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Gafes

Milán, noche del domingo. Florentino Pérez en el centro, Ignacio González a su derecha, Ana Botella a su izquierda. En algunas ocasiones, cuando el plano se abría, se sumaba a la fiesta Lucía Figar, Consejera de Educación, Juventud y Deporte del Gobierno de la Comunidad de Madrid y Secretaria Ejecutiva de Comunicación del Partido Popular de Madrid. Sonreían, aplaudían, saltaban… se divertían como hooligans. Era la gran fiesta del baloncesto europeo, la final de la Euroliga, que disputaban el Real Madrid y el Maccabi. El trío en cuestión esperaba la victoria del equipo madrileño para recoger el botín, para parasitar la gloria ajena, para hacerse la foto junto a los ganadores. Perdió el Madrid.

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Las televisiones autonómicas retransmitieron ese partido, la final de la Euroliga. Telemadrid no. Vaya por dios, la tele de la ciudad del finalista español, la cadena de González y Botella, no tiene dinero ni para esto. Los madrileños tuvieron que ver el partido pagando, en Canal +, cadena que emitió la señal recibida aliñada con la de sus propias cámaras. Es decir, con planos constantes, continuos, a todas luces innecesarios, de ese trío para la historia de la malafollá: Florentino Pérez, Ignacio González y Ana Botella. Gafes profesionales, sobre todo los dos últimos, para todo aquello que tenga que ver con el deporte, con el juego y con los madrileños.

¿Deporte? Pregunten a la Botella por las olimpiadas perdidas, por el dinero dilapidado en un sueño imposible, por todas las amarguras del relaxing cup of café con leche. ¿Juego? Consulten con Ignacio González, el rey de los cuentos de la lechera ludópata, de los casinos que se evaporan, de los proyectos faraónicos de chichi nabo. ¿Madrileños? Las víctimas de esta pareja de cenizos. Ciudadanos con la televisión en bancarrota, hundida por los mismos políticos que sonríen, aplauden y saltan en las imágenes de una final de la Euroliga retransmitida por una cadena de pago.

Y hablando de pago… ¿Quién corre con los gastos de todas estas fiestas, de todos estos desplazamientos y hoteles, de todas estos desayunos, comidas y cenas? Los de siempre.

P.D.

Rajoy en ABC: “El presidente del Gobierno se muestra especialmente optimista tras conocer la encuesta que publicó ayer este periódico…”. Y titulan: “Yo siempre me quedo con ABC”. Y se hacen llamar periodistas.

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Un motivo para NO ver la televisión

Jonny Two Bags.

Cd: Salvation Town.

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No deje que la espantosa portada le amilane: “Salvation Town” es un gran disco de música norteamericana de raíces. El responsable es Jonny Two Bags, nombre que quizá no le diga nada. Error. Jonny Two Bags es, atención, Jonny Wickersham, el guitarrista de los imprescindibles Social Distortion. Californiano de Costa Mesa, Jonny lleva catorce años tocando con la banda de punk rock que lidera Mike Ness. Antes había formado parte de bandas como U.S. Bombs, The Cadillac Tramps y Youth Brigade.

“Salvation Town” es un álbum diferente. Country, pero no tanto. Muchas guitarras acústicas, muy buenas canciones (algunas brutales, como “Clay Wheels” o “Wayward Cain”) y colaboraciones importantes: Jackson Browne, David Lindley, miembros de Los Lobos, y Pete Thomas, el batería de la banda de Elvis Costello.

Mi ciudad está en ruinas

“Es una mierda este Madrid / que ni las ratas pueden vivir”. Leño.

No hacía falta que vinieran el Frankfurter Allgemeine o el Financial Times a decirnos lo que ya sabemos desde hace tiempo: Madrid es una ciudad en ruinas. La capital de España vive una decadencia atroz, tanto en lo económico como en lo social y cultural, desde hace años. La actual huelga de limpieza simplemente ha terminado el trabajo, convirtiéndola en un estercolero. El detalle final, el lazo, una guinda con forma de zurullo, la Marca Madrid.

Pero no se confunda usted: Madrid ya era una mierda de ciudad antes de estar cubierta de basura. No lo digo yo, lo dicen los turistas, que habían dejado de visitar la Gran Vía incluso cuando se recogían puntualmente contenedores y papeleras. La basura actual cubre los viejos socavones (ver fotografías al final del texto, tomadas en el centro de Madrid unos días antes de la huelga). Y el tufo a vertedero tapa la hediondez del abandono, del aburrimiento, de la tristeza. Madrid se ha convertido en una ciudad desolada, abúlica, desaliñada, desvalida, abandonada a su suerte.

Bien es cierto que Ana Botella no se debería haber comido el marrón de la huelga de limpieza. En estos momentos debería estar en un spa portugués, saboreando una relaxing cup of café con leche. Botella nunca ha sido una verdadera alcaldesa. Hasta las ruedas de prensa le quedan grandes: culpa a los piquetes de “vandalizar” la huelga. En cualquier caso, debería haber dejado el cargo tras la tragedia del Madrid Arena. Ya entonces estaba acabada. “Nos hemos acostumbrado a un nivel de limpieza muy alto”, llegó a decir a modo de excusa antes de la huelga, cuando las calles ya estaban desvencijadas y llenas de porquería. Pero prefirió seguir aferrada a su sillón.

Los madrileños pagan religiosamente sus impuestos, incluidas las tasas de basura, al Ayuntamiento de Madrid. Pero el Ayuntamiento, en lugar de gestionar el servicio de recogida de basuras lo privatiza. Y cuando vienen mal dadas se excusa diciendo que la huelga de limpieza no es un problema suyo: que las calles sean un estercolero no es su responsabilidad, es el resultado de un conflicto entre la empresa contratada y los trabajadores que ésta pretende despedir. Mientras tanto, los madrileños que salen a trabajar, hacer la compra o llevar a los niños al colegio tienen que rodear montañas de basura, pisar líquidos putrefactos, respirar la peste de la desolación.

¿Solución? Botella da un ultimátum de 48 horas a las empresas concesionarias de la limpieza: anuncia que la pública Tragsa se hará cargo del servicio una vez que el incumplimiento de los mínimos sea denunciado a la Fiscalía. ¡El retorno a lo público! Demasiado tarde. Resulta que en Tragsa aseguran que solo están obligados a actuar en caso de alertas sanitarias… y Botella afirma que esta situación no se da en la capital. Yo tengo otra alternativa: que dimitan Botella y sus secuaces. Y que un Ayuntamiento responsable y dispuesto a trabajar recupere el control del servicio de limpieza y retire el expediente de regulación de empleo. Es decir, que el nuevo Ayuntamiento se comprometa a gestionar, a trabajar, en lugar de escurrir el bulto y privatizar. Una vez despejado el camino de roña quizá podramos volver a soñar con un Madrid vivo. Hoy es solo una sombra de lo que fue.

 

 

Un motivo para NO ver la televisión

Cleveland

Autor: Harvey Pekar y Joseph Remnat.

Editorial: Gallo Nero.

Imposible hablar de la decadencia de Madrid y no pensar en “Cleveland”, un comic de carácter urbano y social editado hace solo unas semanas por Gallo Nero. Porque “Cleveland” habla precisamente de la ascensión y caída de la sede del condado de Cuyahoga, el más poblado del estado de Ohio, en Estados Unidos. Una ciudad industrial que vive su momento de gloria durante la segunda guerra mundial, cuando sus fábricas de hierro y acero la convierten en toda una potencia económica.

Pero poco a poco el sector productivo comenzó a perder empleos. La industria dejó paso a los servicios de baja cualificación. Y el tráfico de drogas invadió los suburbios. En 1990 Cleveland caería de la 6ª a la 23ª posición en la lista de las ciudades más pobladas de los Estados Unidos. El abandono.

La película de la vida de Harvey Pekar en Cleveland comienza en 1939. Es la página 44 del libro, cuando tras dar a conocer al lector los entresijos de la ciudad y los detalles de su historia, el escritor comienza a hablar de sí mismo. Y es que Pekar es una leyenda: responsable de las historias autobiográficas “American Splendor”, sus textos han sido ilustrados por artistas del calibre de Robert Crumb o Joe Sacco.

En esta ocasión es Joseph Remnant quien dibuja los textos de Pekar. Y lo hace de maravilla. Ambientes urbanos, sombras y nieves, personas que se arrastran por las calles… Todo en un grandioso blanco y negro. Tan brillante como la introducción de Alan Moore.

Un comic impresionante, que demuestra el talento de Pekar como narrador y de Remnant para convertir  toda esa emoción en viñetas. Imprescindible.

La solidaridad nos hará libres

Usted quizá no se haya dado cuenta, pero estamos viviendo la “super semana solidaria de Antena 3”. La culpa es mía por no habérselo contado antes. Me habré despistado con los contenidos habituales de la cadena, ya sabe: que si la búsqueda de los restos de Marta del Castillo, que si la entrevista a una abuela que ha abofeteado a la profesora de su nieta, que si la niña asesinada en Santiago estaba dopada, que si dos hormigas de trapo intentan ser más brillantes que los invitados al programa, que si… “Todos juntos intentaremos luchar contra la pobreza infantil en nuestro país”, dice la web de la cadena, donde  recuerdan la vía por la que los ciudadanos pueden sumarse a la iniciativa: una cuenta del Banco de Santander. Los cuartos recaudados irán a Aldeas Infantiles SOS contra la pobreza infantil, para “conseguir que al menos 3.000 niños en nuestro país tengan cubiertas sus necesidades básicas durante todo un año”.

¿Qué sería de este país sin la solidaridad? La solidaridad de los ciudadanos, se entiende. Porque Antena 3 no puede permitirse tirar su propio dinero: tiene que ganar perras a espuertas para que Lara pueda pagar su pantomima literaria: 600.000 euros a la ganadora del Planeta y 150.000 euros a la finalista, la ex ministra González-Sinde.

Hace unos días vimos que TVE tiene su propio programa solidario, “Entre todos”, creado para que sean los mismos ciudadanos quienes se ayuden entre sí. En El Mundo se pudo leer, a toda página, cómo el chef donostiarra Martín Berasategui cocinó ayer 2.000 raciones para el primer “Maratón de Cocina Solidaria” organizado por el Ayuntamiento de Madrid. Los ciudadanos que fueron a comer al Centro Municipal de Acogida de San Isidro se encontraron con un menú de lujo: salmorejo de primero, pasta puntalette con hongos y jamón de segundo, y de postre, flan con nata. “Queremos hacer felices a las personas que tomen este menú, porque la gastronomía es un arte y porque los cocineros mezclarán los ingredientes con cariño”, destacó Ana Botella. ¿Y qué comerán mañana? Pues mañana tendrán que volver a buscar en los contenedores de Mercadona.

La gastronomía es un arte. Un concepto que deberían tener muy claro los madrileños que se alimentan en comedores sociales. Y es que el concepto de solidaridad de la alcaldesa es generoso: la cosa no solo consiste en llenar el estómago, un día al año debemos trabajar el paladar. Beneficencia caviar.

Así las cosas, la solidaridad debería convertirse en el motor de este país. Como el Gobierno parece incapaz de combatir la pobreza, de ayudar a los ciudadanos más necesitados, nos sugieren que la mejor solución es que nos ayudemos entre nosotros mismos. De ciudadano a ciudadano. Una propuesta a tener en cuenta, puesto que si se demostrase eficaz nos permitiría prescindir definitivamente de los políticos. Suena maravilloso ¿verdad?

 

Un motivo para NO ver la televisión

 

 

El ruido y la furia

“La música es una cosa amplia, sin límites, sin fronteras, sin banderas”. León Gieco

La feria es suya. De Esperanza Oña. Y por eso solo se baila la música que ella quiere. Esperanza es la alcaldesa de Fuengirola, del Partido Popular, y ha prohibido en las fiestas de la localidad todos los estilos de música excepto aquellos “interpretados en español”. Un bando municipal recuerda a los vecinos que, durante los festejos de la Virgen del Rosario, “bajo ningún concepto se permitirá la ambientación musical con los siguientes géneros: funk, rap, reggaetón, electrónica, metal, punk, música gótica, country, sonidos alternativos o ritmos latinos en general”. ¿Que es usted de Mali, de Texas o de Bélgica y quiere poner en su bar un cd de Ali Farka Touré, Stevie Ray Vaughan o Jacques Brel? Mal asunto. ¿Que nació usted de Baracaldo, Teruel o en el mismo Fuengirola y le apetece bailar con Bob Marley, The Specials o Rubén Blades? Pues o se espera a que pasen las fiestas o se arriesga a tener que pagar una multa de 300 euros. Mientras tanto puede elegir entre Andy y Lucas, Melendi, los Del Río y tantos y tantos otros.

La decisión de la alcaldesa de Fuengirola ha hecho mucho ruido: parece una intolerable intromisión en la libertad sonora de los ciudadanos. Si bien es cierto que el bando deja numerosos géneros disponibles, desde el power pop al trash pasando por el blues, lo cierto es que se trata de una apuesta conservadora. Nada de ruidos bastardos, de sonidos inmigrantes, de músicas del mundo. Pachanga, flamenquinto y rumbitas, que es con lo que se divierte la gente de bien.

La gente de bien tiene un oído muy fino, muy cultivado. Seguramente por eso el Ayuntamiento de Madrid quiere que los músicos callejeros de la capital pasen un examen (prueba de idoneidad) y cumplan determinadas imposiciones, como actuar en aceras de siete metros de ancho o más. Adiós a Malasaña o Lavapiés. Como solo se podrá tocar en Serrano, Goya o la Castellana, los artistas tendrán que ser de gran nivel, con estudios superiores, y deberán cuidar su imagen y centrar su repertorio en piezas ilustres. Nada de rap, rock and roll o canción protesta. Música clásica o, como mucho, new age. Rosendo suspendería la prueba de idoneidad, que aprobarían con matrícula Pablo Alborán y Bisbal.

La calle es quien examina a los músicos callejeros. El que toca mal o canta como un gato, no se come un colín. Pero incluso este merece una oportunidad. Lamentablemente Ana Botella cree que la música callejera es como la política madrileña: aún siendo un inútil, si le echas un poco de cara te puedes ganar la vida.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Todas las mujeres

Anoche se estrenó “Todas las mujeres”, la última película de Mariano Barroso. No asistió el ministro Montoro. Quizá estaba analizando las “cinco grandes mentiras sobre el cine español” que contaba Nacho Escolar en su post de ayer.

Construida a partir de la serie emitida hace tres años por TNT, la película es igual de recomendable que la versión para televisión. Como ya le hablé de ella en su momento, me limito a enlazar con el post de entonces. Y a invitarle a pasar por el cine, para ver películas españolas (y de otros mundos) y darle en todo el morro al mentiroso de Montoro. No es un insulto, es una descripción. Su última necedad no tiene desperdicio: “los salarios no están bajando en España”, dijo ayer en el Congreso.