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Por el cambio

Telecinco ha estrenado un programa increíble. No sale Nacho Vidal, ni la hija de la Pantoja, ni una señora muy pija que está en el chasis. No aparecen musculosos descerebrados repletos de testosterona junto a neumáticas chicas semidesnudas. No hay un jurado de cantamañanas aplaudiendo a un puñado de cantantes desafinados. No se manifiestan los reyes de la farándula, no gruñen las reinas del corazón, no trinan presentadores vestidos con mariposas peinados con saña. No. Telecinco ha estrenado un programa que se llama “Cámbiame”, que dura solo media hora y que consiste en ayudar al telespectador a “cambiar por dentro y por fuera”. ¿A cambiar incluso de cadena?

La televisión de Paolo Vasile anuncia que Cristina Rodríguez, la coach del nuevo espacio, examinará el estilismo de los políticos, e incluso les propondrá cambiar su imagen. Hasta aquí podíamos llegar. No hay programa de televisión, ni coach de moda, ni milagro de la mismísima virgen de Lourdes capaz de superar el cambio que propuso la revista Mongolia al político de moda, el ciudadano Albert Rivera

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Me siento frente al televisor sin poder quitarme de la cabeza la metamorfosis del líder de Ciudadanos. La sintonía de “Cámbiame” da paso a gente fea, desastrosa y desastrada, que se presenta ante un jurado de imponentes estetas que buscan la redención de los primeros, un look nuevo que les permita reintegrarse en la sociedad real, que al parecer es una sociedad fina, elegante y cool. “Lo que necesitas, a parte de imagen, es autoestima”, le dice la coach a la primera participante en el programa-milagro. Se trata de Janet, una señora de 62 a la que la vida ha tratado mal: “Me han confundido con una pilingui… me siento como envejecida”.

“Económicamente, ¿Cómo estás?”, le pregunta a Janet la monitora personal que le han asignado. “Mal”, reconoce la señora que busca cambiar de pinta. “Como toda España”, sentencia. “Me muero de ganas de cambiarte… Eres una tía con unos ovarios espectaculares”, le suelta la presentadora, un busto parlante con hombreras maquillada hasta la nuca. Comienza el show. Fuera ese pelo pollo. Fuera ese sol que te ha puesto la piel de obrero. Venga ese estilismo en la ropa, esos chutes de colágeno. ¿Quirófano? No en este caso…

Tras pasar por el laboratorio de chapa y recauchutado, la buena de Janet tiene que hacer la pasarela delante del público del plató. Le quitan la venda de los ojos y a desfilar. Aplausos, lágrimas, comentarios elogiosos: “Tiene clase… elegante y proporcionada… cinturita y pecho espectacular… parece una princesa”, dicen ahora de la que parecía pilingui.

“Cámbiame” es como los programas de Chicote pero con seres humanos ajados en lugar de restaurantes apestosos. Donde sale la grasa revenida de las freidoras ponga unas patas de gallo, donde unos filetes en estado de putrefacción sitúe unas lorzas cerveceras, en el lugar del camarero borracho coloque un top del Carrefur y un pelo de rata. Entonces llega Telecinco, y le pega un lavado de cara al invitado, le regala cuatro trapos y… ¡Voila! De bruja a Cenicienta. Es el milagro de la televisión. De una televisión miserable que juega con los más débiles, que se aprovecha de las miserias ajenas.

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P.D.

La Asociación de Consumidores de Medios Audiovisuales de Cataluña (TAC) pide la retirada de “Mujeres y hombres y viceversa” (Telecinco) por, entre otros motivos de peso, “sexismo”“apología de la ignorancia”. Buena idea, pero quizá demasiado tarde…

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