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Amar en tiempos de guerra

Hace unos días contaba en este blog que “El francotirador”, la última película de Clint Eastwood, me había decepcionado profundamente. Una lástima, decía, porque adoro las historias bélicas, los buenos libros, películas y series de televisión sobre la guerra y sus protagonistas. Recuerdo los inolvidables momentos pasado con “Band of Brothers”, la ficción de HBO sobre las aventuras de la patrulla paracaidista Easy durante la II Guerra Mundial que en España emitió Telecinco. Sin ir más lejos, la noche del lunes disfruté en La 1 de TVE con “Enemigo a las puertas”, una película de Jean-Jacques Annaud sobre dos francotiradores, uno alemán y otro ruso, que mantienen un interesante duelo durante la batalla de Stalingrado.

En “El francotirador” de Eastwood había francotiradores, evidentemente, y toneladas de arena, infinidad de patriotas, yihadistas radicales a cascoporro y un puñado de buenos actores. En “Los nuestros”, la serie de moda, emitida por Telecinco, también hay francotiradores, arena, patriotas y yihadistas radicales. ¿Buenos actores? Hugo Silva, Blanca Suárez, Álvaro Cervantes… En “Los nuestros” hay, eso sí, mucho amor, muchos sentimientos, mucha testosterona, algunas pasiones desenfrenadas y hasta corazones rotos.

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La primera ficción española con temática militar está protagonizada por un Grupo de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra, los Boinas Verdes. Su misión es rescatar a los hijos de un matrimonio español, secuestrados por terroristas islámicos en el desierto del Sahel, al sur del Sáhara. Los doce militares son españoles, jóvenes, guapos, valientes y un montón de cosas más.

La fotografía resulta aceptable, la ambientación creíble, los consejos sensatos (“Donde tengas la olla…”), la embajada española en Malí acogedora, los islamistas malísimos, los niños corajudos, los militares españoles “entre las mejores fuerzas especiales del mundo”, los protagonistas sensuales y atractivos, los enredos del corazón apasionantes (“Llevas un año mintiendo a tu mujer y a tu hija…”), la francotiradora letal es Isabel Santana, una leyenda, la Chris Kyle ibérica…

Lamentablemente, encuentro más tensión bélica, más intensidad narrativa, más épica, en un capítulo de Bob Esponja que en esta mini serie de flojo guión, diálogos insustanciales e insípida trama. Pero como de costumbre, no me haga ni puñetero caso: en su estreno tuvo una audiencia fantástica del 20,7%.

Un motivo para NO ver la televisión

Hipotermia.

Autor: Arnaldur Indridason.

Editorial: RBA.

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“Hipotermia” es una historia sobre la desaparición, la pérdida y la vida después de la muerte. ¿Existe algo más allá? “¿Qué pasaría si…? ¿Y si Dios existía? ¿Y si había una vida eterna?”. En este libro, que pertenece a la serie sobre el inspector Erlendur Sveinsson, el escritor islandés Arnaldur Indridason cruza diferentes dramas personales para tejer una trama capaz de dejar helado al más avezado lector de novela policiaca. Nórdica o del resto del planeta.

«Los cardiólogos estuvieron hablando de eso. De la vida después de la muerte. Algo que había sucedido hacía poco. Un hombre que estuvo muerto durante dos minutos en la mesa del quirófano. Dijo que había tenido una experiencia cercana a la muerte»

Erlendur comienza investigando el suicidio de una jóven sin motivos aparentes para quitarse la vida. Recibe la visita del padre de un joven desaparecido décadas atrás. Escucha cintas con sesiones de espiritismo. Lee relatos que le recuerdan a su hermano perdido en una ventisca. Piensa en el desencanto de los ciudadanos de un país próspero, pero desangelado. Y atiende la solicitud de su hija para normalizar relaciones con su ex mujer. Muchos frentes abiertos en una obra sencilla, desintoxicante, que encantará a los seguidores de uno de los grandes autores nórdicos, responsable de títulos tan interesantes como “La mujer de verde” o “Pasaje de las sombras”.

 

La picadora de Cospedal

Ignacio Villa, tertuliano ultra reconvertido por María Dolores de Cospedal en su mamporrero de cabecera (director de la televisión autonómica de Castilla La Mancha), está cabreado como una mona. Y con razón: se le acusa de macabro, sádico y amarillista por, en el informativo de la noche (20:00), ilustrar con imágenes de una picadora de carne en plena faena una noticia sobre el asesinato de una mujer a manos de su pareja en Cifuentes (Guadalajara). “Mándenme si quieren un sicario a mi casa esta noche a que me de una paliza, pero no me acusen de lo que no he hecho: la información sobre el crimen machista de Cifuentes fue impecable”, dijo Villa, me temo que un tanto obsesionado con la carne triturada, cuando el PSOE castellano manchego pidió su dimisión.

La picadora es el electrodoméstico favorito del poder, muy por delante de la postmoderna Thermomix e incluso de la tradicional embuchadora. De chorizos. En el despacho de todo político depredador tiene que haber una picadora, y el de Cospedal, una de esas mujeres que procura no dejar rastros, no iba a ser una excepción. Picadoras de recibís comprometedores, de dobles contabilidades, de sobres, de facturas falsas, de indemnizaciones en diferido, de concesiones irregulares, de donaciones chungas, de apropiaciones indebidas y falsedades documentales, de asesorías inexistentes, de documentaciones comprometedoras, de finiquitos fraccionados… La nueva versión charcutera de la vieja trituradora de papel supone, tengo que reconocerlo, toda una sorpresa.

Violencia de genero y casquería. Más allá del periodismo sucio, el periodismo artístico. Ilustrar con imágenes de una picadora de carne, de cuchillos y de otros instrumentos usados en carnicería, una información sobre una caso de violencia doméstica solo se puede entender como la última boutade de una provocadora estrella de Arco. Una performance de mal gusto repleta de metáforas gorrinas, en la que el morcillo picado quizá represente un intento por acceder a un nivel primordial de conciencia, la búsqueda del ser. ¿Por qué hay ser y no más bien nada, cuando lo cierto es que el planeta tiene forma de albondiguilla? Se pregunta el artista revisitando a Heidegger.

La bella y la bestia. Cospedal y Villa han formado uno de esos matrimonios de conveniencia que marcan una época en la historia de los medios de comunicación. La política sin escrúpulos que paga con un hueso revenido los servicios prestados. Y el periodista sumiso que, tras años defendiendo de manera vehemente a su ama, recibe el premio de consolación, la caricia en el lomo. Así funciona la política, así funciona el periodismo.

 P.D.

No se pierda usted al palmero…

 

Un motivo para NO ver la televisión

Pasaje de las sombras.

Autor: Arnaldur Indridason.

Editorial: RBA.

El pasado y el presente se cruzan, de manera ordenada y cabal, en la última novela del escritor islandés Arnaldur Indridason, ganadora del VII Premio RBA de Novela Negra. El pasado y el presente con sus respectivos crímenes, íntimamente relacionados entre sí en una trama perfecta, que encandilará incluso al lector no demasiado aficionado a los saltos en el tiempo, a los policías pusilánimes o al misterio que llega del frío.

“Pasaje de las sombras” es el último ejemplo de novela negra nórdica, trabajo impecable de un Indridason meticuloso capaz de enredar al lector sin proponerle grandes emociones. En estas páginas no encontrará usted pistolas humeantes, matones violentos, detectives fascinantes o hermosas mujeres de dos caras. Ni siquiera los cadáveres presentan marcas sospechosas. La normalidad sería la seña de identidad de este libro si no fuera por algunos  pequeños detalles… Una pareja de policías encuentra el cuerpo sin vida de un anciano sobre su cama. La autopsia confirma que fue asfixiado. Durante el registro de la vivienda encuentran recortes de prensa sobre otro crimen, cometido en 1944, en el que el cuerpo de una joven estrangulada apareció en la parte trasera del teatro Nacional de Reikiavik. Dos parejas de detectives se ponen en marcha, unos ahora y otros entonces.

Con estos mimbres, y con esos endiablados nombres islandeses, se podía construir una trama realmente compleja. Nada más lejos de la realidad. Indridason apuesta por la sencillez, por una buena historia bien contada, y consigue que leer “Pasaje de sombras” sea todo un placer.