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Tatuaje

 Un motivo para NO ver la televisión

Carvalho. Tatuaje.

Autores: Manuel Vázquez Montalbán, Hernán Migoya y Bartolomé Seguí.

Editorial: Norma.

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“El sexo y la gastronomía son las cosas más serias que hay”, dice un Pepe Carvalho que se considera ex policía, ex marxista y gourmet justo antes de pedirse un blinis regado con vodka helado y un filete de toro. Al otro lado de la mesa, una rubia que parece “una joven viuda de izquierdas que pasa el verano en la ciudad” prefiere los huevos fritos con jamón. Es el universo de Carvalho, en constante contradicción, un pulso eterno entre la burguesía y el lumpen, la tasca y el restaurante, la puta callejera y la de alta sociedad, la biblioteca y la chimenea, la del corazón del Rabal y los barrios altos, la del limpiabotas y el empresario.

“No me voy a morir sin antes haber probado este manjar infernal. Es arabizante… Sabe a matalahúva, almendra, harina y una cosa extraña… que igual podría ser sudor de yegua o ambrosía divina. Esto es una burla lamentable del arte de comer. ¿Qué se puede esperar de una juventud que ni sabe ni quiere aprender a comer?”.

Alguien tenía que trasladar al mundo del cómic las andanzas del detective privado más original, y genial, de la literatura española. Solo era cuestión de tiempo. Hernán Migoya y Bartolomé Seguí han sido los elegidos, y han realizado una versión primorosa de la primera novela con el culto, cínico, irascible y enrevesado “huelebraguetas” como protagonista. Una versión por supuesto en color, como es en color esa Barcelona que impregna cada página de la novela, cada viñeta del cómic. “Nuestro enfoque no ha sido el típico del género policíaco: en su lugar, hemos tratado de transmitir todo el placer sensorial e informativo de una novela de época, conservando intactos la emoción y sentimiento hardboiled originales”, asegura Migoya en las reflexiones finales.

“A mí el trotskismo o el anarquismo o el comunismo me importan un bledo. No soy ni siquiera neutral… soy aséptico”.

“Tatuaje” es una novela negra de corte clásico, con su cadáver, su detective, su cliente, sus sospechosos, su trama enrevesada, sus momentos violentos, su sexo furtivo… y su desenlace más o menos sorprendente. Lo que hace grande “Tatuaje” es la irresistible personalidad del protagonista, y cómo una historia policiaca se convierte en una crónica social: en estas páginas de colores vivos y textos grandiosos está la España de la transición, la Barcelona pre-olímpica, la sociedad catalana que ahora ocupa portadas. Vázquez Montalbán fue un sabio, brillante escribiendo y glotón en la mesa, y siempre es motivo de alegría que se recupere su obra. De mucha alegría cuando se trata de un trabajo tan serio, apasionado y convincente como el realizado por Seguí y Migoya. Imagino, y espero ansioso, que dentro de poco, podremos disfrutar de “La soledad del manager”.

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Pantuflo

Tras dos meses alejado de la televisión, en lo que ha supuesto un prudente período de desintoxicación mediática, Pablo Iglesias regresó a los platós que le han encumbrado. Y lo hizo por la puerta grande: llamando “Pantuflo” una y otra vez, de forma tan atosigante como cargante, a un periodista. Un periodista que está pidiendo a gritos que le pongan en su sitio, sin duda, pero no de una manera tan burda y poco inteligente. El primer “Pantuflo” de Iglesias pudo incluso arrancar una sonrisa al telespectador, pero los últimos tres o cuatro no hicieron ningún bien al líder de Podemos. Ni al mundo del debate. Ni a la política en general.

Con la desafortunada ristra de “Pantuflos” de Iglesias a Inda solo ganó quien nunca pierde: la televisión. “La Sexta Noche” (La Sexta) consiguió su récord histórico de audiencia, 2.107.000 espectadores y un 16% de share. Y es que un espectáculo cateto, y el de Iglesias comparando al periodista de la sonrisa cínica con el padre de los legendarios Zipi y Zape lo fue, siempre es una garantía de éxito en prime time.

La estrategia de comunicación de Pablo Iglesias, hasta ahora impecable, o al menos muy eficaz, dió un giro la noche del sábado. El “Pantuflo” del político de Podemos sonó cada vez más irrespetuoso y menos ingenioso, más irritante y menos sarcástico, más tramposo y más innecesario. Iglesias debió pedir perdón a un Inda que, por otro lado, se ha convertido en una estrella mediática. Es uno de esos monstruos creado en unas tertulias televisivas en las que sobran hooligans y falta reflexión, cerebro y periodismo.

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Periodismo. Y servicio público.

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Un motivo para NO ver la televisión

Historias del Barrio. Caminos.

Autores: Gabi Beltrán y Bartolomé Seguí.

Editorial: Astiberri.

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Un título perfecto: Gabriel, el protagonista de este cómic espléndido, sobrevive en un barrio marginal, dentro de una familia desestructurada, entre el lumpen y la desesperanza. Está solo, se siente solo. Es el centro de una historia triste, de esas que no cuentan las televisiones. Una historia de marginalidad y bondad, en la que se cruzan los personajes que marcan la vida de nuestro joven amigo. Delincuentes de poca monta, prostitutas veteranas, una abuela achuchada, bandas callejeras, chicas inaccesibles, amigos traidores, alcohol y drogas, trastornos mentales, delincuencia y solidaridad, pobreza y esperanza… El mundo real. Las historias del barrio.

El guión es realmente insuperable, con unas introducciones a cada capítulo que son sencillamente literatura. Y las ilustraciones encajan a la perfección con la desgarradora historia. Un cómic brillante desde la primera a la última página.

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