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La follonera

Mercedes Milá tiene dos caras, pero no tanto. Como el propietario de una fábrica de bombas racimo, que hace puntualmente donaciones a una ONG de ayuda a huerfanitos afganos mutilados, la mediática estrella de Telecinco lleva una doble vida televisiva. De día presenta y anima “Gran Hermano”, la bazofia que ensucia incansablemente nuestras pantallas. Pero los lunes, cuando cae la noche, se disfraza de comprometida y avezada periodista de investigación y presenta “Diario de…” (Cuatro), un espacio de supuesta investigación. En realidad todo es lo mismo: telebasura. El circo de la casa-prisión y el show de la cámara oculta.

En Diario de… veréis temas que me quitan el sueño”, asegura una melodramática Mercedes Milá, presentada por El País (accionista de Mediaset, propietaria de Cuatro) como super periodista que “dispara contra las consecuencias de la crisis”. La follonera. En la pieza promocional, vendida como información, dejan para el párrafo final la utilización de cámara oculta, “un procedimiento bajo el punto de mira de la justicia en los últimos meses”.

¿Sobre qué se construye el actual periodismo televisivo? Miradas críticas, investigaciones, conflictos que alimentan el drama… No. El periodismo televisivo se construye sobre el periodista. Porque la televisión comercial actual no concibe el periodismo sino como espectáculo. Al día siguiente del promo-reportaje sobre Milá y su “Diario de…” El País dedicaba el mismo espacio, la página de Pantallas, a la emisión en Canal + (canal de pago de Prisa) de “Con las barras bravas”, un reportaje de Jon Sistiaga sobre los violentos aficionados argentinos al fútbol.

No es lo mismo, pero es igual. El periodista, protagonista.

 


 

Marhuenda superstar

No hay tertulia televisiva o radiofónica que se precie sin la participación de Francisco Marhuenda, director de La Razón, sal y pimienta de los debates más pintureros, radicales y esperpénticos de la parrilla. Todas las cadenas invitan a este individuo, desde una progresista como La Sexta a las conservadoras como Antena 3 o Telecinco, pasando por la televisión pública española, la ultra COPE o la Telemadrid de Aguirre. Marhuenda es, por tanto, el número uno del periodismo español, la opinión que todos los españoles queremos oír, el pensador al que debemos seguir. Si Belén Esteban se dedicase a la información política, se apellidaría Marhuenda. Es el puto amo.

Me pregunto qué ha llevado a este hombrecillo de aspecto aniñado, a medio camino entre Milhouse, el amigo de Bart Simpsom, y un moreno y rejuvenecido Carlos Dívar, a la cumbre del periodismo español. A la meca del análisis, el debate y la tertulia. ¿Acaso la calidad del periódico que dirige? ¿Quizá su clarividencia y equilibrio a la hora de hacer información? ¿Resultar indomable y crítico con el poder? ¿Su inquebrantable firmeza, su carácter incorruptible? No, por dios. Marhuenda es el actual crack del periodismo español por todo lo contrario. La Razón es una bazofia absoluta, el órgano de propaganda del Gobierno, un panfleto insufrible que regalan cuando compras la Tribuna de Talavera. Y sus portadas, las de La Razón, hacen competencia directa a El Jueves y Mongolia. Marhuenda es, para colmo de males, un tipo servil hasta límites insospechados: su labor en las distintas cadenas es la de jefe de prensa de Rajoy.

Pues resulta que Marhuenda, ahí donde le ven, se ha convertido en un tipo mediático. Tanto como para que su éxito refleje la brutal decadencia del periodismo televisivo en España. Ahí tienen a todos los profesionales, descojonándose de las portadas de La Razón por la mañana y llamando al responsable de las mismas por la tarde para que acuda a sus tertulias. Quizá exagere, pero puede que no, si digo que la omnipresencia de personajes como Marhuenda en los medios es una gran tragedia social. Genera desinformación, desprestigia la profesión, y convierte los programas de debate en un auténtico circo. Telebasura.

P.D.

El estreno de “Planeta helado”, la nueva serie documental de la BBC, en Canal +, coincidió con el partido de España contra Irlanda. Una pena, porque se trata de un trabajo majestuoso que narra la vida en los ecosistemas polares. Y lo hace a lo grande, con un despliegue humano y tecnológico descomunal, que genera imágenes impactantes de gran calidad. No es un viejo documental de La 2 emitido por décima vez. Es una producción de 2011 que se ve como una película de aventuras. Auténtica televisión pública, británica (con un 29% de audiencia en su estreno en prime time, según El País). Imprescindible.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Rory Block

Cd: I Belong To The Band: A Tribute To Gary Davis.

Rory Block es una blues woman neoyorkina. Tan grande como las mismísimas Bonnie Rait o Susan Tedeschi, pero más acústica. Domina el slide y las doce cuerdas y, cuando quiere, compone sus propias canciones. Tras grabar discos monográficos con temas de Son House, Mississippi Fred McDowell y Robert Johnson, tres leyendas, Block repasa el cancionero del reverendo Gary Davis, uno de los maestros de la guitarra ragtime y el góspel primitivo. Davis tocó durante décadas en las calles de Harlem, y su sonido puro y su profunda voz han sido reconocidos como fuente de inspiración por músicos tan diferentes como Dylan, Ry Cooder o Jorma Kaukonen, fundador de Jefferson Airplane.

Muertos vivientes

Cada mañana me siento a desayunar con un café, un trozo de pan tostado y el diario El País. Pongo un poco de azúcar en el café, aceite de oliva y tomate en el pan, y abro el periódico por las páginas finales, las de televisión. Una rutina que tiene que ver con este blog, que escribo desde hace siete años y está dedicado a la pequeña pantalla y sus vericuetos. Me interesa especialmente la información sobre televisión. Compro El País, entre otras cosas, por la información sobre televisión. Pago buena parte de ese euro con treinta céntimos que me cobra el quiosquero por su información sobre televisión. ¿Y qué me encuentro un día tras otro? Publicidad. Ayer concretamente la sección incluía dos piezas: la primera, sobre una película de animación que estrena hoy Canal +, la plataforma de pago de PRISA, propietaria del diario El País. La segunda, sobre un documental que estrenó esa misma noche una cadena de pago, en el dial 21 de Canal +, la plataforma de pago de PRISA, propietaria del diario El País.

A los periodistas de raza estos detalles les parecen insignificantes. A mí, como lector mestizo, pero de pago, me indignan. Mordisqueo el pan, me limpio unas gotas de grasa de la barbilla, apuro el café y me pregunto: ¿para qué coño sigo comprando el periódico? “Por la sección de internacional y los chistes de El Roto y Forges”, me susurra la voz de mi nostálgica conciencia periodística. “En la red lo tienes todo, no seas tan gilipollas como para pagar la publicidad a precio de información”, grita mi raquítica cartera desde el fondo del bolsillo del pantalón. Juan Luis Cebrián, consejero delegado de PRISA, me ayuda a tomar una decisión: “los periódicos han desaparecido y no lo sabemos. Somos como muertos vivientes”.

No seré yo quien lleve la contraria a Cebrián, el ejecutivo de los 8,2 millones de euros. La crisis de la prensa no está causada por un solo motivo, es evidente, pero la baja calidad de los periódicos podría ser uno de los importantes. El País, el mejor de todos, se desangra en el pago de hipotecas: la ludopatía y el onanismo son dos vicios que licuan la tinta y dejan manchas en cada página. “A mí lo que me preocupa, en El País y en la prensa en general, es el proceso de autocensura en las redacciones, que es muy fuerte”, asegura un Cebrián con un descomunal sentido de la autocrítica. “Es decir, redactores que se abstienen de publicar, de decir cosas, de llevar a cabo investigaciones, lo que sea. Y no porque nadie les presione, ni la empresa ni fuerzas exteriores a la empresa, ni los gobiernos… sino porque el redactor cree que no le conviene”.

Acabáramos. La culpa es de los periodistas. Esos caguetas que piensan que tienen que escribir bien de Canal +, del grupo Santillana, de la Cadena Ser, de Mediaset (Telecinco, Cuatro), de la monarquía, de los políticos que les concedieron las televisiones, del empresario mexicano Carlos Slim, de los bancos acreedores con los que han pactado la refinanciación de una deuda financiera de PRISA que ascendía en 2011 hasta los 3.537 millones de euros…

Muertos vivientes, insiste un Cebrián que, quizá en un gesto que forma parte de su campaña en defensa de la monarquía, y para quitarle plomo al incidente de Froilán, se ha disparado con un Magnum 44 en el pie. ¡Pum!

Una vida apasionante

Antes, los chavales querían ser futbolistas, bomberos o astronautas. Ahora querrán ser curas. La culpa la tiene el anuncio de la Conferencia Episcopal emitido con motivo del Día del Seminario que se celebra el 19 de marzo. Uno de esos clips que te ponen la piel de gallina, los testículos en el gañote y las lágrimas en el disparadero. Son apenas dos minutos y treinta segundos, primeros planos y mensajes emocionantes, que te hacen replantearte la vida. ¿Y si en lugar de trapichear con crack ingresase en un convento? ¿Y si dejase la presidencia del Santander y me hiciera predicador? ¿Y si cerrase la barra americana y me metiese monja? Yo solo le digo que, tras ver el anuncio, no sabía si correr a ingresar como seminarista o a pegarle fuego a una iglesia.

Hacen falta nuevos curas porque la actual plantilla, formada por 410.593 clérigos, se encuentra deprimida y estresada debido al exceso de trabajo, la pérdida de relevancia social y la mala imagen por la pederastia. Y por el sacerdote-heavy que ha entrado en “Gran Hermano” (Telecinco). Según un estudio de un psicoterapeuta  italiano los curas católicos sufren el síndrome de burnout, y se encuentran agotados, desmotivados, desilusionados, cansados… Más quemados que el Cristo de Krahe. Milagrosamente, el chispeante anuncio de la Conferencia Episcopal se emite al tiempo que vuelve a estar de actualidad otro brillante e imaginativo ejercicio audiovisual de temática religiosa: “Cómo cocinar un Cristo”. Javier Krahe, responsable de este sutil ejercicio de nouvelle cuisine, será juzgado en unos días por la receta. Vea usted y luego comparamos…

Audiovisualmente hablando, el vídeo de la Conferencia Episcopal es muy superior: mayor presupuesto, buenos actores, iluminación celestial, un guión divino… La cinta del cantautor con ínfulas de Adriá se grabó en 1978, en condiciones precarias y con bajo presupuesto (ni siquiera la mantequilla era francesa), y eso se nota en el resultado final, no demasiado apetitoso. En cualquier caso, nunca sabremos hasta dónde pudo llegar este revolucionario de los fogones, cuya ambición era deconstruir la tradicional cocina de monasterios y conventos. Una pena, sobre todo para unos paladares, los nuestros, que cansados de los dulces de clausura se han perdido las pechugas de novicia a la plancha, el espíritu santo escabechado, el caldo de hueso de santo o el steak tartare de brazo incorrupto de Santa Teresa. Rico, rico.

El Centro Jurídico Tomás Moro (CJTM) acusó en 2004 al cantautor y a la productora de Canal + que entonces emitió el vídeo, de un delito contra los sentimientos religiosos en virtud del artículo 521.1 del Código Penal, y presentó una “querella criminal por escarnio de las creencias religiosas”. Sí, ha leído bien: sentimientos religiosos. A Krahe y a la productora Montserrat Fernández se les impuso fianzas de 192.000 y de 144.000 euros respectivamente, y serán juzgados el próximo día 28 en el Juzgado de lo Penal número 8 de Madrid. Espero que abra una puerta para juzgar y enchironar a otros blasfemos, como mi vecino, un madridista que desde hace años hace escarnio de las derrotas de mi atleti y se burla de mis sentimientos rojiblancos.

Todo esto está sucediendo en la España de 2012, seis siglos después de la muerte de Tomás de Torquemada. Esa España con casi cinco millones de parados en la que, hablemos claro, el que no tiene trabajo es porque no quiere: “Yo no te prometo un gran sueldo, te prometo un trabajo fijo”, dice el primer individuo que aparece en el anuncio de la Conferencia Episcopal. ¿Prometen un trabajo fijo? Las colas del INEM tendrán que trasladarse a las puertas de parroquias y sacristías. Y en esos confesionarios, donde los curas dormitaban mientras ojeaban revistas de monaguillos en pelotas, ahora sellaran las tarjetas de renovación de demanda de empleo.

¿Quedarán plazas? Seguro. Uno de los lemas de la campaña es “La certeza de que has sido elegido”. ¿Que usted no tiene vocación? ¿Que le falta la fe? No me sea pejigueras…. A ver si lo que pasa es que es un vago redomado. “No te prometo que vayas a tener grandes lujos, te prometo que tu riqueza será eterna”, insisten. La riqueza eterna no será, me temo, como la del tío Gilito, sino algo… digamos que más espiritual. En cualquier caso, y a modo de sentencia, dice: “Te prometo que alimentarás al mundo”. Volvemos a Krahe y su Cristo al horno.

P.D.

Mientras escribo este post, la red escupe informaciones sobre la iglesia. Una decena de menores fueron castrados en 1950 por la iglesia holandesa para reprimir su homosexualidad. Una monja es la primera acusada por la fiscalía por el robo de bebés. Muchas campañas tiene que hacer la Conferencia Episcopal…

 

Un motivo para NO ver la televisión

- Capitán Dadis, de Jon Lee Anderson.

- Ellas, de José Martí Gómez.

- Groenlandia, de Ander Izaguirre.

Editorial: eCícero.

Tres títulos, los tres primeros, de una editorial que nace con las ideas claras: libros electrónicos breves de no ficción. El mejor periodismo, aseguran, y el mejor periodismo ofrecen con tres títulos de otros tantos autores que, con menos 100 páginas, cuidadas ediciones y ajustados precios, vienen a ocupar un vacio editorial.

Jon Lee Anderson escribe un perfil perfecto del dictador guineano Moussa Dadis Camara, capitán del ejército que tomó el poder con la promesa de “limpiar la nación” y dejar paso a la democracia. Las cosas no fueron exactamente así. El periodista viaja hasta Conakry y hace una descripción magistral del personaje, del país y de la compleja situación social y política.

Martí Gómez es un tipo muy interesante. Lo asegura  Enric González en el prólogo, y lo dirá cualquiera que lea las entrevistas que dan forma a este libro. El autor huye del protagonismo, y demuestra que para extraer información de alguien no es necesario ni atosigarle ni incomodarle. Solo es necesario ser un gran conversador.

Finalmente, un viajero llamado Ander Izagirre reúne cuatro historias que son otras tantas aventuras, una por Groenlandia y las otras tres por Islandia. Reportajes repletos de información, pero con espacio para la ironía y el buen humor, que nos recuerdan aquellas piezas que publicaban los suplementos dominicales en su época dorada.

Tres libros minúsculos con periodismo enorme, con textos brillantes y necesarios, de esos que cada día cuesta más trabajo encontrar en la prensa diaria.