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El mundo al revés

Vergüenza. Eso es lo que debieron sentir el pasado domingo los directivos de la actual TVE viendo cómo, mientras su televisión pública emitía esa basura sonora que fue el reencuentro de “OT”, una cadena privada apostaba por “Astral”, una comprometida pieza de carácter social.

Era el mundo al revés. La cadena pública recuperando los gorgoritos de Bisbal, Bustamante y demás cantantes de verbena. La cadena privada desnudando las vergüenzas de Europa, las miserias de la emigración. TVE lideró, como no podía ser de otra manera, con su banda de triunfitos resucitados: 4.702.000 telespectadores y un 24% de cuota de pantalla. Pero lo cierto es que ganó La Sexta, cadena pequeña de Atresmedia, con su emocionante documental: 2.784.000 espectadores y un 14% de cuota de pantalla.

A una televisión pública hay que exigirle servicio público. Y entretenimiento de calidad. “Astral” era las dos cosas. “OT: el reencuentro”, ninguna.

Un motivo para NO ver la televisión

Años salvajes.

Autor: William Finnegan.

Editorial: Libros del Asteroide.

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Si usted se ha subido en alguna ocasión a una tabla, cree haber disfrutado de la ola perfecta o, simplemente, se ha quedado con la boca abierta viendo cómo alguien surfeaba en Tarifa o en Zurriola, deje de leer este post y salga corriendo a comprar “Años salvajes”. Seguramente es el libro de su vida.

Si es usted lector de secano tiene tiempo para ambientarse: ponga a enfriar unas cervezas, busque alguno de los mejores discos playeros de los Beach Boys (“Today!” o “All sumer long” servirán), suba el volumen y disfrute con las aventuras de un viajero despreocupado, positivo y feliz… obsesionado con el surf. “Un día de verano, cuando tenía diez años, cogí allí mis primeras olas de pie sobre una tabla verde prestada. No recuerdo que nadie me diera nunca instrucciones”, escribe un Finnegan que comienza su relación con el surf en las playas de San Onofre, California, a comienzo de los años sesenta.

Si William Finnegan no escribiera de maravilla, seguramente estos “Años salvajes” serían insoportables. Durante 593 páginas el escritor y periodista neoyorquino viaja persiguiendo olas. Es un trotamundos, un canto rodado, que recorre el planeta surfeando: California, Hawai, Samoa, Tonga, Fiyi, Australia, Bali, Sudáfrica, Java, Sumatra… Si hay olas, ahí está Finnegan. Todo el libro, una autobiografía desenfadada y sencilla, es un canto al surf, a las tablas, a los acantilados y las corrientes, a las playas y los camaradas surferos, a esos mares que le ofrecían “un gigantesco regalo inmerecido”: las olas.

“Los surfistas persiguen el fetiche de la perfección. La ola perfecta, etc, etc. Pero esa ola no existe. Las olas no son objetos estáticos fijos en la naturaleza, como los diamantes. Son hechos fugaces y violentos que se producen al final de una larga cadena de acciones provocadas por tormentas y reacciones marinas”.

Sorprendentemente, incluso el lector que no se haya sumergido en la playa más allá de la cintura disfrutará con cada anécdota, se sorprenderá con cada nuevo destino, se preocupará por la elección de la tabla (¿Demasiado grande para una ola del tipo “corre y dispara”?), se divertirá con los amigos colgados y se alegrará cuando el escritor alcance la cima. De la ola, por supuesto: “Como surfista, llegué a la cima en Nias, aunque eso no lo supiera en su momento. Tenía veintiséis años y era más fuerte y más rápido de lo que nunca volvería a ser durante el resto de mi vida. Tenía una tabla adecuada para la ola adecuada. Y llevaba haciendo surf sin parar durante un año o más. Me sentía casi como si pudiera hacer lo que me diera la gana con una ola”.

Fan “incondicional” de Joyce, “me había tirado un año entero estudiando el Finnegans Wake con Norman O. Brown, un ejercicio de hermetismo masturbatorio al que Bryan no hubiera dedicado ni un minuto de su vida”, el autor de este libro termina lleno de cicatrices. El surf es una actividad de riesgo, pero también una explosión de vida. Bailar sobre las olas, con “sus rutilantes labios y sus lomos afilados”, es bailar sobre el mundo entero. Una biografía salvaje, literaria, apasionada y absolutamente refrescante.