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Una banda

Taburete es el grupo de moda. Definen su segundo disco como “electrochotis con toque de new age… pero tranquilito”. No se confunda. En realidad hacen pop blandengue para pijos, melodías ramplonas con letras absurdas: “el día es raro / ni te echo de menos / podría tocarle a cualquiera diez boleros / todo se acaba dijiste mirando / no pasa nada nos vamos de aquiiii”. Sus fans definen sus valores musicales con certeza: “son educados y saben vestir”. Dentro de unos meses tocan en el Barclayscard Center madrileño, y por lo visto quedan pocas entradas. Y eso que las de “primera fila” cuestan 50 euros. Una “primera fila” muy larga, puesto que “solo” estaban disponibles para esta privilegiada situación 1.000 entradas.

Dicen que Taburete es un grupo, pero en realidad es una banda. La formada por el hijo de Luis Bárcenas (Implicado en los casos Gürtel y Bárcenas, cerebro de la contabilidad en B del PP, más de 48 millones en Suiza…) y el nieto de Gerardo Díaz Ferrán (Condenado por el vaciamiento patrimonial del grupo Marsans, y por alzamiento de bienes, blanqueo de dinero y fraude a Hacienda). Un árbol genealógico que explica el éxito de una formación musical con tan poca chicha: “¡Willy (Barcenas), valiente, tu padre es inocente!”, corean sus fans cuando salen a escena.

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En un país civilizado, con sentido común y sensibilidad social, y musical, Taburete sería una anécdota macabra. Tocarían en el cierre del Congreso del Partido Popular, en la boda de la hija de Marhuenda y poco más. En España lo hacen en el Palacio de los Deportes, el mismo lugar donde lo hará, con entradas más baratas, el gran Quique González. Asco de vida.

Un motivo para NO ver la televisión

La Grieta

Autores: Carlos Spottorno y Guillermo Abril.

Editorial: Astiberri.

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Hechos reales y fotografías con un tratamiento cromático. Viajes, notas, entrevistas, análisis y 25.000 instantáneas. De los Balcanes a la costa norte de Marruecos, de Bielorusia a Libia. Desde África al Ártico tratando de entender dónde comienza y acaba Europa, qué fue de un continente de acogida y solidaridad. El resultado de tres años de trabajo duro en las fronteras de la Unión Europea no podía ser otro: periodismo en estado puro, comprometido, ganador de un World Press Photo.

El lector de cómics tiene que hacer un esfuerzo: lo que tiene entre manos no es ficción. No es el producto de la imaginación de algún sádico guionista. No es el sueño macabro de un dibujante gore, de un artista siniestro. “La Grieta” es la realidad. Y suele ser más duro asumir la realidad que la peor de las pesadillas.

Acepte el reto de Spottorno y Abril. Visite el museo de vidas rotas de Giacomo Sferlazzo, estanterías con los restos de los naufragios de Lampedusa. Suba a una lancha de rescate en el Mediterráneo y contemple el miedo en los ojos de los niños sirios que viajan en patera. Cruce caminando la frontera entre Polonia y Ucrania, como si fuera alguien que huye de la guerra, que escapa de la muerte dejando atrás toda su vida. Asómese a la frontera de su casa, a Melilla, y vea una vez más ese “limbo encajonado entre Marruecos y el Mediterráneo”.

El viaje no es cómodo. Le sacudirá la conciencia página tras página. Pero es necesario: mantiene viva, mediante unas magnífica fotografías coloreadas discretamente y unos inteligentes textos periodísticos, nuestra atención sobre el principal drama que sacude en estos momentos nuestra sociedad. Es gran periodismo, es la miseria de nuestro tiempo, es algo que no debemos olvidar.

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Televisión documental

Ayer hablábamos del poco talento que reúne la televisión comercial, un estercolero formado por un duopolio de grandes cadenas y las escuchimizadas TDT. El talento se refugia en La 2 de TVE y en las televisiones de pago, donde hace meses disfrutamos de “Crematorio”, ficción española de auténtica calidad. Otro ejemplo: la noche del miércoles Canal + estrenó “Narco Cultura”, un impresionante documental de Shaul Schwarz, filmado casi en su totalidad en Ciudad Juárez, sobre el impacto del narcotráfico en la sociedad mexicana. Y el jueves la cadena de pago de PRISA inaugura “Witness”, una sección para reportajes y pequeños documentales creados por aficionados.

“Witness” (Canal +, jueves, 21:30) es una idea tan apetecible que debería haber recalado en la televisión pública. Por aquello del servicio público, de llegar al mayor número posible de telespectadores, de ofrecer entretenimiento de calidad. Todo esto ya es posible en España, pero pagando. “Witness” es reportaje, documental, cortometraje, campañas de compromiso social, fenómenos virales…Según informa la propia empresa, “contenidos que circulan por la Red deslavazados y de manera anárquica”. Piezas de alrededor de cinco minutos de duración realizadas con absoluta libertad narrativa, ordenadas y ampliadas en un espacio abierto a cineastas, periodistas, fotógrafos y a todos aquellos con algo que contar. Su primer programa está formado por cuatro grandes historias: “A la hora, en el lugar”, del fotógrafo Eduardo Nave, recorre todos los lugares en los que ETA ha asesinado. El cineasta Jorge Dorado cuenta en “Khessal” cómo las mujeres de Senegal utilizan productos cancerígenos para blanquearse la piel. En “Under pressure” es otro fotógrafo, Carlos Spottorno, quien ofrece varios perfiles personales sobre la esclerosis múltiple. Finalmente el realizador Juan Rayos ofrece en “La sonrisa verdadera” el viaje en bicicleta por Marruecos de dos hermanos, uno de ellos ciego y autista. Televisión útil, entretenimiento de nivel.

P.D.

La mala televisión: Telemadrid sitúa Alemania en Polonia y Polonia en Bielorrusia.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Un hombre al margen

Autor: Alexandre Postel.

Editorial: Nórdica.

Un hombre

Pocas historias tan desasosegantes, sin asesinos en serie por medio, como ésta, protagonizada por un gris profesor de filosofía de una gran universidad. Solitario e introvertido, Damien North es nieto de un prestigioso político francés. Ofrece sus clases, tiene sus más y sus menos con los alumnos, y vive la vida ordenada y monótona que se podría presuponer a un  viudo maduro. Un buen día todo ese orden se va al garete: la policía se presenta en su casa y le acusa de haberse bajado al ordenador cientos de fotografías pedófilas.

Nada vuelve a ser igual para Damien North. Vecinos, familiares, colegas de universidad, policía, abogados, jueces, reclusos… Todos le dan la espalda. Nadie cree en el protagonista de esta novela inquietante, que te agarra del cuello en la primera página y no te suelta hasta el final, cuando ya es demasiado tarde.

No es un libro sobre pedofilia, ni mucho menos. Es un libro sobre la credibilidad perdida, sobre la imagen que tenemos de aquellos que nos rodean, sobre la confianza y las dificultades para redimirse. Sobre lo difícil que resulta rehacer una vida. Muy interesante.