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Hipnotizados

Es evidente que la televisión hipnotiza. Basta con ver las horas que dedica cada ciudadano a perder el tiempo delante del electrodoméstico: los valencianos, por ejemplo, ven una media de cuatro horas y 28 minutos de televisión al día. Hipnotiza e idiotiza. La televisión nos hace más sumisos y menos críticos, nos quita tiempo de lectura, del campo y de los amigos, y nos aleja de las conversaciones de bar y del silencio, de la realidad y la reflexión, de la vida. La televisión es una trampa: el gran negocio de unos pocos, el arma de los poderosos para narcotizarnos, la dejadez y el abandono definitivos.

La televisión hipnotiza, decíamos al comienzo de este post. Pues hasta eso es mentira. El último gran éxito de Antena 3, una de las cadenas de televisión pertenecientes al duopolio audiovisual en que se ha convertido este país, ha sido el programa “1, 2, 3 hipnotízame”. Una nueva vuelta de tuerca a la misma mierda de siempre: escenario aparatoso, formato de gala clásica, famosetes de medio pelo, Manel Fuentes como presentador… y la gran novedad de un hipnotizador. Adelgazar con hipnosis, dejar de fumar con hipnosis, dejar de beber y drogarse con hipnosis… y ahora, reventar las audiencias con hipnosis.

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La farsa convertida en éxito: tres millones de espectadores, un 19,5% de la audiencia, contemplaron cómo un tipo de melena antediluviana vestido de tahúr de barco del Misisipi dejaba dormidos, es decir, poco más o menos como estaban antes, a estrellas del calibre de David Bustamante o Mario Vaquerizo. Y digo la farsa porque entre el público seleccionado por el hipnotizador para participar de manera voluntaria en el programa han descubierto a un actor, a un figurante de series como “Acacias 38”

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“¡Tongo!”, han aullado las redes sociales. Se la sopla: la caja ya está hecha. “Es solo entretenimiento”, se justificarán los productores mientras cuentan los billetes y preparan nuevos formatos, quién sabe si utilizando el atractivo de la cienciología, las virtudes de la homeopatía o los secretos de las caras de Bélmez. Es igual. Nos lo zamparemos de la misma manera. Estamos hipnotizados…

P.D.

“El populismo puede engullirnos a los socialistas”, advirtió hace solo unos meses el concejal socialista madrileño Antonio Miguel Carmona. Un visionario. Carmona ha pasado sus vacaciones de Semana Santa en el “infierno” en que viven los refugiados situados en el campamento de Gizona en Lesbos (Grecia). Y por supuesto lo ha contado en todos los medios. Especialmente obscenas me han parecido las imágenes de La Sexta, en las que el político del PSOE jugaba al fútbol con niños, les abrazaba cariñosamente y hasta les besaba. Pornografía política.

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Un motivo para NO ver la televisión

¡García!

Autores: Sergio García y Luis Bustos.

Editorial: Astiberri.

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Cuesta cogerle el punto a este cómic extraño, de narración atropellada, blanco y negro áspero y superhéroe viejuno renacido en el mismísimo Valle de los Caídos. No es fácil entrar en la brutal ironía de un guión que te desconcierta, primero, y te arrastra a la sorpresa y la sonrisa, después. Es complicado, hay que dejarse llevar por la locura inicial, disfrutar con las primeras páginas de una historia esperpéntica que, tras dejarte con la boca abierta, te invita a divertirte, a establecer complicidad con el protagonista y hasta a estar de acuerdo con el análisis social que se puede leer entre líneas. El segundo volumen es un placer absoluto.

Porque “¡García!” son dos tomos de formato manejable y grosor novelesco que cuentan la historia de un país como el nuestro, en que “el pasado siempre vuelve. Con rencor”. La radio de un taxi escupe una actualidad que es la nuestra: “Nada más que dejar pasar el tiempo. Claro, que es lo que caracteriza a este gobierno dubitativo y débil que tenemos que soportar. Un Gobierno ineficaz, producto de un pacto desesperado, que ata de pies y manos al ejecutivo”. ¿Le suena?

García es un superpoli facha. Un superhombre fascista. Un tipo honrado. Una leyenda del mamporro. Y muchas cosas más. García es el auténtico renacido. ¿Una reencarnación de Roberto Alcázar, el amigo de Pedrín? Por ahí van los tiros… García es un tipo que desapareció en 1961 y que se despierta en nuestros días (“casualmente en la mayor crisis de la democracia española”), dentro de un ataúd de hierro y en el Valle de los Caídos, junto a la tumba de Franco. “Yo he cambiado, mientras usted permanecía igual, señor García”, le confiesa su envejecido jefe, “pero España ha cambiado más”.

Antonia es una periodista novata en busca de buenos reportajes. Y se tropieza con el mejor posible: políticos desaprensivos, una candidata víctima de una conspiración que ella misma organizó, las fuerzas de seguridad del Estado, una banda de mafiosos rusos, un montón de cadáveres, un torpe policía municipal que aparece y desaparece… Y un hombre a la vieja usanza, de los que se visten por los pies y desconocen el significado de la palabra “democracia”, convertido en super héroe. ¿Alguien da más?

“En este país el pasado nunca muere”, dice un personaje acodado en la barra de un bar. Y es que en este cómic negro y ancho, mucho más de lo que pudiera parecer, hay espacio incluso para la crítica social y política. “Los ministros siempre mienten”, asegura alguien en la recta final de una historia en la que “España se rompe”. Tronchante y desasosegaste. Como España misma.

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Por un puñado de votos

“El populismo no ha traído más que miseria y opresión”. Esperanza Aguirre segundos antes de vestirse de chulapa y bailar un chotis con un inmigrante negro sobre un sofá Chester.

Maria Teresa Campos, presentadora del programa de Telecinco “¡Qué tiempo tan feliz!”, bailó un chotis en directo con Antonio Miguel Carmona, candidato socialista a la alcaldía de Madrid. Y le invitó a cantar una de “las canciones de su vida”: “Le gusta cantar, y como le gusta cantar ¿nosotros qué hemos hecho? Traerle rápidamente al escenario y decirle cántanos esta canción que te gusta a tí tanto de Dean Martin que cuando estabas en San Francisco cantabas…”. El picarón Carmona pregunta “¿te la puedo dedicar a tí?”, y ríe como un maníaco su propia gracia. “Verán, verán, porque es un magnífico eso que antes llamaban crooner, sentencia Campos, y da paso a un Carmona que comienza a aullar como un coyote en celo. Pinchen sobre estas palabras y no se pierdan, sobre todo si alguna vez barajaron la posibilidad de votar al socialista, estas imágenes para la historia del despropósito.

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¿Se puede caer más bajo? El político con aspecto de apoderado de novilleros destroza el clásico “Everybody Loves Somebody Sometimes”. Como si estuviera borracho como una cuba en el karaoke del burdel de un puerto olvidado, el socialista no duda en hacer el ridículo para arrancar un puñado de votos. ¿Todo vale? No le quepa duda alguna. ¿Hay límites? Ninguno.

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Con su enésimo ridículo televisivo Carmona solo trata de neutralizar a Esperanza Aguirre, su rival, la política que piensa que “el populismo no ha traído más que miseria y opresión”. Sí, la misma Aguirre que, solo unos días antes y en el mismo programa, tarareó una canción de Joaquín Sabina.

“¡Qué tiempo tan feliz!”, aullan Carmona y Aguirre, rivales políticos unidos por la ausencia de pudor, capaces de cantar y saltar, de abrazar al hambriento y besar al leproso, de bailar sobre sus propias tumbas, de rebajarse a la categoría de peleles. ¿Ideología? ¿Programa? ¿Proyecto? Por favor, estamos hablando en serio, está en juego el futuro de Madrid. ¡Qué suba el volumen de ese organillo! ¡Qué vivan los político huecos, mentirosos y manipuladores capaces de mover el esqueleto al ritmo de un chotis!

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Un motivo para NO ver la televisión

Carmen y Jimena: futuro imperfecto

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Ayer se estrenó este documental multimedia, resultado de una campaña de micro-mecenazgo, cinco meses de trabajo y un deseo enorme de dar voz a dos adolescentes, Carmen y Jimena, para que nos ayuden a comprender mejor las desigualdades sociales en la España actual. Una idea de Por Causa, proyecto de periodismo de servicio público apoyado en datos y equipos multidisciplinares que impulsa proyectos de investigación y periodismo sobre pobreza y desigualdad.

“El futuro de un país descansa en la buena salud de los sueños y expectativas de sus jóvenes, grandes protagonistas en los titulares pero con escasa presencia en el debate público. Sin embargo, hoy en España crece una generación entre las cenizas de una prolongada crisis económica y social. Crisis que sienten, y que pone en peligro sus aspiraciones de desarrollo personales y profesionales.

La escasez de recursos en muchos hogares (producto de las altas tasas de desempleo, el recorte en las ayudas y servicios sociales, el aumento de las tasas educativas, el incremento del IVA, del precio de la energía, la pérdida de la vivienda…) condiciona sin paliativos la calidad de vida de miles de jóvenes. El acceso a una formación que les permita conseguir un empleo de calidad y el disfrute de un ocio es esencial en esta etapa de la vida para el crecimiento personal”.

 

 

La alfombra negra

José Luis Moreno está negro. Perdóneme usted el chiste, realmente nefasto, pero es que el popular ventrílocuo ha encajado realmente mal el fracaso de su último proyecto como empresario audiovisual: ha interpuesto una demanda de conciliación previa a la interposición de querella criminal contra la web de televisión “Bluper” por lo que considera un delito de injurias y calumnias. Es decir, por una mala crítica. Mi total solidaridad con Bluper.

El programa “La alfombra roja palace”, estrenado la pasada semana en TVE, no solo ha cosechado una audiencia muy baja (5,8% y 843.000 espectadores) y unas críticas durísimas, sino que se ha convertido en el hazmerreír de las redes sociales: “Se espera que ISIS reivindique en cualquier momento Alfombra roja”; “Mejor gastarse nuestro dinero en Alfombra roja que en hospitales, colegios y esas tonterías”; “Lo raro es que la tele no se haya puesto en blanco y negro”; “Acabo de ver cinco minutos de Alfombra roja y pensaba que en cualquier momento saldría Franco rodeado de curas inaugurando un pantano”.

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José Luis Moreno tiene cosas buenas, Rockefeller es un icono de la ornitología audiovisual franquista, pero debería admitir que como productor de programas de entretenimiento está un poco desfasado. Y tendría que aceptar las críticas con mayor  deportividad, de la misma forma en que los ciudadanos que pagan sus engendros escriben chascarrillos en Twitter en lugar de cubrirle de brea y plumas y tirarle al pilón.

En cualquier caso, la culpa no es de Moreno, una momia televisiva que intenta ganarse las lentejas haciendo lo que sabe hacer: adefesios audiovisuales. La responsabilidad real es de quien paga 220.000 euros por cada uno de los trece programas contratados. Tres millones de euros por una temporada de “Alfonsa roja palace”, tres millones de euros de dinero público tirados literalmente a la basura.

P.D.

Antonio Miguel Carmona, el candidato del PSOE al Ayuntamiento de Madrid con aspecto de apoderado de novilleros, utiliza las redes sociales para consolidarse como una alternativa seria, juiciosa y brillante a Esperanza Aguirre: “A un salto de conseguir nuestro sueño, a un paso de ganar Madrid”, dice en su cuenta de Twitter

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Un motivo para NO ver la televisión

La verde luz de las estepas.

Autora: Brigitte Reimann.

Editorial: Errata Naturae.

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Brigitte Reimann fue una maestra alemana que comenzó a escribir con poco más de 20 años, en el ecuador del siglo XX. Con la visión del periodista, la sensibilidad del escritor y, en ocasiones, un marcado espíritu pedagógico, Reimann experimentó con diferentes pautas narrativas y describió con precisión la vida en la República Democrática Alemana (RDA).

“¿Quién escribe sobre el panadero que le hornea el pan?”, se pregunta en un libro, “La verde luz de las estepas”, que cuenta el viaje de Reimann por Kazajstán y Siberia acompañando a una delegación de la RDA. El plan puede dar pereza, normal, pero la autora mira la realidad de su país de manera implacable, desafiando a la información oficial, con un espíritu crítico que le obliga a ver con sus propios ojos, a no fiarse de las autoridades, a contrastar información de partido con reporterismo. Lo cual es un placer: Brigitte Reimann escribe de manera brillante, permitiéndose el humor y hasta la ironía.

Sobre la estepa, lugar habitado por esos hombres y mujeres que envejecen pronto, pero viven largo tiempo y crían muchos hijos, escribe: “La tierra no es amable, no regala nada, el clima es duro: cuarenta grados en verano, cincuenta grados bajo cero en invierno, poca lluvia, poca nieve, continuamente sopla un fuerte viento que se lleva las capas arables desecadas”. Podía ser un texto de un viejo National Geographic, pero es una maestra haciendo excelente periodismo, narrando la vida, haciéndose preguntas: “¿Qué pasa si se vive aquí viniendo de una gran ciudad, un año tras otro, en verano y en invierno, trazando con uno de esos escarabajos de tractores un surco de cien kilómetros quizá?”.

Ilustrando esta edición, tan cuidada como todo lo que publica Errata Naturae, una selección de fotografías de Brigitte Reimann, una de esa mujeres de singular atractivo.

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Dedicación absoluta

El buen mozo que aparece en la fotografía parece haber salido a hombros de Las Ventas tras matar una corrida de Miura. O haber protagonizado el más exitoso de los culebrones colombianos. Pero no. No se llama “El niño de los debates”, ni Antonio Miguel Daniel Alejandro. Pero casi. Su nombre es Antonio Miguel Carmona, y es muy posible que su expresión viril y su pelo engrasado le suenen de algo. El mancebo de la imagen es un político que quiere ser alcalde de Madrid. Alcalde socialista, para ser más exactos. Y su semblante varonil quizá le suene porque ya ha pasado por este blog: Carmona es tertuliano. Un tertuliano aspirante a alcalde (sin primarias).

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¿Post repetido? No. La noticia es que el tertuliano Carmona quiere ser alcalde justo cuando Pedro Sánchez, el nuevo líder espiritual socialista, pretende exigir a sus parlamentarios dedicación absoluta. Es decir, quiere prohibir que reciban remuneraciones complementarias, como dar clases en la universidad, escribir artículos en la prensa o… ¡asistir a tertulias televisivas! Pobre Carmona, golpeado ahí donde más le duele.

Porque a estas alturas, Carmona es un personaje televisivo. Como Belén Esteban, Jordi Hurtado o José Luis Moreno. El aspirante a alcalde ha construido su carrera de plató en plató, de tertulia en tertulia, de pequeña bronca en monumental gresca. Y todo para que ahora venga un novato, también de porte altivo y varonil, eso sí, y pretenda capar el altavoz del aspirante. Y cerrar una fuente de ingresos. ¡Dónde se ha visto mayor intromisión!

Lógicamente, las intenciones de Sánchez han creado malestar en el PSOE: “Genera una presunción de criminalidad sobre nuestro trabajo cuando él mismo se ha hinchado a tertulias y a dar clases en la universidad”, han dicho con toda razón voces anónimas del partido. Así las cosas, Carmona, el hombre que ha reconocido haber “metido gente en los medios de comunicación” y que su discurso en plató está “teledirigido”, se hizo el sordo y se sentó ayer lunes en la tertulia de La Sexta. Ahí estuvo, subtitulado como “profesor de economía”, consolidando su candidatura a la aldaldía junto a Marhuenda y compañía.

Madrileños, el futuro tiene buena pinta.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Los últimos.

Autor: Juan Carlos Márquez.

Editorial: Salto de página.

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El fin del hombre en la Tierra. El comienzo de la civilización en Marte. De todo esto habla este libro tremendo, que he leído de una sentada y que me recuerda momentos memorables de la literatura (y la televisión) apocalíptica. “Los últimos “ tiene algo del Cormac McCarthy de “La carretera”, del Sánchez Piñol de “La piel fría”, y de los zombis de Walking Dead.  “Los últimos” es una historia global a través de pequeñas historias personales, las de unos supervivientes que luchan por olvidar y sueñan con reproducirse, con evitar la extinción. Todo contado a un ritmo frenético, con capítulos breves e impactantes como ráfagas de ametralladora, que sorprenden y emocionan, que advierten de lo que nos espera: “Si el hombre se extinguiera en cuanto a raza y alguien o algo quisiera conocer su naturaleza, toda la información imprescindible podría encontrarla en la memoria de esos artilugios electrónicos: contactos, mensajes en los contestadores, WhatsApp, links, correos electrónicos, estados de Facebook y Twitter, aficiones reales y virtuales, transacciones económicas…El espíritu humano cabría en un miserable Nokia de trigésima generación”.

En “Los últimos” solo queda en pie la estatua de Mickey cogido de la mano de Walt Disney. Un símbolo de civilización que se encuentra “en un descampado de tierra muerta”. No hay niños comiendo algodón de azucar alrededor de ese monumento capitalista, solo monstruos caníbales sedientos de sangre. Los supervivientes. Quizá sea este “el último estertor de furia que precede al duelo”. Muy interesante.