Ana Pastor entrevista a Artur Mas en directo la noche del domingo. La promoción del programa “El Objetivo”, de La Sexta, es irresistible: Pastor y Javier Sardá en un AVE camino de Barcelona. “¿Cuál crees que es el titular que debería sacarle a Mas?”, pregunta la periodista protagonista. Sardá responde con una frase supuestamente brillante, al tiempo que divertida, de esas reservadas a los genios de la comunicación: “Podría declarar la independencia unilateral”. “¿Durante el programa?”, pregunta Pastor. Risas reales con sabor a enlatadas. “Tendré que trabajar mucho”, sentencia Pastor.
Viendo la fotografía promocional de La Sexta (arriba), un cara a cara entre dos titanes, no era fácil adivinar quién era el protagonista de la entrevista. El Artur Mas rebelde o la Ana Pastor indoblegable. El superpolítico o la superperiodista. ¿Casta? De ninguna manera: Dos personajes dispuestos a hacer historia, de la política y de la información. Como sucedía en ese mismo momento en la competencia, donde Risto Mejide y Pablo Iglesias se sentaban a charlar en un sillón de esos muy buenos. Así las cosas, pulsos gitanos, la noche televisiva del domingo tenía buena pinta.
Antes de charlar con Mas, Pastor entrevistó a Sardá. Sí, el de Crónicas Marcianas, el de la telebasura, y habló de política, del agnosticismo nacionalista, ante la mirada atónita del presidente de la Generalitat. Y luego a Julia Otero: “Mi patria son las personas que quiero”, dijo mientras Mas se colocaba las gafas. Todo estaba grabado, excepto Más, que se encontraba en directo: se le podía ver en una ventana minúscula, escuchando cómo Sardá intentaba ser brillante por todos los medios y cómo Otero decía que quería votar para poder decir no a una Cataluña independiente.
Comenzó la entrevista, en riguroso directo, poco antes de las diez de la noche. Solo unas horas después de que firmase el decreto de la consulta soberanista de Cataluña, para el próximo 9 de noviembre, el presidente Mas respondió a Pastor tirando de manual. Tiene la lección bien aprendida, es evidente. Y no se sale del guión así como así. Había que preguntar, y preguntar, y volver a preguntar, justo la especialización de una Pastor obsesionada con obtener titulares.
“¿Las urnas estarán en la calle el día 9?”, comenzó preguntando la periodista. “Sí”, respondió el político, un tipo tranquilo que no parece pedir imposibles: no es votar la independencia, es conocer la opinión de los catalanes. “¿Esto no se puede votar?”, se pregunta. Y sentencia: “Convertir el concepto votar en algo ilegal es una monstruosidad”.
“Señora Pastor, yo no estoy intentando calentar a la gente”, cortó en seco Mas. Un Mas serio, que apeló a la democracia, “a todos los caminos”, y que gana en credibilidad cuando acusa a Rajoy de no negociar: “Cada una de nuestras propuestas recibe un no… será que molestamos”. Y sentencia: “Pero no lo van a poder evitar”.
No hubo demasiado espacio para repreguntas. Ni para grandes y sorprendentes titulares. Salvo quizá que todo un presidente de la Generalitat no vió la comparecencia de Pujol. Según dijo. O que no es corrupto, “dependiendo de lo que se entienda por corrupción…”. “Hoy por corrupción se entiende cualquier pequeña falta administrativa… yo no sé si he cometido alguna falta”.
Mas tiene claras tanto las ideas como el discurso, y eso le hace fuerte. Sobre todo frente a un Rajoy apático. “Esto no es desobediencia civil, sino un proceso pacífico y democrático”. “Las leyes no son sagradas, ni siquiera la unidad de España”. “Es hábil con las palabras”, se limitó a reconocer una Pastor sobrepasada por un Mas simplemente arrollador.
P.D.
Telemadrid, la televisión pública de todos los madrileños…
Un motivo para NO ver la televisión
Galveston
Autor: Nic Pizzolatto.
Editorial: Salamandra.
Leo “Galveston” solo unos días después de ver, entre asombrado e hipnotizado, la serie “True Detective”. Ambas cosas son obra de Nic Pizzolatto, un guionista y productor de Nueva Orleans con un talento, a juzgar por estos dos trabajos, descomunal. “True Detective” es una ficción policial absolutamente sorprendente, tanto por el perfil de los protagonistas como por el desarrollo y el ritmo de la historia. Con “Galveston” sucede algo parecido.
“Galvestón” arranca con una masacre y finaliza con una matanza. Entre una y otra carnicerías, una historia de amor y redención. Roy Cody es un matón de manual, fuerte y grande, amenazador, embutido en unas botas vaqueras y un historial delictivo. Nació en Texas, pero desarrolla su profesión en Nueva Orleans. Las cosas comienzan a torcerse cuando le diagnostican un cáncer terminal, y se terminan de torcer cuando se ve involucrado en un encargo con trampa: su jefe quiere eliminarlo.
Cody escapa de Nueva Orleans. Y no lo hace solo. En su huida a casa, a sus raíces en Galveston, le acompañan los recuerdos de toda una vida. Es un personaje de otro tiempo: “La última canción nueva que me gustó salió hace mucho, mucho tiempo, y ya nunca la ponen en la radio”. Una novela negra diferente, fascinante, brillante.