relojes, los periódicos, las hipotecas, los sermones, los tejidos milagrosos, los desodorantes, las listas de cosas pendientes, los créditos, los partidos políticos, las bibliotecas, la televisión, las actrices, las cámaras de comercio para jóvenes empresarios, los desfiles, el progreso y la predestinación”.

John D. MacDonald, escritor norteamericano capaz de conseguir en su día tanto excelentes ventas como el reconocimiento de la crítica, utiliza la ironía y la mordacidad habitual entre los grandes autores negros: “Una de las azafatas se tomó un interés especial y personal por mí. Era un poco más corpulenta de lo que suelen ser las azafatas y un poco mayor de lo habitual. Mostraba unas ostentosas cualidades para la lactancia, pero su blusa no estaba convenientemente adaptada”.

Protagonizada por un fascinante investigador alternativo, un galán con tendencia a la hidalguía y la honestidad, “Adiós en azul” es todo un descubrimiento. Afortunadamente quedan otros veinte títulos en los que McGee es la estrella. Ya los estoy esperando.