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Lección de periodismo

No es fácil hacer periodismo en televisión. Hablo de periodismo serio, prudente y discreto. Periodismo moderado y juicioso, equilibrado y reflexivo. Y menos en estos tiempos convulsos y acalambrados, de podredumbre política y mediocridad informativa, en los que necesitas gritar para ser escuchado. La televisión exige audiencia, es decir, fuegos artificiales: un informador sensato no tiene nada que hacer, a nivel de share, frente al periodismo de burdel portuario propuesto por Eduardo Inda, Alfonso Rojo y compañía. “Lo de Zapata es fascismo de la peor calaña… El PSOE ha traído el neofascismo al ayuntamiento de Madrid”, gruñe el primero en el debate de una cadena que presume de progresista. La televisión quiere protagonistas, necesita rostros, reclama estrellas, exige voces, crea gallineros. Y los periodistas, uno de los gremios más vanidosos y ególatras del planeta, no siempre saben decir no a estos cantos de sirena.

En la televisión actual, los grandes periodistas tienen que ser showmans. Siempre desafiando a la cámara, rezumando seguridad, presumiendo de independencia, blandiendo cada dos por tres la sagrada libertad de expresión, vanagloriándose de su temple y su agresividad, de su acidez y neutralidad. En televisión, los grandes periodistas no suelen tener las manos libres, puesto que trabajan para grandes empresas con innumerables intereses paralelos. Circunstancia menor que no les impide presumir de incómodos, de valientes y hasta de rebeldes. “El periodismo es nuestra religión”, dice uno de los más beligerantes, con Marhuenda y Pérez Henares sentados a su vera.

Ana Pastor entrevistó a Manuela Carmena solo unas horas después de que se convirtiera en alcaldesa de Madrid. Como no podía ser de otra manera, la entrevistadora que con agresividad e insistencia ha creado un personaje, con el que bordea el atosigamiento y la mala educación, apremió a la candidata de Ahora Madrid con una serie de repetitivas preguntas. Carmena, la mujer tranquila, formuló un sugerencia de madurez a la mediática entrevistadora: “Te voy a dar un consejo. Para que realmente sean útiles tus preguntas, hay que esperar a que te las pueda responder”. Una lección de periodismo.

Los periodistas no siempre quieren respuestas. Muchos piensan que sus preguntas son mucho mejores, mucho más brillantes, que cualquier contestación posible. En realidad no buscan información, se conforman con protagonismo: un buen titular, una excelente audiencia, palmaditas en la espalda y vítores en Twitter. Así es la televisión, la gran fábrica de necios (esta frase no es mía, es de un ejecutivo de televisión).

Un motivo para NO ver la televisión

Alguien.

Autora: Alice McDermott.

Editorial: Libros del Asteroide.

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Este libro es el bálsamo perfecto para los tiempos tensos y oscuros que vivimos. Frente a la crispación que proponen tanto la política como los grandes medios de comunicación, la norteamericana Alice McDermott nos regala una historia sencilla sobre las pequeñas grandes cosas de la vida cotidiana. No busque sobresaltos en estas páginas equilibradas, serenas, emocionantes en su naturalidad y humildad.

“La señora Hanson olía a cosas sanas, a sol y a avena y a levadura, y cuando tomaba aire su aliento rebosaba calidez y dulzura… Sin motivo alguno -a menos, claro está, que contemos la exuberante belleza de aquella mujer, la calidez de la pequeña estancia, el delicioso olor y la noticia reciente de que se celebraba una boda en el barrio-, lancé mis brazos al cuello de la señora Hanson y presioné con los labios la húmeda y adorable mejilla de aquella mujer”.

McDermott va y viene en los recuerdos de Marie Commeford, protagonista de una novela que discurre como un río por un valle: con esa suavidad que relaja los sentidos e invita a disfrutar de lo que resta de día. Los primeros amores, el despertar al sexo, las relaciones familiares y la pérdida, el trabajo en una funeraria de barrio, la familia y los hijos, la madurez… La vida en el viejo Brooklyn. Todo contado con estremecedora ternura, sin un solo aspaviento efectista, con una literatura serena e inteligente capaz de conmover desde la inocencia. Un libro para los sentidos, para disfrutar de olores, sabores y colores, para olvidar la tensión diaria, la miseria del mundo mediático, y soñar con la belleza de lo ordinario.

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Las urnas estarán en la calle

Ana Pastor entrevista a Artur Mas en directo la noche del domingo. La promoción del programa “El Objetivo”, de La Sexta, es irresistible: Pastor y Javier Sardá en un AVE camino de Barcelona. “¿Cuál crees que es el titular que debería sacarle a Mas?”, pregunta la periodista protagonista. Sardá responde con una frase supuestamente brillante, al tiempo que divertida, de esas reservadas a los genios de la comunicación: “Podría declarar la independencia unilateral”. “¿Durante el programa?”, pregunta Pastor. Risas reales con sabor a enlatadas. “Tendré que trabajar mucho”, sentencia Pastor.

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Viendo la fotografía promocional de La Sexta (arriba), un cara a cara entre dos titanes, no era fácil adivinar quién era el protagonista de la entrevista. El Artur Mas rebelde o la Ana Pastor indoblegable. El superpolítico o la superperiodista. ¿Casta? De ninguna manera: Dos personajes dispuestos a hacer historia, de la política y de la información. Como sucedía en ese mismo momento en la competencia, donde Risto Mejide y Pablo Iglesias se sentaban a charlar en un sillón de esos muy buenos. Así las cosas, pulsos gitanos, la noche televisiva del domingo tenía buena pinta.

Antes de charlar con Mas, Pastor entrevistó a Sardá. Sí, el de Crónicas Marcianas, el de la telebasura, y habló de política, del agnosticismo nacionalista, ante la mirada atónita del presidente de la Generalitat. Y luego a Julia Otero: “Mi patria son las personas que quiero”, dijo mientras Mas se colocaba las gafas. Todo estaba grabado, excepto Más, que se encontraba en directo: se le podía ver en una ventana minúscula, escuchando cómo Sardá intentaba ser brillante por todos los medios y cómo Otero decía que quería votar para poder decir no a una Cataluña independiente.

Comenzó la entrevista, en riguroso directo, poco antes de las diez de la noche. Solo unas horas después de que firmase el decreto de la consulta soberanista de Cataluña, para el próximo 9 de noviembre, el presidente Mas respondió a Pastor tirando de manual. Tiene la lección bien aprendida, es evidente. Y no se sale del guión así como así. Había que preguntar, y preguntar, y volver a preguntar, justo la especialización de una Pastor obsesionada con obtener titulares.

“¿Las urnas estarán en la calle el día 9?”, comenzó preguntando la periodista. “Sí”, respondió el político, un tipo tranquilo que no parece pedir imposibles: no es votar la independencia, es conocer la opinión de los catalanes. “¿Esto no se puede votar?”, se pregunta. Y sentencia: “Convertir el concepto votar en algo ilegal es una monstruosidad”.

“Señora Pastor, yo no estoy intentando calentar a la gente”, cortó en seco MasUn Mas serio, que apeló a la democracia, “a todos los caminos”, y que gana en credibilidad cuando acusa a Rajoy de no negociar: “Cada una de nuestras propuestas recibe un no… será que molestamos”. Y sentencia: “Pero no lo van a poder evitar”.

No hubo demasiado espacio para repreguntas. Ni para grandes y sorprendentes titulares. Salvo quizá que todo un presidente de la Generalitat no vió la comparecencia de Pujol. Según dijo. O que no es corrupto, “dependiendo de lo que se entienda por corrupción…”. “Hoy por corrupción se entiende cualquier pequeña falta administrativa… yo no sé si he cometido alguna falta”.

Mas tiene claras tanto las ideas como el discurso, y eso le hace fuerte. Sobre todo frente a un Rajoy apático. “Esto no es desobediencia civil, sino un proceso pacífico y democrático”. “Las leyes no son sagradas, ni siquiera la unidad de España”“Es hábil con las palabras”, se limitó a reconocer una Pastor sobrepasada por un Mas simplemente arrollador.

 

P.D.

Telemadrid, la televisión pública de todos los madrileños…

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Un motivo para NO ver la televisión

Galveston

Autor: Nic Pizzolatto.

Editorial: Salamandra.

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Leo “Galveston” solo unos días después de ver, entre asombrado e hipnotizado, la serie “True Detective”. Ambas cosas son obra de Nic Pizzolatto, un guionista y productor de Nueva Orleans con un talento, a juzgar por estos dos trabajos, descomunal. “True Detective” es una ficción policial absolutamente sorprendente, tanto por el perfil de los protagonistas como por el desarrollo y el ritmo de la historia. Con “Galveston” sucede algo parecido.

“Galvestón” arranca con una masacre y finaliza con una matanza. Entre una y otra carnicerías, una historia de amor y redención. Roy Cody es un matón de manual, fuerte y grande, amenazador, embutido en unas botas vaqueras y un historial delictivo. Nació en Texas, pero desarrolla su profesión en Nueva Orleans. Las cosas comienzan a torcerse cuando le diagnostican un cáncer terminal, y se terminan de torcer cuando se ve involucrado en un encargo con trampa: su jefe quiere eliminarlo.

Cody escapa de Nueva Orleans. Y no lo hace solo. En su huida a casa, a sus raíces en Galveston, le acompañan los recuerdos de toda una vida. Es un personaje de otro tiempo: “La última canción nueva que me gustó salió hace mucho, mucho tiempo, y ya nunca la ponen en la radio”. Una novela negra diferente, fascinante, brillante.

El objetivo populista

Ana Pastor, la periodista “de apellido incómoda, entrevistó el pasado domingo a Marine Le Pen, la política francesa de apellido facha. La cosa resultó muy televisiva, puesto que la exaltada presidenta del grupo de extrema derecha Frente Nacional levantó la voz, dijo alguna barbaridad ultra y arremetió contra la presentadora española incluso aludiendo a cuestiones personales: “¿Da usted dinero para las ONGs? ¿Ha acogido usted a inmigrantes en su casa?”, preguntó Le Pen. “Sí”, respondió breve pero toda digna Pastor.

La periodista protagonista y la política fascista protagonizaron el espectáculo previsto: un enfrentamiento entre la progresía y lo carca, entre el periodismo postmoderno y el conservadurismo revenido. No hay sección o blog de televisión que no recoja el choque de trenes, una muesca más en el revólver de Pastor.

Pero shows mediáticos aparte… ¿Es buena idea poner en manos de Marine Le Pen un altavoz como La Sexta? Algún lector pensará que no, que en Francia tiene que haber decenas de políticos de élite más interesantes, con más cosas que decir, que la casposa presidenta del Frente Nacional. Otros tal vez sean de la opinión de que una cadena que tiene como tertuliano de referencia a Francisco Marhuenda debe tener como invitada estrella a esta señora tan radical.

En cualquier caso, objetivo (populista) conseguido. Enfrentamiento, gestos airados, malos modos… Y las anécdotas elevadas a la categoría de noticia. Es decir, televisión en estado puro.

 

Peligro, entrevista

“Estos son los datos… y suyas son las conclusiones”, dijo Ana Pastor para cerrar la entrevista a Zapatero en el programa de La Sexta “El objetivo”. ¿Datos? ¿Conclusiones? Si tenemos en cuenta los datos aportados por el ex presidente y la periodista en esa charla solo podemos llegar a una conclusión: es un milagro que después dos legislaturas con un político como Zapatero al frente del Gobierno, nuestro país no esté aún más hundido, más deprimido, más acabado.

Zapatero regreso de ultratumba para, no se lo pierda, comenzar a vender su libro. Sí, uno de esos libros de memorias de políticos que edita Planeta tras pagar una millonada en adelantos, pese a saber que venderá cuatro ejemplares. ¿Una inversión? Me temo que la entrevista promocional hizo un flaco favor a las futuras ventas de “El dilema: 600 días de vértigo”: Zapatero esta hueco, no tiene nada que contar, incluso se expresa con dificultad. “Mi presunción es de respeto y comprensión a Rajoy en un marco muy difícil”, dijo cuando le preguntaron por el actual presidente. ¿Bárcenas? “No es mi papel ahora… decir quién tiene la responsabilidad política… No entro en la polémica”.

¿No entro en la polémica? ¿El caso Bárcenas es “una polémica”? Es bueno saberlo. Y es interesante que lo diga un líder socialista. Como es curioso ver a periodistas que basan su prestigio en el acoso efectista a determinados políticos, disolverse como azucarillos ante otros: “Tengo una gran duda, y con una gran duda puedo ser peligrosa…”, dijo la Lara Croft del periodismo español ante la mirada ovina de Zapatero. Y le preguntó si alguien le había llamado para que pidiera el rescate.

Peligrosa, peligrosísima. Y comprometida, aventurada y hasta subversiva. Tiemblan los políticos ante las dudas de semejante justiciera periodística. Y la sociedad solo puede agradecer tamaño compromiso con la información y la verdad. ¿Respuestas? “Están en el libro”, dijo Zapatero.

Una entrevista para proyectar tanto en las facultades de información como en las sedes de los partidos políticos, puesto que demuestra el grandioso momento que viven tanto el periodismo como la política en España.

P.D.

Era alto y formal, paciente y concienzudo, serio y risueño, tierno y jubiloso, humilde y sereno, íntegro y educado. Y aprendió a tocar la pedal steel guitar como un Burrito Brother. En un estudio de radio, en la redacción de un periódico, nunca nadie me enseñó tanto, me defendió tanto, me apoyó tanto como Nacho Sáenz de Tejada. Como un hermano mayor, Nacho me enseñó a escuchar música, a respetar a los músicos y a escribir sobre canciones y conciertos. Nacho me cubrió las espaldas, me arrastró al cruce de caminos y me acompañó en las barras de cien garitos. Nacho me enseñó los acordes de Knockin’ on Heaven’s Door, me presentó a Mercedes Ferrer, me obligó a escuchar a Mississippi John Hurt y me pasó su Fender Stratocaster Elite roja del 83, que todavía conservo. Sin Nacho sería peor persona, peor compañero de trabajo y todavía peor periodista de lo que soy. Con Nacho todo mereció mucho más la pena. Sin Nacho, hoy solo queda polvo en el aire…