Puesto que pasamos la vida tomando decisiones, eligiendo, es fundamental tener muy claro qué es lo que realmente importa. No me refiero al Atleti o al Madrid, sino a la honradez o el soborno, la dignidad o los complementos, la libertad de expresión o la censura, este fulano o aquel otro. Por eso me gusta la gente que, como Francisco Camps o José Bono, tienen claras las cosas, saben cuáles son sus prioridades y no dudan a la hora de tomar las decisiones correctas. Esas decisiones que, aún más que sus palabras, les definen como políticos y como personas.
El molt delincuente y mentiroso de los valencianos tenía que elegir, y eligió muerte: dimisión y juicio. Podía escoger entre hacerlo con dignidad o con vileza, y eligió no cambiar la actitud que le ha llevado a las más altas cumbres de la miseria. Debía elegir entre libertad y totalitarismo, y eligió mantener la política de la televisión autonómica valenciana y no permitir que retransmitiesen en directo su inmolación. ¡Y lo bien que elige a sus amiguitos del alma y la sisa de las chaquetas!
José Bono también es un artista cuando se trata de tomar buenas decisiones. Hace unos días un tibio presidente del Congreso no se atrevió a condenar el Golpe de Estado del 36 en el Hemiciclo para, sólo unas horas después, indignarse como un macaco porque en el mismo lugar se sentaba un ministro sin corbata. Cuestión de prioridades. No me comparará usted la importancia de la sublevación militar que dio lugar a una guerra civil que se saldó con miles de muertos, muchos de los cuales permanecen enterrados en las cunetas, con la mala imagen que da un socialista desarrapado. Perdón, despechugado.
Más decisiones peliagudas. En Telemadrid tenían que elegir a un nuevo director general y, sin duda para no meter la pata y escoger a alguien que pudiera resultar mínimamente progresista, han nombrado a José Antonio Sánchez, el que fuera director general de RTVE en la última etapa del PP en el Gobierno. ¿Recuerdan ustedes a Aznar y a Urdaci? Pues Sánchez fue cómplice de toda aquella miseria.
Y sin salir de la televisión pública, pero ahora a nivel nacional, otra gran decisión, en este caso por equilibrada y salomónica: el presidente de RTVE será “un cargo de carácter rotatorio y mensual”. Un miembro diferente del Consejo de Administración asumirá cada mes el cargo que deja vacante Oliart. Ni el presidente de una comunidad de vecinos tiene una vida tan efímera, por lo que imagino que la brillante idea es un parche que sólo sirve para rellenar currículos: “¡Yo fui presidente de RTVE!”. Me temo, por tanto, que no es necesario prestar demasiada atención a Manuel Esteve, el elegido nuevo presidente del Ente a propuesta del Partido Popular. En unos días el presidente será otro…