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Dinero

Tenía que pasar. Era cuestión de tiempo. Y de dinero, por supuesto. En la televisión española actual todo es cuestión de pasta, no lo olvide usted ni por un momento. Dinero, dinero y dinero. Y si no es suficiente con ese dinero… pues será cuestión de poner más. Si la inversión es correcta, el éxito está garantizado: audiencia, publicidad… Es decir, dinero. Que llama a más dinero.

El programa de Telecinco “Un tiempo nuevo” no levantaba cabeza, superado cada noche de sábado por sus rivales de La Sexta. Hasta que tiraron de talonario, ficharon al pequeño Nicolás y machacaron a la tele de izquierdas de Atresmedia. Una vez encontrada la fórmula del éxito, viruta y más viruta, la cosa consiste en repetir el método: en la silla aún caliente del diminuto agente secreto se sentó, solo una semana después, la auxiliar que superó el ébola. Donde dijo Nicolás, diga Teresa. La receta mágica de la televisión moderna: el talonario.

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“No soy la misma. He vuelto a nacer, y no es fácil. Con todo el daño, con todo el sufrimiento… No es fácil esta segunda vida. Era más feliz antes”, dijo una nerviosa Teresa Romero. La presentadora se mostró no sólo como una gran periodista, sino también como una excelente entrevistadora: “Te tocas mucho la cara ¿Es un tic nervioso?”. Televisión ruin, basada en la comercialización de la desgracia, de la polémica, de los detalles personales (“al entrar en mi casa veo que faltan el 90% de las cosas”; “Yo no he tenido hijos y Excalibur era mi hijo”) de una mujer que ha estado muy enferma por ayudar a los demás, que ha sobrevivido, y que finalmente se ve devorada por ese ogro despiadado que es la televisión. A Telecinco la inversión le ha sido rentable: “Un tiempo nuevo” baja casi un millón de espectadores con respecto al pequeño Nicolás, la estrella mediática del momento, pero doblega de nuevo a “La Sexta noche”. Misión cumplida: Telecinco se mantiene líder de audiencia por tercer mes consecutivo.

¿Y Teresa? Que le vaya bonito. La despiden en plató, una heroína en entredicho, y dan entrada a la delegada del gobierno Cristina Cifuentes, una política tan cool como para tener tatuajes. La tele no está para hacer amigos. Recuerde: Está para hacer dinero.

P.D.1

Así informa Telemadrid, la cadena pública financiada por todos los madrileños, de las primarias en Izquierda Unida. Gran periodismo.

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P.D.2

¿El tiempo que nos ha tocado vivir?

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Un motivo para NO ver la televisión

El baile de los penitentes.

Autor: Francisco Bescós.

Editorial: Almuzara.

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“La verdad es la verdad, Calahorra es Calahorra, el lugar donde nunca pasa nada malo, ni una gota de sangre desde la ocupación romana”. No se crea esta frase, que se puede leer en la recta final de “El baile de los penitentes”. Calahorra es la meca del crimen, de la droga, de los asesinos en serie y de las apuestas. Con permiso del Londres de Conan Doyle, el L.A. de Raymond Chandler o el Atlantic City de Peter Blauner, por supuesto. Calahorra es, a lo largo de las 410 páginas de esta novela difícil de olvidar, un lugar caliente donde se trapichea y se bebe, se juega y se mata, se sale en procesión y se intenta sobrevivir. Calahorra es, por unas horas, el centro del universo negro.

Una teniente de la Guardia Civil llamada Lucía Utrera, la Grande, intenta detener al asesino de una niña gitana. Una pareja de yonquis tiene una última oportunidad para rehacer su vida. Semana Santa. Un capo de la droga confía en su sobrino como heredero. Un hombre debe mucho dinero, demasiado dinero. La Banda de Cornetas y Tambores de la Cofradía de la Santa Vera Cruz. Un tipo que se golpea el pecho como un autómata en el acto de contricción. Y Los Borregos, un juego con retranca y mucha pasta sobre el tapete. Como sucede en toda buena novela policíaca, nada es lo que parece. Varias historias brutales, con sus correspondientes protagonistas, se cruzan en una trama compleja que fluye de manera natural, sin duda por estar escrita de maravilla: pese a la sucesión de historias, a los múltiples personajes, a los constantes giros, a los infinitos recodos, el lector jamás se pierde. Todo resulta complejo en un principio, y todo se va aclarando página a página hasta llegar a un final perfecto, lógico, magnífico. Absolutamente recomendable.